Viernes 3 a las 20:00 horas en Canelones
El libro escrito por José López Mercao y Hernán Bello, dividido en cuatro partes y 46 capítulos, aporta una mirada sobre los emprendimientos productivos y las cooperativas de trabajadores, instancia que para los autores implicó un itinerario complejo y dilatado que los llevó desde Santa María de la Bella Unión, en el extremo norte uruguayo, a las fábricas y talleres del sur que albergaban la obrería autogestionaria.
En ese contexto, Mercao y Bello compartieron con los protagonistas las premuras, anhelos, certezas, historias, y frustraciones.
Citan las experiencias de FUNSA, Envidrio, Uruven, Anert, Caorsi, Molino Santa Rosa, Urutransfort, Cotrapay, Calvinor, Cetepa, Moda Chic, entre otras cooperativas y emprendimientos productivos.
También abordan la creación del Fondo para el Desarrollo (Fondes), acción sustancial para el respaldo a las empresas recuperadas, así como el rol preponderante que cumple el Banco de la República (BROU). Ambos instrumentos fueron vitales para los proyectos de autogestión que se desarrollan en comunidad, con utilización de tecnología y con el objetivo de integrar cadenas de producción a nivel nacional.
Santa Rosa: triguera y milagrosa
Una de las experiencias que muestra el libro en su capítulo 21 es la historia del Molino Santa Rosa, una empresa inaugurada en 1925 y está ubicada a 51 kilómetros de Montevideo, en las cercanías del empalme entre las rutas 6 y 11, en el departamento de Canelones.
El nombre original de la empresa era Fideería y Molinería del Este y elaboraba el producto para abastecer la fideera. Hasta la década del 60 trabajaban 300 personas, en su mayoría mujeres.
En 1990 va a la quiebra por primera vez y 1998 la segunda y última. En 1999 nace la cooperativa de trabajadores Molino Santa Rosa, con 15 personas en administración y ventas; después quedó una sola persona en esa área porque se los llevó la competencia, relatan los trabajadores.
En 2003, la cooperativa es declarada de interés departamental y en 2004 se procede al remate del molino por parte del BROU. Los actuales emprendedores indican que en 2000 empezaron a negociar el remate y en 2003 firmaron un acuerdo que cerraron las conversaciones que cedían los créditos a los trabajadores.
En 2005 se termina la producción a façon (con insumos del cliente) que era 75 % de lo que se trabajaba, porque no tenían dinero para comprar trigo y estaban débiles en la parte logística, situación que los obligó a establece una política comercial de cercanía a 100 kilómetros del molino, pues si llegaban más lejos la competitividad se resentía.
De este modo llegaron a 2007, cuando comenzaron con las primeras líneas de crédito, lo cual le otorga seguridad al negocio.
En la publicación, los trabajadores cuentan que precisaban 27.000 dólares para levantar la llave de la luz y el respaldo se encontró en la gente del pueblo. Según sus propias palabras, en 2004, el día del remate, vino un distribuidor muy grande de Canelones y la gente no lo dejó entrar.
El BROU decidió presentarse al remate y el primer oferente tenía como base 350.000 dólares, lo que después se amplió a 450.000 dólares. Sólo se presentó el BROU y terminó comprando al molino.
Los emprendedores indican que cuando el molino se cerró había 70 personas trabajando y actualmente es el mismo número; los socios fundadores eran 44. Sostienen que hoy tienen entre 30 y 40 % de capacidad ociosa en la planta, situación que es consecuencia de no tener mercado.
Actualmente el Molino tiene el 5 % del mercado interno. La marca registrada es Santa Unión y están tratando de registrar dos más, Harina Santa Rosa y Molino Santa Rosa.
Tienen contactos con cadenas de supermercados; están investigando para desarrollar más líneas de harina; y la gente de mantenimiento hace maravillas para reparar piezas obsoletas, que se consideraban irremplazables, momentos que cuentan en un extenso capítulo lleno de objetivos, sacrificios y sólido trabajo en equipo.
