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Discurso del canciller Lubetkin - 195.º Aniversario de la Jura de la Primera Constitución

A continuación, las palabras del ministro de Relaciones Exteriores, Mario Lubetkin, en el marco del 195.º Aniversario de la Jura de la Primera Constitución este 18 de julio en Montevideo.
Lubetkin da el discurso en el marco del 195.º Aniversario de la Jura de la Primera Constitución

Frente al Cabildo, en la Plaza Matriz, Plaza Constitución  de la Ciudad Vieja en Montevideo

Señor presidente de la República Yamandú Orsi,
Señora vicepresidenta de la República Carolina Cosse,
Señoras y señores legisladores,
Expresidentes de la República y líderes políticos,
Miembros del Poder Ejecutivo y del Poder Judicial,
Autoridades nacionales y departamentales,
Representantes del cuerpo diplomático,
Ciudadanas y ciudadanos,

Hoy nos convoca la historia. 

Nos convoca la voluntad de un pueblo que hace 195 años, en esta misma plaza, frente a este mismo Cabildo, se dio a sí mismo una Constitución. 

Una república naciente, pequeña comparativamente en territorio en el continente, pero inmensa en valores, porque desde aquel día  afirmábamos nuestro lugar en el concierto de las naciones con un mensaje claro: libertad, independencia, derecho y soberanía.
Aquel 18 de julio de 1830 no fue solo un acto jurídico. 

Fue un gesto fundacional, un contrato colectivo que nos dio forma como nación, porque el Estado Oriental nace a partir de la definición del destino de nuestro territorio y por lo tanto es una fusión de avatares económicos, militares y diplomáticos. Por eso para  Uruguay el rol de la Cancillería y lo internacional viene de la génesis.

Allí se afirmaron los valores que aún hoy nos definen: la democracia, la república, el apego al derecho, la paz, el dialogo,  el respeto por las instituciones y la convicción de que el poder nace del pueblo y se ejerce en su nombre y en su beneficio.
Nos reúne y nos une a todos este aniversario y esta plaza, este Cabildo, esta fecha. Y nos reúne, sobre todo, un hondo sentido de pertenencia. 

Hoy conmemoramos los 195 años de la Jura de la Primera Constitución, acto fundacional que nos dio forma, nombre y  rumbo. 
No fue un simple documento: fue la piedra angular de nuestra convivencia, el punto de partida de un camino republicano que —con tropiezos y grandezas, con luchas y acuerdos— seguimos recorriendo hasta hoy.

Aquel 18 de julio de 1830, en este mismo lugar, se selló un compromiso: el de vivir bajo normas comunes, con poderes limitados por la ley, con ciudadanos iguales ante el derecho, con la promesa de que el poder no sería de uno solo, sino de todos.Por eso, la democracia y el Estado de Derecho no han sido para nosotros una opción circunstancial, sino una vocación permanente.

Hoy, a 195 años de aquel momento, renovamos ese pacto no como una formalidad, sino como un acto vivo de pertenencia, de memoria y de compromiso. 

Esta primera constitución que hoy recordamos fue la que estuvo vigente por más tiempo en nuestra historia y con ello nos cimentó como nación. 

Uruguay cuidó a la Constitución y la Constitución cuidó al Uruguay.

Una Constitución no es solo un texto. Es una forma de vivir juntos. Es el espejo donde nos miramos como sociedad. Es la promesa que nos hacemos de cuidar el uno del otro, incluso en la diferencia. 
Es el anhelo de justicia, de trabajo, de educación, de seguridad, de paz. Es también la conciencia de nuestros derechos y deberes, y el deber ineludible de honrarlos.

Durante 2025 y en el presente quinquenio de Gobierno se celebrarán hitos bicentenarios de nuestra historia que dieron comienzo con el bicentenario del Desembarco de los 33 Orientales el pasado 19 de abril y el próximo mes recordaremos los 200 años del 25 de agosto de 1825 y de allí iniciaremos un ciclo de celebraciones que culminarán el 18 de julio de 2030.

Desde estas fechas, tan significativas, y los ideales Artiguistas que las precedieron, es que tenemos la visión de proyectarnos hacia el futuro.

El proceso independentista se fue forjando y soñando paso a paso mientras transitábamos por la autonomía, la autodeterminación, la independencia y finalmente el reconocimiento internacional a la identidad y la soberanía nacional, hasta estos últimos años, en los que retomamos el camino hacia la integración regional.

Nuestros próceres, nuestros constituyentes, aquellos hombres y mujeres que imaginaron una nación libre y soberana, sabían que una república no nace espontáneamente. Se construye con ideas, con coraje, con sacrificios. Y por sobre todo con valores donde el respeto al más débil es el más alto signo de civilización y que el pueblo debe ser artífice de su propio destino.

