Tips para hablar con adolescentes

Materiales didácticos

Te dejamos algunos consejos para leer antes de encarar una charla con adolescentes y jóvenes sobre salud mental.

¿Cómo iniciar una conversación?

Si bien puede resultar incómodo hay que ser claros y directos, no esquivar las preguntas complicadas, abordando estos temas de manera empática sin que los otros se sientan culpables por sus vivencias. Por desafiante que pueda parecer hablar de estos temas, muchas veces los jóvenes tienen necesidad de ser escuchados con atención y paciencia, para poder expresarse libremente en un ambiente confiable.

La persona que pregunta, que observa y registra deberá tener presente que para los jóvenes sentirse incomprendidos por el mundo adulto, sumado a la poca escucha que señalan recibir de ellos, despierta muchas veces vergüenza por lo que están sintiendo. Por eso resulta fundamental no culpabilizar, habilitar que puedan hablar de lo que no hablan, no juzgar, ni etiquetar, colaborar en derribar prejuicios que muchas veces están de fondo generando que estos temas se vuelvan tabú.

Qué hacer si un joven nos pregunta: ¿Cómo puedo ayudar a un amigo que veo que está sufriendo? 

Muchas veces perdemos de vista el valor de acompañar, de estar ahí. Hay situaciones donde no hace falta “decir” sino estar, escuchar, habilitar que mi compañero pueda compartir conmigo sus sentimientos. 

Apoyar emocionalmente, no juzgar las emociones, escuchar más de lo que hablamos, evitar aconsejar, respetar lo que me dice y si es necesario contactar con un adulto o red para poder intervenir y sostener.

¿Cómo ayudar a los jóvenes que atraviesan problemas de salud mental? 

  • Estar atentos a posibles señales. La ansiedad y la depresión son problemas bien diferentes, pero  comparten algunos indicadores. Es importante observar cambios en el comportamiento de los adolescentes: pérdida de apetito, alteraciones en sus patrones de sueño, entre otras. Un adolescente o joven con problemas puede expresar preocupación excesiva, desesperanza o tristeza profunda.
  • Observar su rutina. Los jóvenes, pero especialmente los adolescentes en plena etapa de desarrollo y formación necesitan de 8 a 10 horas de sueño para promover la salud mental y física. La falta de sueño puede interferir con el desarrollo esperado y tener un impacto en su estado de ánimo. La actividad física es de la misma forma fundamental; su presencia o ausencia es un buen indicador para la toma de decisiones.
  • Acercarse con sensibilidad. Si quieres iniciar una conversación con alguien que podría estar pasando por dificultades, sé claro y directo. No evites las preguntas difíciles, pero aborda el tema con empatía y sin culpabilizar. 
  • Ofrecer formas saludables de manejar las emociones. Es recomendable fomentar las prácticas saludables que ayudan a nuestro bienestar psicológico, mental y físico como poder identificar las emociones, reflexionar sobre lo que les pasa, generar herramientas de autocuidado, estar atentos a saber pedir ayuda a referentes adultos de confianza, realizar ejercicio y prácticas corporales y cuidar una buena alimentación. 
  • Obtener el diagnóstico correcto. Es importante consultar a un especialista en el tratamiento de afecciones específicas en adolescentes y jóvenes de forma de realizar un abordaje integral. En caso de existir tratamiento farmacológico contar con un seguimiento responsable para evaluar efectos secundarios de medicación y adhesión al tratamiento. Cuando se requieren medicamentos, estos pueden resultar más efectivos si se usan en conjunto con un abordaje integral incluyendo psicoterapia. Estas estrategias le brindan a los adolescentes herramientas para lidiar con la ansiedad, el estrés y otros desafíos.
  • Situaciones de crisis adolescente. Muchas conductas de riesgo en la adolescencia son esperables y están determinadas por la búsqueda, sea consciente o no, del sentido de la vida, y el límite entre la vida y la muerte. La autopercepción de todopoderosos, su dificultad para calibrar riesgos y la búsqueda constante de aquello que le despierta curiosidad los expone a veces a riesgos elevados o graves como forma de no mostrarse tan vulnerables. 
  • Los “cortes” o autolesiones. Los adolescentes que sufren de problemas emocionales corren el riesgo de recurrir a las autolesiones para redirigir el dolor que sienten. Las autolesiones podrán interpretarse como un signo de alivio del dolor y tensión, así como una demostración de poder tolerar el sufrimiento. Las autolesiones, estén o no acompañadas de ideas de muerte, serán objeto de mucho cuidado y atención por parte del adulto cuando analizamos la intensidad del acto, la reiteración del mismo y el nivel de impulsividad implicado por el adolescente. Cuando las autolesiones son acompañadas por ideas de muerte las consideramos entonces como riesgo de conducta suicida sin que implique una patología psiquiátrica establecida. Si esto se observa en algún participante es importante que el facilitador pueda mediar entre este pedido de ayuda del participante y concretar una asistencia inmediata.

Hablemos pero con cuidado 

Si durante el taller observamos que algún participante comienza a compartir algo muy privado y delicado es conveniente atender a las consecuencias que esto puede traer en el resto del grupo. 

El objetivo del taller no es presionar a nadie a que comparta luego de conectar con temáticas personales que pueden representar muchísimo dolor y sufrimiento. Pero si esto se da, debemos tender a cuidar al adolescente a no exponerse de una forma en que termine perjudicándolo/a . 

Para esto, dependerá mucho de la experiencia grupal previa y su recorrido. Una alternativa válida es invitar al adolescente a conversar sobre el tema o emergente de forma individual al terminar el taller. 

A veces el que un integrante comparta algo muy privado o cargado de mucho sufrimiento puede hacer que el resto crea que tiene que compartir algo en la misma línea. Por lo que muchas veces termina incidiendo en el involucramiento de los compañeros, ya que puede limitar la participación espontánea al creer que no tienen nada válido para compartir.

Si el facilitador observa elementos de riesgo en el relato o experiencia de algún participante, será una excelente oportunidad para luego del taller poder intervenir derivando a quien considere pertinente según el caso; de forma de poder ofrecer ayuda para que desde este acercamiento se pueda orientar con recursos o servicios.