Mujeres rurales

“Me encanta vivir en el campo, y no lo cambiaría por nada”

Historias de mujeres rurales y del agro: en el mes de la mujer, la Dirección General de Desarrollo Rural (DGDR) del MGAP comparte historias de mujeres que viven y trabajan en el medio rural de nuestro país.
Margot Cabrera

Margot Cabrera es una mujer rural que vive en el paraje Batoví, departamento de Durazno. Junto a otras cuatro mujeres, una de ellas su hija, que también es maestra, integra el grupo AMBAR, que produce huevos con gallinas ponedoras, que comercializan en conjunto. Fue asalariada rural en una cabaña ovina, donde “cuidaba 850 ovejas sola con un perrito; trabajé hasta que se vendió”, nos cuenta. Hoy, cría en su predio también ovejas, con la ayuda de la familia. “Desde que nací vivo en el campo, estudié secundaria también… me encanta vivir en el campo, y no lo cambiaría por nada”, nos dice orgullosa.

 

Somos Mujeres Rurales

El grupo AMBAR (Asociación de Mujeres Batoví Avícolas Rurales) funciona desde 2017. Tres de estas mujeres están registradas como productoras familiares ante el Registro de Producción Familiar que lleva adelante la Dirección General de Desarrollo Rural del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Las dos nuevas integrantes están en proceso de registro. Todas están radicadas en el campo en pequeños predios con producción diversificada que incluye ganadería mixta, cría de cerdos y aves.

Presentaron un proyecto al llamado “Somos Mujeres Rurales 3ª edición”, con el objetivo de fortalecer la producción avícola, específicamente la venta de huevos. Margot nos cuenta que “es el segundo proyecto que presentamos al Somos Mujeres Rurales… Es un proyecto de gallinas ponedoras, compramos las pollitas bebé y las criamos para después vender los huevos”.

El apoyo recibido fue para financiar la compra de las ponedoras, y ampliar la producción, lo que les permite una independencia económica fundamental para las participantes. Nos cuenta que ahora tienen un tercer gallinero, financiado también con este proyecto, donde “criamos las pollitas y producimos huevos que vendemos”. En este momento tienen una gran demanda de pedidos de huevos, que no pueden abastecer completamente: “deberíamos tener el doble de gallinas”, afirma.

Nos cuenta que en su predio está uno de los tres gallineros, y que en total tienen alrededor de 600 gallinas ponedoras. Otro de los gallineros está en el predio de enfrente, calle por medio, y el tercero está a un kilómetro: “estamos todas cerquita”, dice. Relata que con el apoyo económico del proyecto, además financiaron asistencia técnica con una especialista en avicultura: “nos orientó en nutrición, respecto a la sanidad y manejo de las gallinas, y también en infraestructura… tuvimos varias visitas de la técnica”.

Nos comenta que en su gallinero y el que está en el predio lindero, producen aproximadamente 100 maples de huevos por mes. El otro que está más alejado, tiene más gallinas ponedoras y producen más. Todo lo producido lo venden a clientes particulares y almacenes de la zona.

“Estamos en el cierre del proyecto, ahora estamos haciendo el cierre y la rendición de cuentas, con el contador”, nos cuenta. Afirma que todos los apoyos recibidos desde la DGDR del MGAP, las ha ayudado mucho.

 

Su vida en familia

Vive en el campo desde que nació, ahora con su esposo que es jubilado militar, su hija que es maestra, el esposo de su hija, y su nieta que tiene 10 años. En el predio cría ovejas y trabajan entre todos. Sobre su nieta, nos cuenta orgullosa: “trabaja a la par mía, es la compañera en las tareas del campo”. En un momento en que ella estaba sin poder realizar las tareas por motivos de salud, su nieta, al llegar de la escuela, “se iba a llevar las ovejas a la chacra, que está en el fondo del campo… solita se iba, echaba las ovejas a la avena, pastoreaba una hora la majada de 86 ovejas, acompañada solamente por su perro”.

Nos comenta que también recibieron apoyos de la DGDR en el marco del proyecto “Más valor a la producción ovina”, con otro grupo de mujeres, también de la zona: “hacíamos ecografías, y trabajábamos juntas en todo eso”. Con este proyecto ella pudo realizar un pozo semisurgente en su predio, cerca de la casa y de las instalaciones, y piletas y bebederos para las ovejas, que también complementaron con praderas para alimentarlas. “Estuvo muy bueno ese proyecto, al igual que otros; la verdad que el ministerio nos ha ayudado mucho”, comenta.

 

Juntarse entre mujeres

 “Me gustaría tener un invernáculo, me encantaría que saliera un proyecto para producir, juntas, verduras para consumo y para vender”. Es algo pendiente, nos dice.

Con las otras integrantes “hemos visitado otras mujeres de otros proyectos dentro del mismo rubro avícola… anduvimos en Tapia, en San Miguel, todo ahí en la zona de Canelones, en Toledo, e incluso hemos tenido contacto con otras mujeres que producen en otros rubros, por ejemplo las mujeres que procesan las verduras y la envasan; visitamos la fábrica y las quintas”.

Recuerda su participación en el Encuentro de Mujeres Rurales que se realizó en octubre de 2018, en el anexo del Parlamento, en el marco del Día de la Mujer Rural, al que asistieron 120 mujeres rurales de todo el país. “Fue una experiencia muy linda; fue espectacular”, comenta emocionada.

También relata que alguna de las mujeres del grupo participa todos los meses en las Mesas de Desarrollo Rural, que van rotando de locación: “es algo lindo, productivo”, porque se enteran de todo lo que sucede vinculado a la producción rural de la zona.

 “Las mujeres rurales producimos alimentos sanos, aportamos a la producción del hogar, de la familia”, dice orgullosa.

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