Expliquémosles

Aprovechemos ese momento de traslado de los niños a los centros educativos

¿Cuánto sumamos y cuánto arriesgamos al cruzar una calle camino a la escuela?
Madre cruzando de la mano con escolares

Insistiremos una y otra vez sobre la seguridad en el tránsito, mientras comienzan a confirmarse los horarios de entrada y salida, las rutas a hacer cada mañana o cada tarde para o desde el centro escolar.

Porque basta sólo pararse en el entorno de las escuelas para verificar cuántas cosas equivocadas vamos sumando al paisaje cotidiano; y a eso que se llama “naturalizar”. Dar por buenos, hábitos que en realidad hacen a la sumatoria de errores y señales equivocadas para el resto de los usuarios, y que van generando eventos de tránsito de diferente dimensión.

Muchas veces vamos de la mano de nuestros pequeños, pero cruzamos fuera del cruce señalizado, dejándole en su memoria un hábito que no es correcto; y que eventualmente lo puede superar gracias a que hemos resuelto cruzar viendo el tránsito desde nuestra propia altura –y no la de él- y evaluando que los riesgos son potencialmente leves; mientras lo tironeamos desde nuestra fuerza para completar el cruce.

Para entender por qué el tránsito representa un riesgo mayor para los niños, es clave que los adultos asumamos que durante la infancia se desarrollan diversos mecanismos atencionales de manera progresiva, hasta llegar al dominio completo de todos los sentidos al momento de la percepción de riesgos.

Por ello camino a la escuela, es buena oportunidad para conversar sobre las cosas correctas que se deben hacer como peatones:

  • mostrarles por dónde cruzar y cómo hacerlo
  • siempre en las esquinas, preferentemente donde haya semáforos
  • siempre mirar dos veces para cada lado
  • hacer contacto visual con conductores, para estar seguros de que nos vieron

Y sobre todo, cerrar ese círculo de amor mientras lo tomamos afectuosamente de la mano: protegerlo y protegernos todos en el tránsito.

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