Presidencia Uruguay

Los “gurises”, según el decir fresco y hasta candoroso de quien estaba ahí, parado en la boca inferior de la manga Nº 2 del aeropuerto de Carrasco, frente a la recién abierta puerta del avión, llegaron desde México, donde creyeron haber colmado su capacidad de asombro.

Es que, acostumbrados a jugar los partidos de Quinta División por los torneos de la Asociación Uruguaya de Fútbol, con no más de 100 hinchas, la mayoría de los cuales son familiares y amigos, ahora venían de protagonizar la final del Mundial Sub 17 que se disputó el domingo pasado en el gigantesco estadio Azteca, ante 110.000 personas.

Incluso, en semifinales, los celestes habían vencido al poderoso Brasil por 3 a 0, en el también monumental estadio de Guadalajara, donde la mayor parte de la concurrencia estuvo en su contra.

Sin embargo, si hubo algo que nunca imaginaron es que al salir del avión, el primero que los iba a estar esperando, muy temprano en la mañana, iba a ser el Presidente de la República.

“¡Gracias, ‘gurises’! ¡Gracias por lo que hicieron! ¡Ustedes son unos fenómenos!”, les dijo José Mujica, y los felicitó, estrechándoles la mano a todos.

Después fue el turno de las felicitaciones a los dirigentes y la partida del mandatario, encuadrada en la misma escenografía con la cual había llegado: total espontaneidad y sin protocolo.

Por eso, los “gurises” –que volvieron como vicecampeones del mundo, tras perder la final con México por 2 a 0, en forma digna y decorosa- no salían de su asombro; y se les notaba en los ojos.

Es que, al fin de cuentas, el Presidente había estado ahí, con ellos, igual que esos no más de 300 familiares y amigos que los esperaban a la salida de la sala de arribos, con banderas de Uruguay, bombos y coros, para abrazarlos y agradecerles. En una palabra, para sentirse uruguayos, juntos; con orgullo.

Un rato más tarde, cuando José Mujica ya estaba inserto, seguramente, en su agenda y quehacer de costumbre, los “gurises” salieron del aeropuerto en el ómnibus que trasladó a la delegación, con cuatro motos policiales delante, abriendo la marcha y cinco cuadras de vehículos de todo tipo como telón de fondo.

El destino fue el Estadio Centenario, donde frente al Palco Oficial, en plena calle, se montó un estrado, en el que los vicecampeones mundiales recibieron de parte de las autoridades de la Asociación Uruguaya de Fútbol pergaminos que testifican una hazaña que el Presidente de la República sintetizó, diciendo: “¡Son unos fenómenos!”

Otra vez las banderas. De nuevo los cantos. Y también los coros. Hasta que, ya cerca del mediodía, se fue cada uno para su casa. A la vida. Que es a lo que se refirió el sicólogo de las selecciones juveniles, Gabriel Gutiérrez, cuando precisó que “por encima de los resultados, volvemos con la tranquilidad de que no preparamos futbolistas, sino personas para jugar al fútbol”.

Algo parecido, en suma, al estado de situación que hizo el técnico, Fabián Coito, cuando reveló que antes del regreso a Montevideo “los reuní y les dije que esto fue brillante, pero el camino de ellos no termina acá, su destino es la Primera División de sus clubes y las selecciones”.

“Esto sigue”, sí; porque, además, esta actuación de la selección Sub 17 de Uruguay no es un lucero en medio de un cielo oscuro, como enfatizó el profesor Ernesto Irurueta, director Nacional de Deportes.

“Esto es una muestra más del nivel en el que está el fútbol uruguayo. No se trata de un resultado atado a un grupo en particular. Es un proceso de selección que, con una línea común, se viene haciendo desde hace tiempo. El 4º puesto de la (selección) mayor en Sudáfrica, la clasificación de la Sub 20 al Mundial de Colombia, y esto que hizo las Sub 17 ahora, no son casuales. No son resultados casuales ni asombrosos”.