MUJERES RURALES

Mujeres rurales de Soriano recibieron la visita de parte del equipo de dirección de Desarrollo Rural

Parte del equipo de dirección de Desarrollo Rural participó de una reunión de coordinación del Presupuesto con Enfoque de Género (PEG) en el Departamento de Soriano. Además, visitó dos emprendimientos de mujeres rurales financiados a través de la convocatoria “Camino Mujer”. Uno se dedica a la plantación de ajo y el otro es un proyecto ovino.

Mirta Ingold y Gladys Doreste viven en Cardona, en el departamento de Soriano, y forman parte del grupo “Sana Cosecha”, que se presentó a la convocatoria “Camino Mujer” con el proyecto “Pro-Ajo Uruguay”. Son seis mujeres rurales que se dedican a la plantación de ajo.

Empezaron con la idea de realizar una plantación de 180 mil ajos, pero después, como no tenían solucionado el tema del riego, y a secano debían plantar a menor escala, decidieron comprar 10 mil semillas. “Vimos en este llamado la oportunidad de llevar a cabo un emprendimiento sustentable e innovador”, dicen las productoras.

Al principio debieron preparar la tierra, porque hacía muchos años que en el terreno que consiguieron no se plantaba nada: “Hubo que pasarle disquera, excéntrica y rastra en varias oportunidades y también, para incorporar materia orgánica a la tierra, plantamos maíz”, cuenta Mirta. “Como teníamos que poner un porcentaje de nuestro bolsillo, porque el MGAP nos daba el 80% (el 60% para el inicio y el otro 20% al término de la cosecha), nosotras empezamos a preparar la tierra y plantamos maíz. Cosechamos choclo y vendimos directo al consumidor. Ahí juntamos algo de dinero para poder tener el importe que nos costaba comprar las semillas de ajo y para pagar la maquinaria para preparar la tierra”, cuenta.

En algún momento pensaron en la idea de hacer harina de maíz, pero las loras les jugaron una mala pasada y no pudieron concretarlo. “Hemos hecho malabares para que el ajo pudiera ser plantado en tiempo y forma. Contamos con el contratiempo del clima”, cuenta la productora. Cuenta que terminaron haciendo surcos casi que de forma manual, pero lograron remover la tierra, incorporarle materia orgánica y plantar y trasplantar a tiempo.

“Pensamos terminar exitosamente el proyecto más allá de las adversidades”, dice Mirta. La pandemia también las perjudicó. Seleccionar suelo y que el técnico lo aprobara, también les llevó su tiempo. Primero se habló con la Escuela Granja, pero el suelo allí era muy arcilloso y finalmente, como el padre de una de las compañeras tenía un terreno, fue donde hicieron la plantación.  

El trabajo no ha sido fácil, pero sí muy satisfactorio. Al momento de plantar, contaron con el apoyo de la familia: “Ahí llevamos familia: hijos, hijas... siempre prevalecían las mujeres... Necesitábamos mano de otra masculina para acarrear tierra del bajo y tuvimos que pedir ayuda a los maridos...”.

“Esto es todo orgánico, nosotros no estamos con la agricultura convencional, sino solamente orgánico... Hemos curado con un producto casero y pulverizábamos con eso para matar la lagarta y otros bichitos que afectaban al maíz”, cuenta Mirta.

“Nuestro anhelo es realizar talleres de capacitación en el rubro hortícola con una visión a largo plazo, fortalecer vínculos familiares intergeneracionales y fomentar los principios de producción agroecológicos”, dicen las integrantes del grupo.

“Lo que nos estaría frenando para proyectarnos a futuro es el acceso a la tierra, ya que el predio fue cedido en comodato por el tiempo que dure el proyecto”, dice Gladys.

“En este momento estamos en plano proceso de aplicación de productos orgánicos y de carpido de los surcos, después nos queda la cosecha y posterior venta”, dice la productora.

“Estamos convencidas de la que la producción orgánica es el camino que queremos seguir. En este caso elegimos el ajo porque es un producto que Uruguay no logra cubrir su demanda y se termina importando desde China, que es un país sumamente contaminado”, dice Gladys.

Gladys es productora artesanal de caramelos de miel y guaco, producto que surgió por su labor como apicultora. Abandonó está actividad después de sucesivas muertes de colmena, como consecuencia de la fumigaciones con agroquímicos en la zona.

