CTEPA se inaugura el viernes 16 de mayo
Algunos momentos de los cinco años, desde que comenzó a armarse este proyecto autogestionario, fueron muy duros, asegura el presidente de CTEPA, Roberto Curci, en entrevista con la Secretaría de Comunicación.
La idea surgió tras una situación muy conflictiva en la industria fideera, con despidos en las firmas Las Acacias y Puritas, durante el Consejo de Salarios de 2009. El estatuto original del proyecto tiene anotados a 25 compañeros de trabajo, número que fue variando hasta los actuales 16 integrantes, porque algunos consiguieron otros empleos o hacían trabajos temporarios.
Entre los méritos de la cooperativa señalados por Curci, está el mantener a un grupo que tiene la sabiduría del trabajo y la meta de trasladar a otras personas el oficio de hacer fideos, los cuidados de la industria alimentaria y los diferentes estados del producto.
El dirigente aclara que fideos Alma no es una fábrica recuperada, porque se armó de cero con máquinas “muy viejitas” de Fiderías y Molinos del Uruguay (Fimur), modernizadas y puestas a nuevo por el grupo.
Actualmente están produciendo fideos cortos al huevo (ñoquis, dedal, tirabuzón, trompetín, en total 9 figuras), unos 300 kilogramos/hora, lo máximo que da la única máquina con la que cuentan. Faltan tres más para que reingresen los compañeros que no están trabajando en esta primera etapa. Se pueden llegar a ocupar de 50 a 70 trabajadores, además de brindar más movilidad productiva a la zona, apunta el entrevistado.
La cooperativa trabaja de las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche, pero el objetivo es llegar a producir las 24 horas, como se hace normalmente en la industria del fideo, meta a la que esperan llegar cuando se instalen con fuerza en el mercado nacional. La fabricación es artesanal, compleja y rigurosamente controlada en sus facetas de estacionamiento, secado a determinada temperatura de humedad y envasado.
Instituciones, capacitación, mercado y Estado
En seis meses armaron el proyecto de autogestión con el asesoramiento de la Unidad de Estudios Cooperativos (UEC) de la Universidad de la República, organización que los acompaña desde hace cinco años.
Desde el estatuto y actividad social de la CTEPA se afilian a la Federación de Cooperativas de Producción de Uruguay (FCPU). El aprendizaje es constante entre técnicos, trabajadores y estudiantes, porque comparten una cultura de trabajo, pasando por la música o el lenguaje del área, acción que se transforma en un vínculo que cuestiona las diferencias sociales, las debilidades y los aciertos, indica Curci.
Al iniciar el proyecto también contaron con la orientación a nivel de compromiso económico, inversión y mercado, de la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND). La relación de la cooperativa también es intensa con la UTU, a través de cursos de autogestión instrumentados por la UEC a más de 600 estudiantes.
El Fondo para el Desarrollo (Fondes), de la Oficina del Planeamiento y Presupuesto, aportó al proyecto 216.000 dólares, además de un capital de giro de 70.000 dólares. A su vez, el Ministerio de Industria, Energía y Minería colaboró con 108.000 dólares para la construcción de galpones de producción, hechos con toda la rigurosidad que requiere el sector y la mano de obra de otras cooperativistas de Canelones.
También el Banco de la República (BROU) proporcionó 260.000 dólares para la compra de maquinaria que perteneció a Fimur. El dinero lo comenzarán a devolver en setiembre, cuando mejoren la producción y estén más insertos en el mercado.
Además, los cooperativistas participaron en cursos de exportación del Instituto Uruguay XXI y conocieron los mecanismos de presentación en ferias internacionales, eje de la demanda, en el marco de una pronosticada crisis alimentaria mundial.
Autogestión y organización
Las cooperativas de autogestión no tienen propietarios y empleados en el circuito laboral, porque todos sus integrantes participan en las tareas. No hay una figura de patrón o de un gerente concentrador de la labor, explica Curci.
Para producir tiene que haber responsabilidades compartidas, distribución de trabajo y colaboración. “No es un estado de asamblea permanente; el que no entiende eso, no sé si está capacitado para hacer un emprendimiento de este tipo, no hay que esperar que me digan cuando trabajo y cuando no, eso lo define el mismo proyecto”, precisa.
Lo único que cambia es la propiedad del trabajo porque todo lo demás es lo que hacían los trabajadores.
“Uno tiene más responsabilidades, más riesgos, más usufructos y reparto de utilidades, pero también puede orientar la fabricación a estándares de calidad o seguridad en el trabajo o tener un salario único, como en este caso, para todos los integrantes de la empresa. No es solamente la dinámica de vender fideos y comprar harina”, puntualiza.
