Generaciones

Información General

La perspectiva generacional supone la mirada sobre diferentes grupos etarios, comprendiendo las particularidades de cada uno de ellos desde un enfoque de derechos, desde infancia, juventud, personas mayores y personas con discapacidad.

Descripción

Los niños, niñas y adolescentes

En adelante NNA representan un sector de la población cuyas vulnerabilidades en situaciones de emergencias suelen potenciarse negativamente si no se toman las medidas adecuadas teniendo en cuenta sus necesidades y capacidades de acuerdo a la edad biológica y la etapa del desarrollo.

Se consideran una población muy vulnerable ante situaciones de emergencia o desastre, por lo que es esencial garantizarles protección y acceso equitativo a los servicios básicos, entre ellos, higiene personal, alimentación adecuada, asistencia en salud, alojamiento seguro, atención psicosocial, etc. Suelen verse como potenciales “víctimas”, también poseen y adquieren ciertas habilidades y capacidades y cuentan con estructuras para afrontar la situación de desastre o emergencia, por lo que, generar espacios de participación, en los cuales sientan que su palabra es valorada, puede ser una herramientas primordial para avalar por sus derechos.

 

La protección de la infancia en todas las etapas de la gestión integral del riesgo, comprende la prevención y la respuesta al abuso, malnutrición, negligencia, separación de sus familias, explotación y violencia o abuso físicos, psicológicos o sexuales, desde un enfoque de derechos.

En este sentido, las Normas Mínimas para la Protección de la Infancia en la acción humanitaria destacan 4 principios establecidos en la Convención de los Derechos del Niño (CDN) fundamentales:

 

Supervivencia y desarrollo: Las personas que brindan asistencia humanitaria deben tener en cuenta los efectos de la emergencia y la respuesta en el desarrollo físico, psicológico, emocional, social y espiritual de NNA.

 

No discriminación: Las situaciones humanitarias generalmente aumentan las diferencias existentes y marginan aún más a quienes se encuentran en riesgo de ser discriminados. Las personas que brindan asistencia humanitaria tienen que identificar y monitorear a los patrones existentes y los que surjan nuevos, de discriminación y poder, y abordarlos durante la respuesta.

 

Participación del NNA: Darles espacio y tiempo para que participen en todas las etapas posibles de la preparación y respuesta a la situación de emergencia. Se debe brindar apoyo a los NNA de distintas edades y capacidades, y con diferentes perspectivas, para que expresen sus opiniones con toda tranquilidad, las cuales se tratarán con respecto y seriedad. Las personas que brindan asistencia humanitaria deben ser conscientes de sus propios valores, creencias y premisas sobre la niñez y los roles que los NNA y de sus familias para evitar imponérselas. Deben permitir que participen de forma adecuada y acorde con su etapa de desarrollo, compartir con ellos el poder en la toma de decisiones y ser conscientes de que su participación también puede, si se hace de manera equivocada, perturbar sus roles sociales y relaciones de poder.

 

El interés superior del NNA: El interés superior del NNA debe ser la principal consideración en todas las acciones que involucren NNA. Este principio debe ser el eje del diseño, monitoreo y adaptación de todos los programas e intervenciones de ayuda humanitaria. Cuando las personas que brindan asistencia humanitaria toman decisiones sobre casos individuales, deberán seguir procedimientos consensuados para asegurar que se respete este principio. (2012: 16-17[1]).

 

Plan Nacional de Primera Infancia, Infancia y Adolescencia 2016-2020

Se concibe a la primera infancia como “una etapa de alta sensibilidad para el desarrollo de las personas a lo largo del ciclo vital. En los primeros dos años de vida se constituye una parte importante del desarrollo intelectual, emocional, físico, inmunológico y social. Entre los 2 y los 5 años se establecen los pilares del aprendizaje futuro, de la educación formal y de las competencias sociales. (…) Cuanto más estimulante sea el ambiente primario, más conexiones se forman en el cerebro y mejor es el progreso del niño o niña en todos los aspectos de su vida, es decir, en el desarrollo físico, emocional y social, así como su capacidad para expresarse y adquirir conocimientos” (2016: 21).

INAU, por su parte, refiere a la infancia, como la etapa en que “niños y niñas comienzan el afianzamiento de nuevos vínculos sociales con sus pares adultos significativos”[2]. Del mismo modo, en el Plan Nacional de Primera Infancia, Infancia y Adolescencia 2016-2020, se comprende a esta etapa como la el tiempo en que “se consolida la inscripción institucional y se accede de forma plena al proceso de escolarización en el marco de dos necesidades básicas: la socialización y la adquisición de conocimientos universales comunes a la sociedad. (…) La curiosidad, el descubrimiento, el deseo de aprender, el juego, la posibilidad de asumir nuevas responsabilidades, la noción de la existencia de un mundo social amplio, son algunos de los procesos que se desarrollan en este período” (2016:23).

Finalmente, la adolescencia o juventud  “es entendida como un período de vida que posee características propias que lo diferencian de las demás etapas o ciclos vitales, rompiendo así con la visión de etapa de transición entre la infancia y la adultez” (2016: 24). Asimismo, INAU refiere a la misma como “etapa de oportunidades, cambios y desarrollo de la personalidad, en la cual se proyectan los intereses y aparecen nuevas formas de relacionarse con el mundo adulto”[3].

 

Personas mayores[4]

Ante situaciones de emergencias este grupo etario constituye uno de los sectores considerados como vulnerables que, a diferencia de los niños, niñas y adolescentes suelen ser relegadas, o excluidas.

Como se expresa en el Manual Esfera: “las personas mayores aportan conocimientos y experiencia en estrategias de afrontamiento y actúan como personas cuidadoras, gestoras de recursos, coordinadoras y generadoras de ingresos. Suelen encarnar las tradiciones y la historia, y actuar como puntos de referencia culturales. El aislamiento, la debilidad física, el colapso de las estructuras de apoyo familiar y comunitario, las enfermedades crónicas, las dificultades funcionales y el deterioro de las capacidades mentales pueden aumentar su vulnerabilidad en los contextos humanitarios” (2018:14). Razón  por la que resulta primordial garantizarles servicios básicos de atención en salud, atención psicosocial,  ambientes e información accesible y adecuada para la edad.  

La Ley Nº 18.617, promulgada en octubre de 2009, creó el Instituto Nacional del Adulto Mayor en MIDES. La misma asigna al instituto las siguientes competencias: la promoción integral de las personas mayores; la planificación, el diseño, la ejecución y la evaluación de las políticas nacionales relativas a las personas adultas mayores; la coordinación y coejecución con los organismos estatales y privados; el asesoramiento a los organismos del Estado sobre los derechos de las personas mayores; y la realización de convenios con los organismos internacionales de cooperación técnica y financiera.

En este marco, Uruguay ratificó la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, elaborando el Segundo Plan Nacional de Envejecimiento y Vejez 2016 – 2019 en el cual se concibe a las personas mayores desde la categoría persona, y se reconocen las singularidades, complejidades y desafíos que presenta el envejecimiento de cada sujeto humano en nuestra sociedad.

 

[1] Fuente: Unicef

[2] Fuente: Inau 

[3] Fuente: Inau

[4]Fuente: Mides 

 

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