Desarrollo rural

PPIR apoya a grupos productivos de diversos rubros en Lavalleja

En el marco del Proyecto Piloto de Inclusión Rural (PPIR), el grupo hortícola de AASOL se reunió el sábado 6 de julio en la Escuela 85 de Puntas de Ortiz, departamento de Lavalleja, para recibir a técnicos del MGAP y trabajar con los técnicos de la organización.
Productores del Proyecto Piloto de Inclusión Rural

La Asociación de Apoyo a la Salud Oeste de Lavalleja (AASOL) es una organización social que surgió en la zona de Villa del Rosario, departamento de Lavalleja, a raíz de la donación de una ambulancia. Los vecinos se organizaron para gestionarla y luego se plantearon como meta que la organización fuera de fomento a la producción familiar: “En eso estamos, con un Proyecto de Fortalecimiento Organizacional, con el Ministerio de Ganadería, y a su vez se armaron unos cuantos grupos productivos, uno de huerta con 15 productores, uno ovino con siete productores, uno caprino con diez productores, uno de aves para huevos con cinco productoras”, dice Raúl González, productor integrante de AASOL.

“El 70% de los productores son mujeres, con un 60% de productores que nunca habían tenido subsidio de parte del Ministerio, y en el marco de eso tuvimos la reunión con el grupo hortícola. Vinieron técnicos del PPIR a presentarse y hablar con los productores, y vino el contador para habar de toda la parte contable y organizativa”, señaló. Además, se trabajó con el ing. Agr. Martín Clavijo, especialista en horticultura orgánica, y la Lic. Carla Laens, técnica social, que trabajó todo lo referente al reglamento grupal, compras y comercialización.

En cuanto al grupo de productores, González señala que “es muy variada su conformación, tanto en edad, como en estamentos productivos: hay gente que hace tiempo que produce, que ya tiene sus nichos de venta y hay otros que recién empiezan... Hay todo un abanico que nos permite ir aprendiendo unos de otros”.

El grupo hortícola está conformado por 15 productores y productoras, más todo su núcleo familiar. Son todos predios individuales, pero en forma común se piensa instalar un secadero de hierbas por parte de AASOL: “Cada uno tiene su propio emprendimiento y lo que se está organizando es qué tipo de producción va a hacer cada uno de manera de poder armar una canasta saludable, que va a ser una de las formas de venta que se está planteando el grupo, en la ciudad de Minas”, cuenta Raúl. Con esto, además de vender en las ferias de los domingos, se pretende llegar con la canasta, una vez por semana, a cada uno de los hogares que la solicite. Sería una canasta con verduras variaras e incluso huevos, producida de manera agroecológica.

Raúl comenta que hay productores que ya están plantando y van a ampliar la producción con el apoyo de PPIR, hay otros que recién están empezando y están preparando la tierra: “La idea es llegar, de aquí a seis meses, con una uniformidad y variedad de producción que permita llevar adelante las canastas”, sostiene el productor. Según él, esto vendrá bien para la zona ya que “Lavalleja es un departamento donde por lo general no hay huerta y depende casi de lo que se trae del Mercado de Montevideo, por eso esto es una experiencia novedosa para la zona”.

PPIR les aportó un subsidio de 3500 dólares para cada productor, con una contrapartida del 25%, que muchos lo aportan con mano de obra: “Sin dudas fue una inyección importantísima para los productores para poder sacar esto adelante”, afirma Raúl. “El grupo está en la etapa de compras, que es bastante compleja, porque cada productor necesitaba cosas diferentes... Se están haciendo invernáculos, sombráculos, se han comprado herramientas: motocultivadores para facilitar el trabajo de las mujeres, insumos, mallas para hacer cercos... es muy variado”, dice.

AASOL cuenta con ingeniero agrónomo y una técnica social que realizan trabajo de extensión rural en la zona: “Hemos salido a buscar los productores y se les apoya con charlas, con visitas y asesoramiento técnico”, afirma Raúl.

 

Libélulas

Nicolás Areosa vivía en Montevideo hasta hace un año y medio. Ahora vive a dos kilómetros de Estación Solís, en el departamento de Lavalleja. Optó por cambiar su forma de vida y decidió empezar a producir sus alimentos: “Tenía un trabajo estable, ganaba un sueldo fijo de buena cantidad, (...) hasta que conocí a un grupo de gurises acá con una necesidad y muchas ganas de comenzar a producir nuestros alimentos y generar soberanía alimentaria”, cuenta.

