Mujeres rurales

Mujeres rurales se encontraron en la escuela 41 en Canelones para compartir sus temas de preocupación y sus sueños...

El pasado 31 de octubre se realizó un encuentro de mujeres rurales en la Escuela 41 Alfredo Zitarrosa, del paraje Cuchilla Cabo de Hornos, en el departamento de Canelones. Participaron unas 30 mujeres vinculadas a tres escuelas rurales de Canelones, la 41 Alfredo Zitarrosa, la Escuela 80 de Sauce de Solís y la 150 de paraje Feliciano.
Grupo mujeres rurales

La actividad, realizada en el marco del Mes de las Mujeres Rurales, se llamó “Los derechos al campo” y fue organizada en conjunto por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca a través de la Dirección General de Desarrollo Rural, El Ministerio de Desarrollo Social a través del Instituto Nacional de las Mujeres y el Consejo de Educación Inicial y Primaria, a través de la maestra CAPDER (Centros de Apoyo Pedagógico Didáctico para Escuelas Rurales). El objetivo fue promover que las madres y vecinas de las escuelas rurales logren contactarse con sus principales necesidades, problemáticas y deseos como mujeres rurales.

Durante la jornada se realizó una ronda de presentación, un taller de reflexión sobre aquellos temas que les interesaría dialogar con otras mujeres rurales, y sobre los temas que les preocupan. El almuerzo fue compartido y hubo un momento de puesta en común. Por la tarde se compartió una dinámica de construcción del árbol de los deseos, en materia de derechos y hubo un espacio para la difusión del llamado “Somos Mujeres Rurales” que impulsan la DGDR e INMUJERES.

En el encuentro, Sonia Morales, una productora de la zona, que participó de un proyecto en el marco de la convocatoria “Somos Mujeres Rurales”, con el grupo “Las Julianas”, contó su experiencia al resto de las mujeres. Su testimonio, como mujer rural fue muy movilizante y motivador para el resto de las mujeres participantes.

Sonia...

Mirta Sonia Morales vive en el paraje Solís Chico, Canelones: “Viví en el campo desde que nací hasta ahora, sigo trabajando en él... Necesariamente tengo que trabajar porque yo soy jubilada rural...”, cuenta.

Vive a 10 kilómetros de la ruta 80, a 8 kilómetros de Tapia: “Toda la vida fui agricultora, de plantar cosas y tenía cerdos... ya mucho no lo hago porque tengo problemas de columna, entonces empecé con las hierbas, pensando en esta edad, porque es un trabajo liviano, limpio y se hace adentro. Se recolecta en el campo pero la limpieza uno la hace bajo techo. Y eso es lo que hago ahora”, dice.

Sonia fue colona, vivió en un campo del Instituto Nacional de Colonización que queda pegado a su casa. Desde que se jubiló vive en un predio que sus padres le dejaron como herencia.

“Entre el 2006, 2007 vinieron unas asistentes sociales de Colonización y empezaron a reunir a las mujeres colonas en un galpón cerca de Tapia. Nos reuníamos de tardecita y ahí charlábamos y pensábamos... Después llegó un momento en que pensamos ‘qué hacemos’... teníamos que hacer algo, y alguien dijo ‘recolectemos hierbas’. Y ahí surgió la idea de visitar “Barrancas”, que habían formado un secadero solar con una nueva tecnología. Nos llevaron a visitar esa zona, vimos todo lo que hacían, que recolectaban y además plantaban...”, recuerda.

Cuenta que recolectaban carqueja, carnicera, marrubio, ortiga... todo lo que nace naturalmente en el campo. “Pensamos: si ellas lo aprovechan y lo venden, nosotras por qué no lo podemos hacer... Ahí volvimos con esa idea y ya a la reunión siguiente empezamos a llevar ramitos de hierbas... Después, nos ofrecieron el secadero del mismo proyecto de Barrancas, para que todas secáramos en ese galpón... Pero yo estaba a 6 kilómetros de allí y dije que yo iba a secar en mi casa...  Acá habíamos formado un grupito de tres mujeres, que secábamos juntas... Y entonces nos propusieron que si nosotras continuábamos con el proyecto, nos traían el secadero... Y lo trajeron. Después, se sumaron algunas señoras más. Se hizo una reunión para ver dónde íbamos a instalar el secadero y todas decidieron que se hiciera en mi casa...”, cuenta. “Yo no sabía nada de secado, pero aprendí... Las compañeras traían las hierbas y yo secaba y embolsaba. Empezamos en el 2007”, recuerda.