Trabajadores de la alimentación consolidan su proyecto productivo autogestionario
Con la perspectiva de exportar sus fideos Alma a Venezuela, Brasil y Estados Unidos, la Cooperativa de Trabajadores Emprendimiento Popular Alimentario (CTEPA) ya produce desde enero para el mercado nacional. Este proyecto de trabajo autogestionario ubicado en el predio del ex frigorífico Comargen, en el Parque Tecnológico Canario de Las Piedras, tendrá su corte de cinta inaugural el viernes 16 de mayo.

La idea surgió tras una situación muy conflictiva en la industria fideera, con despidos en las firmas Las Acacias y Puritas, durante el Consejo de Salarios de 2009. El estatuto original del proyecto tiene anotados a 25 compañeros de trabajo, número que fue variando hasta los actuales 16 integrantes, porque algunos consiguieron otros empleos o hacían trabajos temporarios.
Entre los méritos de la cooperativa señalados por Curci, está el mantener a un grupo que tiene la sabiduría del trabajo y la meta de trasladar a otras personas el oficio de hacer fideos, los cuidados de la industria alimentaria y los diferentes estados del producto.
El dirigente aclara que fideos Alma no es una fábrica recuperada, porque se armó de cero con máquinas “muy viejitas” de Fiderías y Molinos del Uruguay (Fimur), modernizadas y puestas a nuevo por el grupo.
Actualmente están produciendo fideos cortos al huevo (ñoquis, dedal, tirabuzón, trompetín, en total 9 figuras), unos 300 kilogramos/hora, lo máximo que da la única máquina con la que cuentan. Faltan tres más para que reingresen los compañeros que no están trabajando en esta primera etapa. Se pueden llegar a ocupar de 50 a 70 trabajadores, además de brindar más movilidad productiva a la zona, apunta el entrevistado.
La cooperativa trabaja de las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche, pero el objetivo es llegar a producir las 24 horas, como se hace normalmente en la industria del fideo, meta a la que esperan llegar cuando se instalen con fuerza en el mercado nacional. La fabricación es artesanal, compleja y rigurosamente controlada en sus facetas de estacionamiento, secado a determinada temperatura de humedad y envasado.
Instituciones, capacitación, mercado y Estado
En seis meses armaron el proyecto de autogestión con el asesoramiento de la Unidad de Estudios Cooperativos (UEC) de la Universidad de la República, organización que los acompaña desde hace cinco años.
Desde el estatuto y actividad social de la CTEPA se afilian a la Federación de Cooperativas de Producción de Uruguay (FCPU). El aprendizaje es constante entre técnicos, trabajadores y estudiantes, porque comparten una cultura de trabajo, pasando por la música o el lenguaje del área, acción que se transforma en un vínculo que cuestiona las diferencias sociales, las debilidades y los aciertos, indica Curci.
Al iniciar el proyecto también contaron con la orientación a nivel de compromiso económico, inversión y mercado, de la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND). La relación de la cooperativa también es intensa con la UTU, a través de cursos de autogestión instrumentados por la UEC a más de 600 estudiantes.
El Fondo para el Desarrollo (Fondes), de la Oficina del Planeamiento y Presupuesto, aportó al proyecto 216.000 dólares, además de un capital de giro de 70.000 dólares. A su vez, el Ministerio de Industria, Energía y Minería colaboró con 108.000 dólares para la construcción de galpones de producción, hechos con toda la rigurosidad que requiere el sector y la mano de obra de otras cooperativistas de Canelones.
También el Banco de la República (BROU) proporcionó 260.000 dólares para la compra de maquinaria que perteneció a Fimur. El dinero lo comenzarán a devolver en setiembre, cuando mejoren la producción y estén más insertos en el mercado.
Además, los cooperativistas participaron en cursos de exportación del Instituto Uruguay XXI y conocieron los mecanismos de presentación en ferias internacionales, eje de la demanda, en el marco de una pronosticada crisis alimentaria mundial.
Autogestión y organización
Las cooperativas de autogestión no tienen propietarios y empleados en el circuito laboral, porque todos sus integrantes participan en las tareas. No hay una figura de patrón o de un gerente concentrador de la labor, explica Curci.
Para producir tiene que haber responsabilidades compartidas, distribución de trabajo y colaboración. “No es un estado de asamblea permanente; el que no entiende eso, no sé si está capacitado para hacer un emprendimiento de este tipo, no hay que esperar que me digan cuando trabajo y cuando no, eso lo define el mismo proyecto”, precisa.
Lo único que cambia es la propiedad del trabajo porque todo lo demás es lo que hacían los trabajadores.
“Uno tiene más responsabilidades, más riesgos, más usufructos y reparto de utilidades, pero también puede orientar la fabricación a estándares de calidad o seguridad en el trabajo o tener un salario único, como en este caso, para todos los integrantes de la empresa. No es solamente la dinámica de vender fideos y comprar harina”, puntualiza.