En la actualidad son cuatro mujeres, tres varones de entre 25 y 30 años, y una bebé que viene en camino. Producen para autoconsumo y el excedente lo venden en la feria de Minas. Cultivan de manera orgánica. Producen variedad de verduras: acelga, espinaca, lechuga, repollo kale, tomate, zapallo, maíz, arvejas, chícharos, zapallito, berenjena, zucchini... además siembran árboles frutales y hierbas medicinales: “Este tipo de sistemas se basa en la diversidad. Cuanto mayor diversidad, más beneficios”, dice el joven.

Nicolás tiene 29 años: “Empecé a plantar hace ocho años. Si bien mis abuelos plantaban, mis padres nunca me enseñaron a plantar... la importancia de la alimentación, de generar tu comida, de saber de dónde viene”, cuenta. Tuvo que aprender de cero: “Comencé todo un trabajo de aprendizaje, mucho de autodidacta... me fui formando y conociendo experiencias y nutriéndome de todo eso”, cuenta.

Dejar el trabajo y venirse a vivir al campo fue todo un desafío: “Llegar a acá fue una locura”, dice el joven. “Conocí a Clara, la mamá de Luna, la compañera con la que estoy compartiendo el día de hoy y a través de ella fue que conocí a estos gurises que se iban a venir a este terreno. Ellos permutaron un apartamento en Montevideo por este campo y la idea era generar eso con más gente... una comunidad, con enfoques fuerte de soberanía alimentaria y de nosotros como seres soberanos, de reivindicar nuestros derechos de vivir en la tierra, la casa, el alimento...”.

Vivir y trabajar en el campo, si bien es reconfortante, también tiene sus momentos duros: “el proceso es re intenso, fuerte y tiene de todo, sus rozas y sus espinas, pero es un aprendizaje para nosotros (...) y las evaluaciones son siempre positivas, de crecimiento, atravesando los desafíos, las adversidades y las tormentas”. Los jóvenes conviven en la misma casa, y para ellos es como una “herramienta de autoconocimiento”: “Nosotros estamos eligiendo una forma de vida que la afianzamos todos los días, a través de nuestras propias convicciones y creencias, y del camino que nos va indicando hacia dónde ir, porque la naturaleza tiene su propio lenguaje y uno va aprendiendo a observar ese lenguaje más invisible”, dice Nicolás.

“Libélulas”, así se llama el grupo conformado por estos jóvenes y forma parte del grupo hortícola de AASOL. Participar de un grupo mayor “está buenazo porque te hace crecer, ampliar la percepción y tejer redes. Nosotros somos creyentes de que en conjunto es todo mucho más fácil”, afirma Nicolás.

 

Campamento joven por la soberanía alimentaria

Del 19 al 21 de setiembre, en el campo de Libélulas, en Estación Solís, tendrá lugar el campamento de jóvenes por la soberanía alimentaria. Este es el cuarto año que se realiza. Surge de la Red de Semillas y participarán colectivos de diferentes puntos del país: “Se vive toda la experiencia del campo y se hacen talleres”, cuenta Nicolás. “Es una instancia re linda porque es una oportunidad para intercambiar saberes”.

Se espera la participación de entre 50 y cien personas. Se plantan árboles, se rescata la identidad local con especies de la zona. Habrá talleres y habrá un espacio para revindicar el acceso a la tierra por parte de los jóvenes: “La idea es animar y decir que sí se puede, que hay que agruparse y ocupar espacios para generar el alimento”, cuenta Nicolás.

La experiencia será verdaderamente la de un campamento: “Se cocina para todas las personas. Es un campamento autogestivo y el alimento parte de los colectivos... El Ombú de Paysandú, Aldea Batí de Pando, La Colectiva de Punta Negra, que es un colectivo de mujeres; Los Parientes de Treinta y Tres... Son todos colectivos con un enfoque agroecológico y de impacto social en la comunidad”. Se basa en diferentes dinámicas: “Se arman grupos y todos van atravesando las diferentes experiencias: la cocina, el orden y mantenimiento del lugar, el espacio de recreación para los niños... Se da una dinámica muy interesante de convivencia y además con talleres, de bio-construcción, compost... todo con una mirada agroecológica, cuidando la naturaleza”, explica Nicolás.

 

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