El encuentro de caminos

Con un sueño partieron y por la familia volvieron a un país que preservó su lugar

Con un andar que denota su residencia en el viejo continente y un hablar que deja entrever un inconfundible acento español, Diego Berardi sigue siendo tan uruguayo como el día que emigró desde el Aeropuerto de Carrasco. Su alma y su corazón llevaban los blasones celestes y blancos. En 2005 partieron dos, seis años después, regresan tres y Uruguay los recibe como si nunca se hubiesen ido.

Diego Berardi
Director de murga y cantante popular. Ese es el perfil profesional de Diego Berardi, un hombre de 40 años, con una rica historia artística, integrante de la reconocida murga de Sayago “Contrafarsa”. Es padre de un niño de tres años nacido en España, tierra que lo cobijó durante casi siete años.

En su joven vida tuvo que tomar decisiones difíciles, partir, instalarse en otro país, trabajar en la música y luego volver. Hoy a diez días de su retorno participó de una jornada donde muchos uruguayos se encontraron en procura de mejores condiciones de vida. Y no olvida los difíciles y eternos días de lejanía.  

La inevitable partida
“En 2005 por diferentes circunstancias decidimos, junto a mi señora, irnos a España. Primero viajé yo y luego ella”, relata Diego visiblemente emocionado mientras acaricia su guitarra, la misma con la que había entonado una canción en pleno acto de apertura del IV Encuentro Mundial de Consejos Consultivos.

Aseguró que el apoyo de unos amigos fue sustancial para su radicación en Galicia. Allí tuvo la suerte de dedicarse a su profesión, como artista cantó en una orquesta por seis años.

Diego describió la partida, que fue tan difícil como la de tantos miles que toman la misma decisión. Las lágrimas se hicieron presentes desde que comenzó a armar las valijas, la noche anterior.

Una vez allá y pese a que no les falto empleo a ninguno de los dos, el tiempo, la distancia y la soledad les jugaron en contra.

Con la llegada de su hijo, de origen español, la pareja se volvió familia y en él depositaron toda su atención y le enseñaron el amor a la patria, su cultura y su gente.  

Hora de volver
Diego continúa contándole su historia a unos pocos periodistas en una ronda de micrófonos que por momentos olvidó le apuntaban. “Hacía mucho tiempo queríamos volver y esa misma añoranza nos empujó a tomar la decisión”, dijo.

Como buscando una justificación, argumentó lo difícil que es estar lejos de su país, al menos para él. “Quizás haya gente que lo toma con más filosofía”, dijo resignado. Aclaró que su necesidad de regresar no tenía nada que ver con la forma en que lo trataron en tierras españolas, por el contrario, sino que era una lucha constante contra la soledad y el desarraigo.

La cultura lo trajo
En dos oportunidades, 2009 y 2011 La Tríada —un grupo de percusionistas uruguayo— viajó a España para actuar y lo invitaron a sumarse a la propuesta. Incluso en el último año recogieron testimonios de compatriotas para un documental con motivo del Bicentenario, denominado “Marcha Camión” recientemente estrenado.

Diego confesó que todos los años ahorraban para venir de vez en cuando de visita porque sentían la necesidad de volver un ratito a la patria. Esos breves instantes le alcanzaron para ver un país distinto, en proceso de transformación, con una mejora de la condición social de su gente, que se reflejaba en espectáculos repletos de público.

Recordó con una nostalgia que parecía invadirlo todo, que cuando se fue del país, muchos tablados no abrían o cerraban a mitad de carnaval, por falta de concurrencia.

El verano de 2011, lo trajo nuevamente a Uruguay, pero solo por unos meses y sin su familia. Vino para salir en carnaval con la murga Momolandia. Ese fue el detonante de la decisión: “Nos volvemos”, dijeron.  

Durante los cuatro meses que estuvo lejos de su mujer y su hijo, Diego se conectaba a diario vía Internet con ellos y le cantaba un tema al niño para que se durmiera. Esa rutina permanece hasta el día de hoy y con la misma canción, que habla de la soledad y de lo que uno es capaz de hacer por quien ama.  

Orgulloso de su decisión, el muchacho cuenta que su hijo también fue el motivo del retorno, ya que cada cierre de sesión de una charla por Internet con su familia en Uruguay se traducía en lágrimas del niño y en la repetida frase: “Papá quiero ir a Uruguay”.

Una nueva oportunidad
Ni bien llegaron, tanto él como su esposa recibieron diversas ofertas laborales. Ella está trabajando en la misma empresa que la dejó ir cuando decidieron partir al viejo continente. Él prepara un nuevo espectáculo carnavalero con Momolandia y diseña otros proyectos, con la esperanza de que la familia afiance su historia en Uruguay.

Su presente es su familia y sus amigos, el carnaval, la gente que podrá disfrutar de su arte y esencia en cada tablado de barrio, y el Uruguay que recuperó un hijo y un artista, que supo ser embajador en tierras ajenas.