“Las leyes sirven para remendar nuestras debilidades y alcanzar acuerdos colectivos”
Durante la presentación de los avances en ordenamiento territorial en los últimos cinco años y tras la aprobación de la Ley 18.308, el Presidente, José Mujica, enfatizó que las leyes permiten tener un marco de acción y que es natural que se modifiquen con el tiempo. Reconoció que esta ley fue difícil de aprobar, porque en el territorio convergen todos los intereses de una sociedad, donde conviven conflictos y diferencias.

“Más de 15 años le llevó al Parlamento ponerse de acuerdo y no se puso de acuerdo; hubo muchísima gente que no lo votó”, sostuvo Mujica. Recordó su período como legislador en el cual esta ley se trató como proyecto en varias oportunidades y también fracasó en varias legislaturas. Sostuvo que el motivo de esa dificultad radicaba en que en el territorio convergen todo un conjunto de intereses que puede tener una sociedad, donde naturalmente conviven los conflictos y diferencias desde todos los puntos de vista.
Afirmó que no existe ley perfecta, sino que las leyes son una intención de aproximación, sobre todo cuando los problemas son muy difíciles, y que, a su vez, las leyes están sujetas al tiempo y a los cambios de criterios y a los tecnológicos que se generan con el tiempo.
Asimismo, Mujica resaltó que en los últimos 15 años cada vez se hace más fuerte la presión conceptual del cuidado del medio ambiente. “Por ahora la humanidad se dedica a mitigar los efectos y las causas, porque tanto los ecologistas como los no ecologistas han decidido vivir ‘a todo trapo’, en el marco de una sociedad de consumo basada en consumir y gastar”, enfatizó. El Presidente también criticó las contradicciones que se dan en relación al cuidado ambiental diciendo que las personas, hasta los ecologistas, prefieren vivir con las facilidades del mundo moderno, pero al mismo tiempo se manifiestan en contra de la explotación de hierro, que igualmente compran a otros".
“Tenemos una corresponsabilidad en los problemas de esta sociedad y tenemos que inventar leyes como esta para tratar de encuadrar lo mejor posible la consideración de los intereses más generales que tiene la sociedad, porque de lo contrario, los más fuertes se van a quedar siempre con lo mejor y difícilmente pensemos en la racionalidad del futuro”, subrayó.
“Esta ley costó una barbaridad y seguramente que debe haber dejado gente desconforme. Es mucho mejor tener un instrumento guía que nos ampare relativamente y nos encuadre, sin creer que la ley es definitiva, porque luego hay que tamizarla con el sentido común”, indicó.
“Tenemos tango y tenemos nostalgia porque la vida se nos va y está encuadrada en cosas que quisiéramos que no desaparecieran nunca, pero desaparecen. Es lo inexorable, la marcha del tiempo. (…) Por eso, creo que la discusión vale la pena y vale la pena que nos aclaremos la cabeza. Pero sobre todo, tratar de enriquecer las neuronas y la sensibilidad de los que tengan que tomar decisiones”.
A su vez, abogó por “no razonar solo con los expedientes, en la soledad de una pieza y creer que porque se tiene la firma y el sello, se tiene la verdad. La verdad hay que ir a buscarla entre los yuyos, por ahí, perdida, hablar con la gente, a veces enterarse de lo que es una cañada y preguntarle a los más viejos qué pasa con esa cañada cuando crece. Y todos esos conocimientos que no están apuntados, pero que están dispersos por ahí, antes de tomar decisiones”, ejemplificó.
Reiteró que la historia de esta ley fue “larguísima y conflictiva”, con una peripecia que sería como para escribir un libro. Asimismo, aclaró que seguramente el tiempo tendrá que cambiar esta ley como cualquier ley. “Las leyes envejecen, incluso más rápido que nuestra pobre humanidad. Son una aproximación para remendar nuestra impotencia y nuestras debilidades, pero significan un intento de tener acuerdos colectivos que traten de amparar la mayor cantidad de intereses posibles”.