Discurso en la conmemoración de los 80 años de la FAO

Desgrabación

Palabras del presidente de la República, Yamandú Orsi, en la conmemoración de los 80 años de la FAO, el 16 de octubre de 2025, en Roma, Italia.

“Quiero saludar al señor director general de la FAO, Qu Dongyu; a su majestad, Letsi de Lesotho; a su majestad, Letizia de España; a la princesa Basma Bint Ali, de Jordania. Señores, ministros, ministras, autoridades. 

Y permítanme también saludar, desde aquí, a todos los que en este momento no deben tener ni idea sobre qué es el Día Mundial de la Alimentación, pero deben estar trabajando la tierra como todos los días, teniendo callos en sus manos y soportando las inclemencias del tiempo para que los alimentos lleguen a nuestra mesa. Para toda esa gente vaya a nuestro reconocimiento. Para toda la gente en cualquier rincón del mundo que trabaja todos los días, a veces sin saber dónde va a llegar ese plato de comida, vaya a nuestro reconocimiento.

“Fiat Panis”, “Que haya pan para todos”. Esas dos palabras en latín grabadas en el logo de la FAO contienen el espíritu de esta organización que perdura desde su fundación, 80 años atrás, un 16 de octubre de 1945, cuando tuvo lugar la primera conferencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.

Ese mismo día, pero 35 años después, se decidió conmemorar el 16 de octubre como el Día Mundial de la Alimentación, un llamado a un mundo libre del flagelo del hambre y la desnutrición.

Esa conferencia inicial, que tomó en sus manos la titánica tarea de lidiar con los elementos tan básicos y necesarios para la vida humana como son la agricultura y la alimentación, mantiene su plena vigencia 80 años después.

El derecho a la alimentación, consagrado como derecho humano universal, es un pilar imprescindible en el camino para alcanzar una vida digna y plena.

Tal es el convencimiento de nuestras naciones que, a través de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, hemos reafirmado nuestro compromiso como naciones para poner fin al hambre de una vez por todas y lograr la seguridad alimentaria global, que es la condición indisociable para un desarrollo sostenible y una paz duradera. Lamentablemente, estos nobles objetivos distan de ser alcanzados.

De acuerdo al “Estado de Seguridad Alimentaria y la Nutrición del Mundo”, publicado por la FAO, anualmente 2.300 millones de personas tienen algún problema de inseguridad alimentaria moderada o grave durante el año 2024.

A su vez, los conflictos, cuyo nivel de intensidad han crecido en los últimos 5 años, siguen siendo la principal causa de inseguridad alimentaria y hambre, generando desplazamientos de personas y socavando las capacidades de producir, transformar y distribuir alimentos.

En este contexto, los déficits de financiación destinada a la ayuda humanitaria y el desarrollo amenazan con reducir drásticamente la prestación de ayuda alimentaria y nutricional en puntos críticos, pudiendo resultar en el agravamiento significativo de situaciones de inseguridad alimentaria aguda ya existentes.

Tampoco podemos soslayar los impactos negativos del cambio climático en la producción de alimentos y la inseguridad alimentaria dada la creciente ocurrencia de fenómenos climáticos extremos y la frecuente propagación de plagas y enfermedades a través de las fronteras.

El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, señalaba de forma explícita que el hambre en el siglo XXI es indefendible, marcando la vida de millones de personas no por semanas o por meses, sino por años e incluso vidas enteras. Esta realidad no podemos ni debemos aceptarla. 

Hace 80 años, como Naciones Unidas entendimos la importancia de actuar en conjunto para afrontar esos problemas. Hoy, frente a la crisis compleja y acumulativa, la acción conjunta es un imperativo. 

El hambre es un problema de envergadura global que se concatena con los otros desafíos, también globales, superando la capacidad de respuesta individual de cualquier estado. En este sentido, no creo equivocarme al afirmar que, si queremos un planeta libre del azote del hambre, debemos reafirmar nuestro compromiso con el multilateralismo. Solo juntos, mano con mano por alimentos y un futuro mejor, es posible avanzar hacia una solución duradera. 

América Latina y el Caribe y en especial nuestro país, Uruguay, pueden y deben ser parte de esta solución. Producimos alimentos de calidad y cantidad suficiente como para abastecer comunidades que trascienden nuestras fronteras.

En Uruguay, nuestra vocación natural como como proveedores confiables de alimentos de calidad se traduce en la capacidad de suministrar alimentos a 30 millones de personas, más de ocho veces lo que necesita nuestra propia población. Esto es un activo estratégico, un capital crítico que debe ser aprovechado para avanzar hacia la erradicación del hambre.

Uruguay puede y debe responder por una seguridad alimentaria y nutricional humana y, para ello, es necesario mantener las corrientes de comercio nacional, abiertas y previsibles. Las mismas son los vectores primordiales para movilizar alimentos y combatir el hambre. 

Además, de más está decir que Uruguay también adhiere a esta iniciativa de cooperación y de colaboración con alimentos para la Franja de Gaza.

Tampoco debemos descuidar la colaboración entre nuestros pueblos, continuar tendiendo puentes, por ejemplo, la iniciativa “Mano de la mano” de la FAO es ilustrativa de lo que podemos alcanzar avanzar cuando trabajamos codo con codo.

Al unir recursos con necesidades críticas y hacerlo desde un enfoque ascendente que se origina desde los propios territorios, la iniciativa ha demostrado una y otra vez el valor crucial que pueden alcanzar los esfuerzos mancomunados para combatir el hambre y la pobreza en las poblaciones más vulnerables.

A nivel estratégico, creo que es relevante subrayar la actualización del Plan de Seguridad Alimentaria Nutricional y Erradicación del Hambre de la CELAC, también conocido como el “Plan Sancelac”, aprobado por unanimidad de nuestros 33 países latinoamericanos y caribeños en el año 2024 y que representa la constatación de un consenso regional para la lucha contra el hambre y la malnutrición. Es una respuesta concreta de América Latina y el Caribe para cumplir con los objetivos internacionales establecidos en la Agenda 2030 y que espero se puedan apoyar en el compromiso alcanzado en Sevilla, este año.

Confiamos en que desde la presencia pro tempore de Uruguay en la CELAC podamos seguir contribuyendo a tender puentes en pro de la construcción de consensos que den resultados en los tiempos que vivimos. Por nuestra parte, como Uruguay, seguiremos trabajando en pos de estas máximas con todos los actores involucrados. 

En este 80 aniversario de la FAO debemos recordar la misión asumida 80 años atrás. Renovemos el espíritu que nos impulsó a fundar esta organización y trabajemos para que su lema Fiat Panis deje de ser una aspiración y se transforme en una realidad.

Porque, en definitiva, como dijo su santidad León XIV, quienes pasan hambre no nos son ajenos, sino que son nuestros hermanos y, en definitiva, en base a la filosofía, en base a esa vocación antropológica de entender que el otro es nuestro hermano, así podremos salir adelante. Muchas gracias”.

 

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