Y aunque el siglo XIX nos puso a prueba y aunque el siglo XX nos enfrentó a sus contradicciones, el pueblo uruguayo eligió, una y otra vez, el camino institucional, el debate civilizado, la tolerancia, la búsqueda de justicia. 

Aprendimos que las instituciones no son perfectas, pero son el mejor resguardo frente al abuso y la arbitrariedad. Que los valores republicanos no son reliquias del pasado, sino herramientas para construir el futuro.

Uruguay nace y Uruguay se hace. La primera constitución ya reconocía esto cuando desde el comienzo mismo se menciona a los ciudadanos naturales y  a los ciudadanos legales. Una de las primeras condiciones inclusive, para acceder a la ciudadanía legal era el ser extranjeros, padres de ciudadanos naturales. Porque nunca debemos olvidar que muchos de nosotros también somos hijos, nietos, bisnietos y tataranietos de ciudadanos legales que vinieron a nuestra tierra en búsqueda de oportunidades y se integraron por las bondades de este pueblo y esta tierra y la posibilidad de vivir en paz y crecer como personas y familias.

Uruguay es reconocido en el mundo por su solidez democrática, su respeto a la ley, su defensa de los derechos humanos y su vocación de paz. 

La Constitución que hoy celebramos nos recuerda que la justicia social es parte esencial del contrato republicano. Que el respeto por la ley debe ir acompañado por el respeto por el otro. Que los derechos y los deberes van de la mano.

Frente a este Cabildo, símbolo de nuestra historia cívica, renovamos hoy un compromiso con el desarrollo armónico, con la inclusión, con la equidad, con la innovación, y el desarrollo tecnológico, con la educación como motor del progreso, con la cultura como raíz e identidad porque la cultura es lo que nos identifica y nos distingue. Apostamos al trabajo digno, a una seguridad humana, a una convivencia pacífica, a un país donde nadie sienta que no es parte y en el que cada persona tenga oportunidades.

Este aniversario no es solo un acto de evocación. Es, sobre todo, una mirada hacia adelante. Y debemos hacerlo fortaleciendo nuestra democracia, profundizando la transparencia, ensanchando los canales de participación ciudadana, escuchando más y mejor a nuestras mujeres, nuestros jóvenes y a los adultos mayores, defendiendo el ambiente, cuidando nuestras tradiciones. Adaptándonos al futuro que está en nuestras puertas.

Porque lo que nos define no es solo lo que hemos sido, sino lo que decidimos ser.

Vivimos tiempos de desafíos globales, de incertidumbres y transformaciones. En ese contexto, la estabilidad de Uruguay, su confiabilidad democrática y su respeto al Estado de Derecho no solo nos enorgullecen:  sino que nos definen. El Uruguay dialoga con el mundo con la frente en alto, con una voz serena,  firme y respetuosa. Es reconocido en la región y más allá de ella por su madurez institucional, su apego a la ley, su cultura republicana. En este mundo vertiginoso de tantos cambios, el país sigue siendo un faro de equilibrio y sensatez.

Nuestra política exterior, guiada por estos valores, proyecta al Uruguay como un país respetado, con creciente responsabilidad internacional, con vocación de entendimiento en lo regional y global.

Nos quedan deberes por hacer y nos vamos a hacer cargo de esto como sociedad, porque aún  nos duele el desamparo de quienes no acceden a una vida digna, de quienes se sienten invisibles o excluidos. Nos interpela la violencia, la desigualdad y la indiferencia. No somos indiferentes al dolor de nuestro tiempo.

Por eso, esta conmemoración no es solo celebración: es también compromiso. Compromiso con un desarrollo armónico, inclusivo y sustentable. Con una educación que forme ciudadanos libres y críticos. Con un trabajo digno que dé sentido y sustento. Con un presente justo y un futuro posible. 

Uruguay es un país de valores: de respeto, de honestidad, de solidaridad, de libertad y de justicia.

Hoy rendimos homenaje a quienes nos precedieron. A quienes creyeron en esta patria cuando apenas era un proyecto. A quienes, con coraje cívico, escribieron las primeras páginas de esta historia común. Y al rendir ese homenaje, renovamos nuestra promesa de custodiar y proyectar lo que hemos construido entre todos.

Hoy no venimos solo a recordar. Venimos a celebrar lo que hemos construido juntos y a comprometernos con las generaciones que vendrán.

Que este 18 de julio sea, como fue entonces, un acto de esperanza. Un recordatorio de lo que somos capaces cuando prevalece el bien común. Que siga viva la llama de la democracia, la justicia, la solidaridad y la paz.

La Constitución no es pasado: es promesa.

La República no es un rito: es un proyecto común.

La libertad no es un regalo: es una conquista permanente.

Es y será el mayor homenaje a quienes nos legaron nuestra constitución un 18 de julio como hoy.

 

Ministerio de Relaciones Exteriores

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