Ser cauteloso, ser criterioso

Hablemos, seriamente, de imprudencia en el tránsito

Como sociedad, hay temas que van y vienen en el interés general. Sobre todo, este interés emerge en situaciones de crisis; para luego caer paulatinamente en el olvido. ¿Cómo aplicamos el ‘buen juicio’, en lo personal, a nuestra participación en el sistema de tránsito?
Vista desde el interior de un vehículo que se detiene frente al uso de cebra por parte de peatones

Henry Albarenque -Director de Movilidad Urbana de la Intendencia de Salto-a propósito de la siniestralidad local, comentó al Diario Cambio, que la imprudencia es uno de los principales motivos de la misma.

“Los siniestros que ocurren en esquinas con semáforos suceden por imprudencia de la gente, tanto de peatones como de conductores” remarcó; a la vez que entre los errores que se suelen cometer  en el tránsito enumeró que se ve mucho que las personas van prestando atención al celular, descuidan el tránsito, cruzan semáforos en rojo, no respetan las cebras: “notamos que es un tema de imprudencia, no de señalización o del tránsito mismo”.

Pero ¿qué es la imprudencia? La Real Academia Española define el concepto como “falta de prudencia”. Y a su vez a ésta la caracteriza como “templanza, cautela, moderación” y “sensatez, buen juicio”.

Podemos apelar a otros abordajes de la imprudencia que la ejemplifican como “una acción cometida sin buen juicio por parte de la persona, que puede generar riesgo para el mismo individuo y para los que se encuentran cerca”; o que la caracterizan como “el desprecio o la indiferencia ante los peligros de una situación o las consecuencias de las propias acciones”.

Ahora bien, si integramos estos conceptos sobre la imprudencia, a nuestra participación en el tránsito, rápidamente podemos darnos cuenta que cultivarla,  la convierte en un factor de riesgo exponencial. Vale decir que está en cada uno de nosotros –más allá del rol que ocupemos en el tránsito- hacer gala de buen juicio, ser criteriosos atendiendo a las circunstancias particulares para distinguir lo que es bueno o malo, para no generarnos riesgos y no generárselos a terceros.

De ahí la insistencia de vivenciar y visualizar el tránsito y la movilidad en clave preventiva; entre otras cosas no sumarle factores de riesgo como velocidad, somnolencia, impacto de drogas, etc.; despreciando a su vez las medidas de protección como el uso del cinturón, el casco correctamente abrochado, la visibilidad a partir del uso de prendas reflectivas. En definitiva el uso del buen juicio.

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