“Somos de Acá” tendrá su cuarta edición en el 2017

“Somos de Acá” surge en el año 2012 como una alianza estratégica entre el Instituto Nacional de la Juventud del Ministerio de Desarrollo Social y la Dirección General de Desarrollo Rural del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Para ambas, las juventudes rurales son centrales en los procesos de desarrollo. El objetivo de esta herramienta es promover a los jóvenes y sus procesos de ciudadanía, y apoyar iniciativas juveniles que aporten al desarrollo rural. 

Paula Florit trabaja en la Dirección General de Desarrollo en temas de juventud y desarrollo rural. En cuanto a la situación actual, destaca que “existe un proceso de migración del medio rural que también se da en las juventudes, lo que hace que el número de jóvenes del medio rural haya descendido. Esas emigraciones tienen que ver con dificultades de acceso a algunos recursos y al empleo”. Sin embargo, Florit señala que en general se está incrementando el nivel educativo de las personas y los jóvenes se mueven para darle continuidad a su educación. También en las juventudes rurales hay procesos de jóvenes que eligen quedarse en el medio rural, medio éste donde hay poblaciones muy distintas, lo que es muy interesante para el enfoque de desarrollo rural: “las juventudes no son todas homogéneas, hay jóvenes dedicados a la producción agropecuaria, asalariados, hay jóvenes que no tienen ningún vínculo con la producción, que viven en el medio rural y se dedican a otras cosas, y eso es muy interesante”.

Esta política es parte de un trabajo interinstitucional, de esfuerzos compartidos: “La DGDR con el Instituto ponen un fondo de iniciativas para que los jóvenes puedan cumplir con sus proyectos y sus sueños de seguir luchando en el lugar donde nacieron, se criaron y están desarrollando sus actividades”, dice Santiago Soto, director del INJU. “Lo que hacemos con este tipo de soporte es darle apoyo y soporte a los jóvenes para que puedan vivir bien en el medio rural”, agrega.

La segunda edición de “Somos de Acá” fue lanzada en 2014 y en este momento está cerrando su ejecución. Se presentaron unas 100 iniciativas que nucleaban a más de 1.500 jóvenes. De éstas, se seleccionaron 44 iniciativas, que involucran a unos 500 jóvenes en forma directa, para ser financiadas.

“Estamos cerrando esta segunda edición muy contentos, felices del proceso que hicieron los jóvenes (…) ha sido un aprendizaje mutuo y para adelante vienen los desafíos de que esto forme parte del sistema de políticas públicas dirigidas a los adolescentes y a los jóvenes, lo que en definitiva es poner herramientas para que los jóvenes puedan desarrollar sus tareas y permanecer en el medio donde se criaron”, expresa Soto. Destaca que de las iniciativas presentadas, si bien ha habido proyectos de carácter productivo, lo que más sobresale en número son los proyectos de carácter recreativo y con actividades que ligan a los jóvenes con la comunidad en la que viven.

Además de las dos ediciones nacionales del “Somos de Acá” hubo una tercera edición con énfasis en ganadería familiar y cambio climático, en la zona de Basalto profundo y Sierras del Este. En estos momentos se está pensando en una cuarta edición a nivel nacional, que se lanzará en 2017: “Sabemos que la política tiene mucha aceptación a nivel de los jóvenes y pensamos en hacerle algunas modificaciones y para nosotros la mejor estrategia para definir las modificaciones era juntar a los jóvenes de estos grupos para que nos cuenten qué fue acertado, qué les resultó fácil, qué les resultó dificultoso, dónde ven aspectos a mejorar”, dice Florit. De esta manera, el 2017 traerá una nueva edición mejorada en función de la evaluación participativa que se realizó el pasado viernes 2 de diciembre con los jóvenes participantes de la segunda edición del llamado.

Jóvenes, sueños y proyectos

Natalia Caraballo es de La Armonía, una zona entre Sauce y San Antonio. Participó de la jornada de evaluación en representación de la Agrupación Juvenil “Nuevas Raíces”, que se presentó al llamado con un proyecto productivo. Ya habían participado de la primera edición, con un proyecto de crianza de terneras para reposición. En esta oportunidad se presentan para instalación de praderas. Querían enfardar y luego lograr un semillero de semillas de pradera, ya que el costo más elevado para ellos es comprar la semilla. En su mayoría, son hijos de productores familiares. El grupo continúa criando terneros, pensando en vender forraje y en lograr la semilla. “Para nosotros esta ha sido una experiencia y una ayuda genial; son 100 mil pesos que no tienen devolución y para los jóvenes es importantísimo (…) Además conocés mucha gente de distintos lugares, que te abre puertas… Nos sirve para pensar otros proyectos”, señala.

Una de las dificultades que encuentran en la zona es el transporte para los jóvenes que quieren hacer el liceo nocturno. Están viendo de juntar firmas para conseguir traslado en la noche. Y pensando en posibles proyectos a presentar, de carácter social.

El sueño de vivir en el campo, para jóvenes como Natalia, es esencial: “Somos hijos de productores familiares, siempre vivimos en el campo... La tranquilidad que hay en el campo no se compra con nada. Y los valores. Yo trabajo en Montevideo y viajo todos los días… pero la tranquilidad y la armonía que tienen los chiquilines en el campo, es impagable. En la ciudad hay gente espectacular… pero esa sencillez, timidez, carisma que hay en el campo, es magnífico. A nosotros nos encanta. Por eso, mientras podamos vamos a seguir donde estamos”, dice con orgullo.

Henry Rodríguez es de Colonia Palma, departamento de Artigas, ruta 3 km 586, entre Bella Unión y Salto. Allí viven alrededor de 800 personas, en los núcleos de vivienda de Mevir y en chacras de Colonización. El proyecto que llevan adelante se llama “Espacio Joven” y busca que los jóvenes puedan transmitir sus ideas y realizar actividades de recreación. “Empezamos a pensar qué recursos teníamos en el pueblo y como vimos que teníamos muchos compañeros jóvenes que sabían tocar la guitarra, batería o jugar al ajedrez, vimos que teníamos muchos recursos que no estaban siendo aprovechados. Al participar del Somos de Acá, equipamos un espacio que pertenece a una escuela vieja que el año que viene cumple 100 años y estaba en desuso; la escuela ya tiene un nuevo edificio”, cuenta Henry. Así pudieron empezar a hacer otro tipo de actividades. Ahora cuentan con micrófonos, parlantes, se colocó luz y se hizo una cancha de vóleibol, se compraron pelotas… La escuela puso a funcionar una biblioteca solidaria en el local; se colocaron mesas de ping pong y se realizan actividades recreativas. Proyectos como éste son muy importantes, ya que hay alrededor de cien jóvenes de diferentes edades viviendo en la zona. “Es el primer espacio comunitario para jóvenes que hay, como lugar de referencia para reunirnos”, dice Henry. 

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