Las Julianas

Son seis recolectoras en total. “Cuando en 2014 salió el programa ‘Somos Mujeres Rurales’, armamos un proyecto y como no teníamos nombre, buscamos uno. Nos decidimos por ‘Las Julianas’, porque recordamos a un señor que cuando éramos chicas recolectaba hierbas por los campos y los caminos. Él llegaba a las casas de la gente, pedía permiso y recolectaba. Ponía en bolsas y llevaba en el tren para Pando. Nosotras al principio recolectábamos por los caminos y pensamos, ‘estamos como Julián’, entonces somos ‘Las Julianas’”.

Trabajaban mucho. Hacían el servicio de recolección y secado para la empresa Cabral, con quien trabajan actualmente: “Nadie nos conocía, éramos unas luchadoras silenciosas, unas guerreras silenciosas... hasta que llegó ‘Somos Mujeres Rurales’. Cuando eso, armamos el proyecto y lo aprobaron, ahí nos cambió la vida totalmente, porque la empresa nos pedía dos deshidratadores y un secadero forzado y teníamos un deshidratador. Con ese proyecto se hizo un secadero más y se compró un calefactor para hacer funcionar el secadero forzado. Y además se hicieron deshidratadores, que son como secaderos de nylon, en cada una de nuestras casas. Todo eso nos ha facilitado un montón. Somos otras ahora. Trabajamos con más comodidad...”, dice Sonia. Explica que a veces cuando tienen que hacer un envío y viene una semana de humedad, la hierba la absorbe, entonces encienden el calefactor, se quita la humedad y se envasa. “Es fundamental para nosotros”, dice.

Estas mujeres venden a la empresa Cabral, a granel, en bolsas. En algún momento vendieron para Homeopatía Alemana por medio de Calmañana, pero eso se dejó de hacer. Sonia cuenta que es bien pago el trabajo que hacen: “sí, porque a nosotras nos valoran mucho el secado. Es de muy buena calidad, queda bien seco, no pierde el color ni las propiedades de las hierbas. Cuidamos de no pasar el calor. Secamos entre 35 y 40 grados, más no... Es calidad. Tenemos muy buena calidad y la empresa lo ha destacado”, señala.

Además de recolectar hierbas, todas estas mujeres también atienden las tareas de la casa y del campo, ya que también tienen animales. Recolectan las hierbas más o menos dos horas en la mañana y dos en la tarde: “Después venimos, clasificamos todo, las limpiamos y después entran al secadero. Ahí lleva más o menos tres días el secado, según la hierba”, cuenta Sonia. Lo que más les piden es carqueja, carnicera y marcela. “Cada hierba tiene su temporada... La carqueja es todo el año, pero hay temporadas en que no se encuentra de buena calidad. Tiene que estar madura, mejor en diciembre y enero, después florece, sirve, pero hay que quitar la flor. Nosotras lo hacemos igual, pero la mejor época para recolectarla es en diciembre y enero. Carnicera no hay en invierno, desde noviembre hasta enero se recolecta bien”, explica.

Lo social

Además del trabajo, el hecho de reunirse con las otras mujeres también es muy importante para el grupo: “La parte social es muy importante, es hermoso porque uno aprende cosas, se distrae, vemos gente..., porque hasta que no salió ese proyecto nosotras no salíamos a ningún lugar, ni nadie nos invitaba porque no nos conocían... Ahora nos reunimos, tenemos el grupo ‘Mujeres en acción’. En la Fomento hay dos grupos más aparte de nosotras, las hueveras y las de las pastas; ‘Mujeres en acción’ nos nuclea a los tres grupos”, cuenta Sonia.

Las Julianas generalmente se reúnen el día en que envían las hierbas, y además tienen una reunión fijada una vez al mes.

