Biocombustibles en Uruguay: Energía que Nace de la Tierra

La Razón Detrás de la Apuesta: Desarrollo y Sostenibilidad
El país cuenta con condiciones agroproductivas excepcionales que permiten generar biocombustibles a partir de materias primas nacionales, integradas a cadenas agrícolas ya existentes. Estos combustibles renovables —como el biodiésel y el bioetanol— pueden utilizarse con la infraestructura fósil actual, requiriendo solo cuidados específicos en su manejo y almacenaje.
El impacto de la introducción de los biocombustibles en Uruguay es muy profundo y abarcativo de diferentes actividades y sectores de la economía. En este contexto los mismos no solo contribuyen a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y fortalecer la independencia energética del país. Al mismo tiempo, impulsan nuevas cadenas agroindustriales, promueven el empleo rural y generan desarrollo económico descentralizado, creando valor en distintas regiones de Uruguay.
De Estrategia a Política de Estado
La integración de los biocombustibles a la matriz energética nacional se formalizó dentro de la Estrategia de Política Energética 2005–2030, presentada en 2008. Este plan apostó por la diversificación de fuentes energéticas y por una transición hacia las energías renovables, visión que se consolidó en 2010 con un acuerdo multipartidario aprobado por el Consejo de Ministros, transformando la estrategia en una verdadera política de Estado.
En ese marco, se propuso impulsar la producción nacional de biocombustibles mediante proyectos capaces de generar, además, coproductos de alto valor agregado —como alimentos para animales, biofertilizantes o energía eléctrica— buscando minimizar la competencia por el uso del suelo y del agua con la producción de alimentos.
El Nacimiento de la Producción Nacional
El desarrollo productivo tomó fuerza a partir de 2010, con el biodiésel como protagonista inicial. La primera planta autorizada fue BIOGRAN, en Ombúes de Lavalle (Colonia), inaugurada en 2008. Un año después se sumó un segundo establecimiento en Young (Río Negro). Ambas plantas procesan granos de soja para obtener aceite crudo desgomado, destinado al biodiésel, y extrusado de soja, usado en nutrición animal. Con una capacidad de unos 10.000 litros diarios, la producción abastece consumo propio, flotas cautivas y, en algunos casos, exportaciones o ventas a ANCAP.
El bioetanol, por su parte, se consolidó en la misma década, aprovechando el potencial agrícola nacional, en especial la caña de azúcar. Aunque en volúmenes modestos comparados con los grandes productores internacionales, Uruguay ha mantenido un crecimiento sostenido en la incorporación de este biocombustible a las mezclas de gasolina.
Un Marco Legal Sólido
El impulso normativo fue clave. En 2002, la Ley N.º 17.567 declaró de interés nacional la producción de combustibles alternativos renovables, reconociendo su valor estratégico para la autosuficiencia, la diversificación y la sostenibilidad ambiental del país.
Cinco años después, la Ley N.º 18.195 de Agrocombustibles (2007) marcó un punto de inflexión: si bien ANCAP mantiene el monopolio en la importación y venta de carburantes, esta ley excluyó de dicho monopolio la producción y exportación de biodiésel y alcohol carburante, habilitando la participación de actores privados en el mercado.
El Decreto 523/008 estableció luego la regulación técnica, designando a la Ursea como autoridad encargada de elaborar y aplicar la reglamentación de control de calidad de los biocombustibles. También dispuso la fiscalización periódica de las plantas productoras y la obligación de ANCAP de remitir información trimestral sobre volúmenes, precios y porcentajes de mezcla.
Finalmente, la Ley N.º 19.996 (2021) actualizó el marco vigente, fijando en 8,5% la proporción mínima obligatoria de bioetanol en las naftas comercializadas. En paralelo, se eliminó la exigencia de incorporar un 5% de biodiésel en el gasoil a partir de enero de 2022.
El Rol Central de la Ursea
La Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua (Ursea) cumple un papel esencial en este ecosistema. Le compete velar por el cumplimiento de las normas sectoriales, regular en materia de calidad y seguridad de los productos y servicios, y realizar inspecciones técnicas periódicas a las plantas productoras. En 2008, Ursea aprobó el Reglamento de Especificaciones Técnicas de Calidad de Combustibles Líquidos y el Reglamento de Control de Calidad de Combustibles Líquidos, que definen los parámetros mínimos de calidad que deben cumplir tanto los combustibles fósiles como las mezclas con biocombustibles.
Además, desde 2009, el Reglamento de Control de Calidad de Biodiésel y Alcohol Carburante fija las responsabilidades y procedimientos de verificación de estos productos, garantizando que los biocombustibles que se comercializan en Uruguay cumplan con los estándares técnicos y ambientales establecidos.
Biocombustibles y PPI: Transparencia en los Precios
Ursea también tiene un rol técnico clave en la determinación de los Precios de Paridad de Importación (PPI), que sirven como referencia para estimar cuánto costaría importar los combustibles terminados desde el mercado internacional.
En el caso de las naftas, que incluyen biocombustibles por mandato legal, se incorpora un componente denominado “sobrecosto por mezcla agrocombustibles”, calculado según el porcentaje obligatorio de bioetanol y los precios internos de ALUR. Este factor eleva el PPI de las naftas en torno a un 6%, reflejando el hecho de que los biocombustibles nacionales, al ser producidos con materias primas locales y bajo estándares ambientales estrictos, tienen costos superiores a los combustibles fósiles importados.
Hacia un Futuro de Combustibles Avanzados
Hoy Uruguay transita una etapa de consolidación. Aunque el mínimo legal de bioetanol es 8,5%, el promedio real ronda el 9,8%, y ya se estudia aumentar la proporción hasta el 12%.
Paralelamente, ANCAP y ALUR impulsan nuevos desarrollos hacia los biocombustibles avanzados, como el diésel renovable y los combustibles sostenibles para aviación (SAF), a través de la tecnología HEFA, basada en aceites, sebo y residuos grasos. Incluso se analiza la posibilidad de transformar a ALUR en una biorrefinería, capaz de producir combustibles más limpios tanto para el transporte terrestre como aéreo.
El desafío, sin embargo, sigue siendo grande. Uruguay deberá apostar por mayor competitividad de costos, inversión tecnológica y logística, y políticas estables y previsibles que den certeza a las inversiones y garanticen la sostenibilidad del sector.
Una Transición con Sello Nacional
El camino de los biocombustibles en Uruguay combina innovación tecnológica, compromiso ambiental y desarrollo social y económico local. Desde la caña de azúcar del norte hasta los campos sojeros del litoral, cada litro producido refleja una apuesta por una matriz energética más limpia, autónoma y sostenible. Uruguay ha demostrado que incluso un país pequeño puede liderar grandes transformaciones cuando la visión de Estado y la regulación técnica se encuentran al servicio del desarrollo sostenible.
