Plan Integral de Prevención 2021-2025 - E-book

Por qué un Sistema Integral de alcance nacional

Desde la JND, se viene consolidando un conjunto de acciones que conforman un sistema de carácter interinstitucional, integrado por políticas, programas y herramientas conceptuales, metodológicas y comunicacionales, que de forma diversificada buscan desarrollar:

  • Abogacía: fundamentalmente dirigida a los tomadores de decisión en materia de políticas de prevención y cuidados.
  • Transferencia conceptual y metodológica: dirigida a quienes ejercen roles significativos en la vida cotidiana de las personas en función de los espacios de socialización por los que transitan, es decir, actores educativos, comunitarios, sociales, laborales, familiares, grupos de jóvenes, gestores de redes sociales, medios de comunicación, entre otros.
  • Sensibilización, comunicación e información: con alcance universal y particular o selectivo.
  • Transformación ambiental: acciones orientadas a la transformación de los entornos, fortaleciendo su capacidad de protección y cuidado.

Uruguay Previene, es la nominación que la JND ha elegido para representar a las políticas de prevención que conforman el Sistema Nacional; el mismo, requiere la consolidación de acuerdos intersectoriales y fortalecer la matriz de protección social con el objetivo de la restitución de derechos, la promoción de una convivencia saludable y solidaria y el involucramiento de todos los actores sociales. Esto es, mirar de forma simultánea y generar acuerdos en clave preventiva entre el sistema educativo, el de salud, el penitenciario y las políticas sociales en general.

SISTEMA NACIONAL INTEGRAL DE PREVENCIÓN

 

Como síntesis de lo hasta aquí compartido, se puede concluir que las acciones de prevención tienen que:

  • ser el resultado de un proceso sistemático y continuo, no de acciones aisladas.
  • promover la plena participación de quienes integran una comunidad (sea educativa, barrial, laboral y/o familiar) y partir de sus saberes, evitando hacer de la prevención un tema de expertos externos a la misma.
  • tener presente los hábitos, culturas, mitos y creencias construidos en el seno de la comunidad, para problematizarlos y potenciarlos como factores protectores.
  • hacer confluir una batería de acciones que influyan, a la vez, en las conductas socialmente aceptadas, en las representaciones sociales sobre los usos de drogas, en las normas y leyes que regulan los estados o comunidades, en la publicidad y en la disponibilidad de las sustancias. Hay evidencia suficiente para concluir que el solo hecho de brindar información o advertir sobre los riesgos del consumo, no modifica conductas.

El diseño del Sistema Integral Nacional de Prevención está orientado por cuatro indicadores cardinales que son los que ofician de horizonte para la implementación de políticas preventivas, a saber:

a. Retrasar la edad de inicio del uso de drogas.

b. Aumentar la percepción de riesgo que las personas tienen en relación al uso de drogas y fortalecer los factores de protección.

c. Incrementar el involucramiento familiar y del mundo adulto en general.

d. Facilitar el acceso y la no discriminación a la protección social y políticas públicas en general.

a. Edad de inicio

Uno de los indicadores más estudiados en relación a la prevención es la edad de inicio del consumo, pudiéndose establecer que cuanto más joven es una persona al momento de comenzar el consumo, mayor será la probabilidad de desarrollo de un uso problemático. Esta aseveración se basa en aspectos biológicos, psicológicos y sociales.

Desde el aspecto biológico el cerebro humano tiene un proceso de desarrollo continuo y las principales estructuras cerebrales, responsables de los procesos psicológicos de mayor complejidad, continúan madurando hasta los 25 años de edad.

El consumo de drogas en etapas tempranas de la vida interfiere con el normal desarrollo de estas estructuras que se encargan de funciones determinantes para el relacionamiento social, como el control de impulsos, la resolución de conflictos, entre otras. En este sentido, entre más se retrase el inicio en el consumo de cualquier sustancia, después de que haya concluido el desarrollo cerebral, se tendrá un mayor impacto preventivo (OPS, 2013).

A los factores neurobiológicos se suma el impacto del consumo en una etapa de la vida en la que se define el desarrollo de la personalidad y se adquieren las principales habilidades sociales.

Se ha observado además que el inicio temprano en el consumo aumenta la probabilidad de desarrollar dependencia y otros usos problemáticos.

b. La percepción del riesgo que implica consumir sustancias

“La percepción del riesgo, ya sea para la salud de una persona o en general, se considera un factor importante en la decisión de consumir drogas. Los datos han demostrado que a medida que disminuye la percepción del riesgo, el uso de drogas tiende a aumentar” (OEA-CICAD, 2019).