El día del encuentro por el Día Internacional de las Mujeres Rurales, Sonia disfrutó muchísimo: “estuvo precioso, yo me vine encantada”, dice. “Las charlas que dieron, todo lo que se habló... aprendimos cosas... estuvo precioso”. “A mí me gustaría encontrarme más seguido. La idea era conversar sobre la situación de las mujeres, los problemas que a veces hay en la familia... la violencia... Acá en esta zona hace mucha falta ese tipo de charlas”, dice la recolectora de hierbas.

El encuentro sirvió para que muchas mujeres conocieran la experiencia de Las Julianas: “Ellas quedaron encantadas con nuestra forma de trabajo. Quieren visitarnos, ver qué hacemos... Yo recibo audios... parece que ahora pasamos a ser un ejemplo”, dice Sonia entre risas.

Sonia toca el acordeón a piano desde joven. Es profesora. Cuenta que hacía tiempo no tocaba, pero como últimamente le han pedido que lo haga, volvió a tocar. En el encuentro deleitó a todas las mujeres con su música: “Empecé a estudiar a los 15 años. Me recibí cuando tenía 21, después seguí con una orquestita que armamos entre adolescentes. Después dejamos, cuando perdí a mamá me bajoneé y dejé el acordeón, pero después las maestras como que me obligaban, para las fiestas de fin de curso, a tocar danzas y canciones. Ahora hacía más de diez años que no hacía nada de eso... Me agarran medio floja pero estoy agradecida porque me están obligando a retomar. Yo me recibí con música clásica... Pero tocamos paso dobles, rancheras, marchas, tangos...”.

Los sueños...

“Mi sueño es que el grupo continúe, que yo no lo vaya a ver desarmado, porque esto costó mucho trabajo... Poder seguir juntas y que seamos una familia, que nos podamos reunir... Yo el campo no lo quiero dejar, sinceramente. Esto de las hierbas me encanta y no lo quiero dejar a pesar de mi edad. Yo quisiera quedarme acá siempre, hasta que Dios diga”.

Sonia vive sola desde que su padre murió, pero se siente muy bien acompañada por las otras mujeres.

Gabriela…

Gabriela Rodríguez tiene 46 años y vive en el Pueblo Simón Bolívar, en Tala. Pertenece a los colectivos de mujeres “Las Simonas” y “Las Felicianas”. Cuenta que con “Las Felicianas” vienen trabajando con la intención de hacer un curso de INEFOP de computación, y con “Las Simonas”, buscan logar una fuente laboral para el grupo. Graciela es tejedora y tiene quinta. En el grupo “Las Simonas” hay mujeres que tejen, plantan, hacen manualidades y crían cerdos: “Queremos sentirnos independientes como mujeres”, dice. Una de las ideas que tienen es hacer sala de tomates, y secar tomates.

Sobre el encuentro en la escuela 41, cuenta que quedó muy motivada: “No solamente fue un encuentro de muchas mujeres rurales... A mí me apasionó ver a la señora Sonia, de ‘Las Julianas’, que toca el acordeón. Me enamoré del espíritu de esa señora, de haberla encontrado, de haber cruzado palabras... de haber intercambiado con diferentes personas que viven en el campo... Te llena de emoción y te da motivación para poder salir y lograr tus metas”, dice.

Gabriela dice que del encuentro de mujeres rurales en la escuela 41 rescató “un espíritu gratificante, experiencia, fortaleza para poder seguir adelante, ejemplos de vida de otras personas... Yo me vine muy gratificada. Me ayudó a seguir con mis metas”.

 

Sus sueños...

“Mi sueño es poder terminar el liceo y a largo plazo poder llegar a la Universidad. Me encantaría lograr mi título aunque no ejerza... para decir ‘lo logré’. Quiero ser abogada. Terminé la escuela con 22 años, porque viví en el Chuy, en Rocha, somos nueve hermanos, pasamos una infancia difícil y trabajamos toda la vida para ayudar a mi familia a salir adelante”. “Mis metas son estudiar, poder tener un trabajo para sentirme digna como mujer, independiente...”, dice.

“Los encuentros están buenos porque somos muchas las que nos encontramos. (...) Yo me vine mucho más enérgica, con ganas de que mis metas no se queden ahí...”. “Esperemos poder tener más encuentros, para poder llenarnos el alma”, concluye.

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