"Mercosur: 20 años que transformaron el Cono Sur"

Hace exactamente 20 años, el 26 de marzo de 1991, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay firmaban el Tratado de Asunción, instrumento fundador del MERCOSUR. La creación del MERCOSUR acompañó la tendencia de formación de bloques regionales que caracterizaba el escenario internacional en el comienzo de la década de 1990. Constituyó parte importante de una respuesta al desafío de encontrar nuevas formas de inserción de nuestras economías en el mundo.
Pero el proyecto consagrado en el Tratado de Asunción va, desde su origen, más allá de la dimensión económico-comercial –en sí misma muy relevante. Nuestros países vivían, en 1991, un doble reencuentro: con la democracia y con su propia vecindad. El MERCOSUR es también la expresión de ese reencuentro. Es la demostración de la capacidad conjunta de los cuatro países de sobreponer, a las diferencias del pasado, una agenda compartida de valores e intereses comunes.
En los veinte años transcurridos desde la fundación del MERCOSUR, las relaciones entre nuestros países se transformaron profundamente. Consolidamos relaciones de confianza mutua, profundizamos nuestros canales de diálogo político y estrechamos nuestros lazos de cooperación en diferentes ámbitos. En el plano económico, los avances son particularmente elocuentes. En 1991, nuestro comercio sumaba U$S 4,5 mil millones. En 2010, el volumen del intercambio de multiplicó por diez, alcanzando U$S 45 mil millones. Ese dinamismo y la creciente vinculación de las economías del bloque nos hicieron más fuertes, como demostró nuestra capacidad de reaccionar ante la crisis económica internacional desencadenada en 2008. El año pasado, los países del MERCOSUR crecieron, en promedio, más del 8%.
En dos décadas, caminamos para un sistema en que los países del Sur ganan mayor relevancia. Y se refuerza, con eso, la importancia del MERCOSUR como instrumento para la construcción de un futuro de creciente prosperidad para nuestra región.
Así como en 1991, debemos repensar, hoy, nuestro lugar en el nuevo contexto internacional. Tenemos todas las condiciones para enfrentar ese desafío con optimismo. El MERCOSUR –como América del Sur en su conjunto- es un espacio de paz y democracia. Es una potencia energética en expansión y sus territorios agrícolas son los más productivos del mundo. Tiene un mercado consumidor significativamente ampliado por políticas consistentes de inclusión social. Atrae el interés creciente de socios extrarregionales, como lo demuestra la participación, en la Cumbre de Foz de Iguazú, en diciembre de 2010, de altos representantes de socios geográficamente distantes como Australia, Emiratos Árabes Unidos, Turquía, Palestina, Siria y Nueva Zelandia.
Diversas iniciativas que están siendo adoptadas en el bloque han servido al imperativo de implementar la agenda ciudadana a la que nuestros países han dado prioridad.
Estamos determinados a caminar para alcanzar un verdadero estatuto de la ciudadanía del MERCOSUR, que consolide y otorgue visibilidad a las mudanzas graduales, pero profundas, que ya vienen ocurriendo en la vida de nuestros ciudadanos.
Turistas que viajan por América del Sur sin pasaporte, personas que obtienen con facilidad su residencia permanente en otro país del MERCOSUR, profesionales que prestan servicios del otro lado de las fronteras y pueden obtener su jubilación en su país de origen, estudiantes y docentes que circulan por las escuelas y universidades de los cuatro países: para ellos ya es palpable la diferencia que hace la existencia del MERCOSUR.
Se trata de progresos con grandes consecuencias. Cuando las sociedades se apoderan de una idea –la idea de la integración- ella gana vida propia, trasciende la voluntad de uno o de otro gobierno y se torna irreversible. De esta forma, al completar 20 años, nuestro proceso de integración alcanza un nivel más elevado de madurez.
Un ejemplo contundente de esa madurez es el Fondo de Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM), que tiene hoy casi mil millones de dólares volcados a reducir las diferencias de desarrollo entre los socios. Los recursos del FOCEM están construyendo caminos, líneas de transmisión eléctrica y redes de saneamiento básico. Están reformando escuelas y construyendo viviendas. Ayudarán a las pequeñas y medianas empresas a aprovechar las oportunidades que trae la integración. Contribuirán a reducir las asimetrías que, en el fondo, nos debilitan a todos.
El MERCOSUR trajo una nueva visión de nuestros países sobre sí mismos y sobre su inserción en el mundo. Ya podemos hablar de una “generación MERCOSUR” que sabe que el desarrollo de cada socio es indisociable del desarrollo de los demás. Sea por el intercambio permanente de experiencias, sea por la definición de políticas de alcance regional, el MERCOSUR ha servido para tejer una red de solidaridad que envuelve los diversos ámbitos de nuestras sociedades.
Debemos seguir perfeccionando el MERCOSUR con pragmatismo, a partir de la comprensión de aquello que el MERCOSUR tiene de único. Aprovechemos esta fecha para reflexionar sobre el sólido patrimonio acumulado a lo largo de este proceso. Patrimonio sobre el cual debemos continuar trabajando, en la dirección de sociedades más democráticas, prósperas y justas.
Montevideo, 26 de marzo de 2011.