Atención a víctimas

Asesoramiento psicológico con adultos

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Orientación ante el fallecimiento de un ser querido

Un siniestro de tránsito, sean cuales sean sus consecuencias, supone como mínimo una amenaza para la integridad física, por lo que, cumpliendo las características de un acontecimiento traumático, siempre va a producir un impacto psicológico inicial independientemente de que se produzcan lesiones físicas.No deben confundirse estas reacciones psicológicas normales, como respuesta a una situación anormal, con síntomas de patología postraumática.

A pesar de su normalidad resultan muy extrañas produciendo malestar intenso y una gran preocupación, tanto a uno mismo como en los que nos rodean, teniendo a menudo la percepción de estar padeciendo un trastorno psicológico grave. Es preciso un asesoramiento profesional que esclarezca y proponga mecanismos para resolverlas eficazmente

Antes de recurrir a la automedicación, es fundamental consultar a un especialista, ya que es frecuente el mal uso de fármacos en estas etapas, así como su mantenimiento posterior (por ejemplo: ante numerosas reacciones postraumáticas, cierto tipo de ansiolíticos —o benzodiacepinas: diazepam, trankimazin, están contraindicados).

Las reacciones psicológicas agudas se experimentan durante o inmediatamente después del accidente y tienden a resolverse progresivamente en los seis primeros meses. Si no desaparecen debe consultar, lo antes posible, con un especialista en este tipo de trastornos.

A continuación indicamos las reacciones agudas más frecuentes y esperables:

  • Sensación subjetiva de embotamiento, desapego o dificultad de reaccionar emotivamente, incluso con nuestros seres queridos (por ejemplo: sentir que los quiero menos y/o que no reacciono ante sus muestras de afecto).

  • Reducción del conocimiento del entorno: estar aturdido, confundido, desorientado, no sentirse adaptado en ninguna parte.

  • Desrealización: sentir y percibir la realidad conocida como si de repente fuera diferente, sonidos distintos, todo más lento, como si se vieran las cosas a través de un filtro.

  • Despersonalización: sentir y percibir el propio cuerpo y la propia identidad como si no los reconociera.

Tanto la desrealización como la despersonalización son fenómenos que pueden asustarnos y parecer que “nos estamos volviendo locos” y que van más allá de un simple aturdimiento. Pueden durar segundos, minutos o como mucho algún día. Si son más duraderos, habrá que consultar a un especialista.

  • Amnesia disociativa: incapacidad para recordar algunos momentos o aspectos del suceso.

  • Reexperimentación: imágenes, pensamientos que nos asaltan, que no podemos evitar y que pueden aparecer en cualquier momento. Van acompañados de una emoción muy intensa, “como si estuviera viviéndolo de nuevo”. Pueden aparecer sin detonante aparente o bien ante la exposición de objetos o situaciones que recuerdan lo que ha sucedido.

  • Evitación de estímulos que recuerdan el suceso (pensamientos, conversaciones, actividades, lugares, personas).

  • Síntomas acusados de ansiedad: dificultades para iniciar o mantener el sueño (sensación de no haber descansado), irritabilidad, cambios de humor, pérdida de concentración y memoria, hipervigilancia y reacciones exageradas de sobresalto. Aumento o pérdida de apetito (sobre todo de ciertos alimentos).

  • Cefaleas, dolores tensionales, etc.

Volvemos a recordar que son reacciones normales ante la situación vivida y que tienden a desaparecer progresivamente. Para ayudar a su evolución positiva, es importante no evitar hablar de lo sucedido si surge y es necesario, sin caer en el relato continuo del suceso.

Olvidar no es posible. Debemos llegar a poder recordar sin tanto dolor. No evitar hacer cosas, buscar activarnos nuevamente, recuperar aquellas aficiones o actividades que en algún momento nos gustaron. Puedo intentar reactivarme haciendo actividad deportiva. Relacionarnos con personas que hayan vivido lo mismo. Expresar no quiere decir hablar solo o con un otro; puedo expresar escribiendo, pintando o a través de una manifestación o actividad en la que me encuentre cómodo.

