AMIA: Una herida abierta

El 18 de julio de 1994, una explosión devastadora sacudió el corazón de Buenos Aires. A las 9:53 de la mañana, un coche bomba explotó frente a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), dejando 85 muertos y más de 300 heridos. Este acto de terror no solo destruyó un edificio, sino que también quebró la tranquilidad de una nación, sumiéndola en una búsqueda incansable de justicia que aún hoy sigue sin resolverse.
El atentado a la AMIA no solo fue un ataque a la comunidad judía argentina, sino también un golpe profundo a la sociedad en su conjunto. Nuestra región, conocida por su diversidad y su acogida a inmigrantes de todas partes del mundo, se vio enfrentada a un odio incomprensible y devastador.
Treinta años después, las preguntas siguen resonando en el aire sin tener respuestas acerca de quiénes fueron los responsables. La sensación de impunidad persiste, alimentando el dolor de las víctimas y de sus familias, quienes en estos años han demostrado una gran resiliencia. Las familias de las víctimas han formado organizaciones, han marchado, han gritado por justicia en cada aniversario. La sociedad civil, los líderes comunitarios y los ciudadanos en general han mantenido viva la memoria de este trágico evento, asegurándose de que el sacrificio de los inocentes no sea olvidado.
La AMIA, reconstruida físicamente, sigue siendo un símbolo de esperanza y resistencia. Cada ladrillo colocado en su nuevo edificio representa no solo la reconstrucción de una institución, sino también la fortaleza de un pueblo que se niega a ser doblegado por el terror. Las actividades y servicios de la AMIA continúan, llevando adelante su misión de apoyo social y cultural, reflejando la capacidad humana de levantarse incluso de las más terribles tragedias.
Desde Uruguay, la solidaridad se ha manifestado a lo largo de estos años, mostrando un apoyo constante hacia las víctimas y sus familias. Ciudadanos, organizaciones y líderes uruguayos han expresado su rechazo al terrorismo y su compromiso con la defensa de los derechos humanos universales. Este aniversario es también una oportunidad para reafirmar el compromiso de Uruguay con la justicia y la paz en la región.
A treinta años del atentado, recordamos que este acto no solo fue un crimen contra la humanidad, sino también una afrenta a los derechos humanos universales, y reafirmamos la importancia de defender los derechos de todas las personas, sin importar su origen étnico, religión o creencias. La lucha por la justicia continúa, no solo en memoria de las víctimas, sino también en defensa de los principios que sustentan una sociedad justa y equitativa para todos.