 

Proyecto ovino en Parada Suárez

Claudia Cabrera integra un grupo de mujeres rurales de Parada Suárez que lleva adelante un proyecto ovino. Cuenta que primero, con su familia estuvieron arrendando un campo en Ruta 55, a tres kilómetros de Rodó, luego pudieron comprar una chacrita en Parada Suárez. Son tres hectáreas, donde vive con su esposo y su hijo de 14 años. Realiza las tareas de ama de casa y ayuda en todas las tareas rurales. “Me gusta el campo y siempre he estado con los animales, criando guachos, gallinas... tratamos de tener de todo un poquito, en poca área”, cuenta. Aparte hacen huerta, plantan algo de papa, boniato y zapallo.

De la convocatoria “Camino Mujer” se enteró por una compañera que había armado un proyecto de cría de gallinas e invernáculo: “como no era uno de los temas que me llamara la atención, quedó medio en suspenso... Luego, me llamó otra compañera, y me invitó con la idea del proyecto ovino. Le pusimos “Mujeres de Parada Suárez”, armamos un grupo de cinco mujeres. (...) Cuando me dijeron la idea de ovino, yo ya tenía algo, pero no era lo que predominaba...”, cuenta. “Me gustó cambiar la raza. Las ovejas son cruzadas con Texel y el carnero es Texel puro”, cuenta.

“Dentro de todos los grupos que se presentaron, en Soriano se aprobaron sólo dos proyectos. Salió el nuestro y todas hicimos algo distinto... unas invirtieron sólo en ovinos. Yo invertí en instalaciones de tubo y brete galvanizado y parte en ovinos. Mi proyecto era hacer las instalaciones y comprar diez ovejas y un carnero... Me entusiasmé tanto que hoy por hoy tengo 30 ovejas y el carnero. También invertí en pasturas. Ahora me voy solucionando con una hectárea de raigrás con lotus y ya tengo sembrada una hectárea de alfalfa, que estaría pronta en un mes y medio para empezar a hacer parcelas”, cuenta.

“Me gustaría continuar con esto, a medida que se pueda, agregándole cosas que acompañen este proyecto ovino”, dice la productora.

“Se apostó a la raza Texel porque nos guiábamos más por el tema de cordero pesado para poder lograr vender en conjunto a frigorífico. Como el dinero llegó fuera de la encarnerada, se atrasó un poco”, cuenta. Las pariciones van saliendo desparejas en comparación con otras compañeras, algunas van a parir primero porque compraron primero las ovejas, pero entre todas apuestan al cordero pesado.

Con el apoyo del MGAP, Claudia pudo comprar instalación de tubos y diez ovejas. Tuvo que poner una contraparte del 20 %. Las últimas ovejas que compró las pagó en parte con un microcrédito rural. “Esa es una buena herramienta para ir generando cosas para invertir. Con una cuota accesible y con muy bajos intereses”, dice.

Además, las integrantes del grupo contaron con apoyo de una técnica privada, que hace las visitas y les aconseja sobre qué sembrar.

Claudia también cuenta lo que significa para las mujeres rurales tener un proyecto en conjunto: “yo fui criada en el campo desde chiquita... se iba perdiendo el contacto entre los vecinos. Esto nos ayuda a tener contacto con otras mujeres y a superarnos... Podemos hacer algo nosotras en el campo. Para uno, aparte de un apoyo, es la posibilidad de conectarnos con otras y entre todas ir generando otras ideas. A veces se hace más fácil comprar algo o vender en conjunto... para sacar más ganancias”.

La visita del equipo de dirección de DGDR las entusiasmó mucho: “A mí me encantó, porque para una es un mérito poder logar esto, y que te visiten y vean los logros, está bueno. Creo que vieron el proyecto y se fueron contentas. Yo quiero seguir. Tengo muy poca área pero me encantaría seguir con más ovejas. Para mí, que nunca había vivido una experiencia así, fue muy linda. Además tuvimos la experiencia de ir a otro predio, en Monzón, y fue espectacular. Al ir a ver a otros lugares una aprende mucha cosa, porque ve otros manejos, otras ideas... Eso te da ánimo para seguir”, dice.

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