Volver al trabajo con el que me identifico me ayuda a sentir mi normalidad, una parte de quién soy

  • Es importante entender que no podemos resolverlo todo a la vez y solos.

  • Planificar acciones. Una cosa a la vez.

  • Establecer prioridades.

  • Buscar ayuda si es necesario

En algunos casos, y tras un periodo de aparente normalidad psicológica (la negación propia de la primera fase del duelo, la que coincide con la recuperación física o, la propia de familiares que “tienen que estar más fuertes que nunca”...), pueden aparecer trastornos postraumáticos de inicio tardío.La intensidad, gravedad, duración y/o proximidad con el accidente y sus consecuencias son elementos importantes en relación a presentar un trastorno postraumático posterior. Los rasgos de personalidad y los trastornos mentales preexistentes pueden asimismo influir en la aparición de dichos trastornos. Si las reacciones iniciales no desaparecen y no se proporciona el tratamiento adecuado, estos trastornos tienden a degenerar y a cronificarse, ya que el paso del tiempo en sí mismo, no los resuelve.

En caso de hospitalización, las secuelas psicológicas pueden aparecer tras un cierto grado de recuperación física. Los períodos de ingreso hospitalario constituyen una discontinuidad forzosa en nuestra vida tanto personal como social y laboral, por lo que es conveniente en algún momento empezar a pensar en cómo nos adaptaremos a la nueva situación, atendiendo a la presencia de secuelas físicas y a su repercusión futura. Adaptarnos a la realidad buscando alternativas, y no bloqueándonos en la no aceptación de los cambios, constituye un signo de un estado psicológico saludable.

Es conveniente disponer de una ayuda psicosocial para poder llevar a cabo, eficazmente y lo antes posible, la readaptación.Si en el suceso ha fallecido un ser querido, debemos ser conscientes de que, posiblemente no estamos psicológicamente capacitados para tomar ciertas decisiones.

Lo más adecuado es recurrir a profesionales que nos puedan asesorar y ayudar en los trámites inmediatos y futuros. Las primeras reacciones pueden ser de negación de lo sucedido, de embotamiento, confusión y de una cierta anestesia emocional. El llanto, la hiperactividad, el aislamiento y las expresiones de rabia e impotencia, son comportamientos legítimos y no síntomas de trastorno psicológico.

También es normal atravesar una fase de aparente normalidad, como si “no hubiera pasado nada”. Puede alternarse con momentos de gran abatimiento y reacciones agudas de dolor como las indicadas anteriormente.

La elaboración del duelo no es un proceso lineal de mejora continua.Puede parecernos que emocionalmente retrocedemos en algún momento. Es necesario hablar de lo sucedido, así como de la persona que hemos perdido. Evitar conversaciones o situaciones no contribuye más que a dificultar nuestra recuperación. Elaborar el duelo no significa olvidar. Significa haber aprendido a vivir y a seguir queriéndolo desde su ausencia física.

Hay profesionales especializados y personas con experiencia que pueden ayudarnos a conseguirlo. Nos entienden y saben cómo nos sentimos. Es muy importante que consideremos su ayuda. No tenemos por qué pasar solos por un proceso tan difícil y doloroso.Si el duelo no se resuelve eficazmente, lleva frecuentemente a trastornos depresivos que precisan, incluso, tratamiento psiquiátrico prolongado.

Podemos prevenir estos trastornos

La actividad y la no evitación, intentando normalizar en la medida de lo posible nuestra forma de vida cuanto antes, es la clave para el afrontamiento. No solo uno mismo, sino los que nos rodean se beneficiarán de ello. La actividad es uno de los mejores recursos.

Fuente: Stop Accidentes

 

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