El Observatorio Uruguayo de Drogas (OUD), en su informe de la VII Encuesta Nacional sobre consumo de drogas en población general, observa que: “(…) la percepción de riesgo es una medida subjetiva de la percepción del daño asociado al consumo de determinada droga. Es una actitud o predisposición que participa de alguna manera en lo conductual. Es una construcción subjetiva, una interpretación del individuo concreto pero que se nutre también de las representaciones sociales de su entorno. En otras palabras, la percepción de riesgo del consumo da cuenta de una actitud a la que normalmente se le asocia cierta incidencia en los comportamientos(…). En general, es esperable que a medida que aumenta la percepción del riesgo, el consumo descienda” (OUDJND, 2019: 44).

En este sentido, en base a la evidencia generada, se entiende que no existe una relación lineal sino compleja entre el nivel de percepción del riesgo que pueda tener una persona o colectivo y el uso problemático de drogas ya que, en ese proceso, intervienen factores ambientales, grupales, familiares, individuales y las particularidades de cada sustancia.

Los insumos generados por las investigaciones realizadas por el OUD permiten visualizar la complejidad del tema, tanto a la hora de diseñar las políticas de prevención del uso problemático de drogas, así como de la elaboración de acciones específicas y el rol preponderante que pueden cumplir las medidas de cuidado como factor de protección.

Igualmente, se entiende que promover el aumento de la utilización de las medidas de cuidado, constituye en sí, un logro de la política preventiva sobre el uso problemático de drogas, aunque no alcancen el mismo nivel de cumplimiento de objetivos para los usos de todas las sustancias psicoactivas.

c. Incrementar el involucramiento familiar y del mundo adulto en general

Hay evidencia que apunta a mostrar el papel que juegan las familias[3] como factor de protección o de riesgo sobre el consumo de drogas, en particular en la etapa adolescente. Investigaciones acerca de los entornos familiares reportan que la intervención de la familia tiene mucha importancia y puede ser decisiva en el comportamiento que asuman los y las adolescentes (Becoña, 2002), pudiéndose concebir entonces como un factor de protección o de riesgo.

Es en los ámbitos de mayor proximidad, donde los y las adolescentes suelen tener sus primeros acercamientos al consumo de sustancias, fundamentalmente las legales. Esto, sumado al desconocimiento de las actividades del hijo/a, al establecimiento de normas y límites poco claros, a la falta de tiempo para compartir espacios comunes donde circulen la palabra y los afectos, y a una creciente exposición de los/as niños, niñas y adolescentes a dispositivos electrónicos, configuran factores de riesgo para el desarrollo de conductas asociadas a los consumos.

Es por eso que el involucramiento familiar o de referentes adultos significativos con las actividades, preocupaciones y, en general, con el mundo de los adolescentes adquiere especial relevancia en esta etapa y habilita la consolidación de vínculos de confianza y seguridad que, en la mayoría de los casos, contribuye al desarrollo saludable de los adolescentes (OUD-JND, 2022:111).

d. Facilitar el acceso y la no discriminación a la protección social y políticas públicas en general

Las personas como sujetos en relación, forman parte de un entramado social en el que la realidad no es simplemente aquello que se ve, sino que es necesario ampliar la mirada para comprender la complejidad.

Acercarse a la persona, al entorno y a su situación, es uno de los modos posibles de ampliar la mirada. Para lograr esta proximidad es necesario preguntarse por la historia y el momento actual, las capacidades colectivas, las habilidades singulares, los factores de riesgo y protección, los derechos reconocidos y vulnerados, y los proyectos de vida posibles de ser construidos en un contexto socio-histórico determinado.

En relación a cómo la sociedad construye discursos sobre quiénes y cómo son las personas que usan drogas, se generan las respuestas por parte de ésta, particularmente desde las políticas públicas y los diferentes servicios sociales y de salud, quedando muchas veces el prejuicio y la estigmatización por encima del reconocimiento de sus derechos.

Por eso es necesario facilitar el acceso de las personas que usan drogas a la protección social y a políticas públicas generales, evitando la discriminación, el estigma y la criminalización. Desde esta perspectiva, la integración social y la reconstrucción del tejido social (incluyendo acciones específicas para algunos grupos poblacionales) son herramientas privilegiadas para las estrategias de prevención

 

Notas

[3] Se parte de la concepción de familia de Vidal (2001) que plantea que “es un conjunto de dos o más individuos, que se perciben como interdependientes basados en conexiones sanguíneas, lazos legales o acuerdos tanto explícitos como implícitos. Conforman un sistema de vínculos estables, con un sentido de pertenencia, identidad, fidelidades, bienes afectivos y materiales y comparten un cierto trecho de historia, una cotidianeidad, un proyecto futuro y códigos  propios”.

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