Presentación del libro “Autogestión, un rumbo de todos” en la Fiesta del Pan y del Vino
El renacimiento como cooperativa de trabajadores del añejo Molino Santa Rosa, en Canelones, es una de las enriquecedoras historias del quehacer colectivo contenidas en el libro “Autogestión, un rumbo de todos”. Editada por Presidencia de la República, la obra será presentada este viernes por la noche en la Fiesta del Pan y del Vino, con la presencia del Presidente José Mujica y otras autoridades.

En ese contexto, Mercao y Bello compartieron con los protagonistas las premuras, anhelos, certezas, historias, y frustraciones.
Citan las experiencias de FUNSA, Envidrio, Uruven, Anert, Caorsi, Molino Santa Rosa, Urutransfort, Cotrapay, Calvinor, Cetepa, Moda Chic, entre otras cooperativas y emprendimientos productivos.
También abordan la creación del Fondo para el Desarrollo (Fondes), acción sustancial para el respaldo a las empresas recuperadas, así como el rol preponderante que cumple el Banco de la República (BROU). Ambos instrumentos fueron vitales para los proyectos de autogestión que se desarrollan en comunidad, con utilización de tecnología y con el objetivo de integrar cadenas de producción a nivel nacional.
Santa Rosa: triguera y milagrosa
Una de las experiencias que muestra el libro en su capítulo 21 es la historia del Molino Santa Rosa, una empresa inaugurada en 1925 y está ubicada a 51 kilómetros de Montevideo, en las cercanías del empalme entre las rutas 6 y 11, en el departamento de Canelones.
El nombre original de la empresa era Fideería y Molinería del Este y elaboraba el producto para abastecer la fideera. Hasta la década del 60 trabajaban 300 personas, en su mayoría mujeres.
En 1990 va a la quiebra por primera vez y 1998 la segunda y última. En 1999 nace la cooperativa de trabajadores Molino Santa Rosa, con 15 personas en administración y ventas; después quedó una sola persona en esa área porque se los llevó la competencia, relatan los trabajadores.
En 2003, la cooperativa es declarada de interés departamental y en 2004 se procede al remate del molino por parte del BROU. Los actuales emprendedores indican que en 2000 empezaron a negociar el remate y en 2003 firmaron un acuerdo que cerraron las conversaciones que cedían los créditos a los trabajadores.
En 2005 se termina la producción a façon (con insumos del cliente) que era 75 % de lo que se trabajaba, porque no tenían dinero para comprar trigo y estaban débiles en la parte logística, situación que los obligó a establece una política comercial de cercanía a 100 kilómetros del molino, pues si llegaban más lejos la competitividad se resentía.
De este modo llegaron a 2007, cuando comenzaron con las primeras líneas de crédito, lo cual le otorga seguridad al negocio.
En la publicación, los trabajadores cuentan que precisaban 27.000 dólares para levantar la llave de la luz y el respaldo se encontró en la gente del pueblo. Según sus propias palabras, en 2004, el día del remate, vino un distribuidor muy grande de Canelones y la gente no lo dejó entrar.
El BROU decidió presentarse al remate y el primer oferente tenía como base 350.000 dólares, lo que después se amplió a 450.000 dólares. Sólo se presentó el BROU y terminó comprando al molino.
Los emprendedores indican que cuando el molino se cerró había 70 personas trabajando y actualmente es el mismo número; los socios fundadores eran 44. Sostienen que hoy tienen entre 30 y 40 % de capacidad ociosa en la planta, situación que es consecuencia de no tener mercado.
Actualmente el Molino tiene el 5 % del mercado interno. La marca registrada es Santa Unión y están tratando de registrar dos más, Harina Santa Rosa y Molino Santa Rosa.
Tienen contactos con cadenas de supermercados; están investigando para desarrollar más líneas de harina; y la gente de mantenimiento hace maravillas para reparar piezas obsoletas, que se consideraban irremplazables, momentos que cuentan en un extenso capítulo lleno de objetivos, sacrificios y sólido trabajo en equipo.