El niño como peatón

Características asociadas a la primera infancia y factores de riesgo en seguridad vial

Materiales didácticos

Desarrollar iniciativas eficaces en la prevención de la siniestralidad vial infantil requiere, entre otros aspectos, intentar comprender el comportamiento del niño como peatón, lo cual exige analizar el papel que desempeñan distintos procesos psicológicos en el establecimiento de su perspectiva y su comportamiento.

La aparente simplicidad que representa para un adulto el atravesar una calzada no debe hacernos olvidar que constituye una actividad compleja, especialmente para los niños de menor edad, pues comprende una serie de tareas de carácter cognitivo como el reconocimiento, la identificación, la detección, la toma de decisiones, entre otros y motor. Además, es necesario evaluar un conjunto de factores implícitos relativos al entorno como por ejemplo: el tipo de vía, intersección, señalización; al tráfico (velocidad, densidad, sentido, etc.); factores personales (físicos y psicológicos —motivacionales, experiencia, etc.) y factores psicosociales (presencia de otros usuarios, causa del desplazamiento, etc.).

La reducida estatura del niño, en comparación con el adulto, le impone una serie de limitaciones al observar el tráfico que se aproxima, especialmente ante la presencia de posibles obstáculos (peatones, mobiliario urbano —contenedores de reciclaje o basura-, etc.). Además, en tal situación el peatón puede quedar oculto a la vista de los conductores, reduciéndose la posibilidad de ser detectado con antelación, con lo que también disminuye el tiempo disponible para una posible maniobra de evitación por parte de los conductores. 

Características de la visión y audición infantiles

Aunque la agudeza visual del niño es semejante a la de los adultos, por debajo de los 5 años de edad la búsqueda de estímulos predeterminados en su campo visual, es poco eficiente. Coloquialmente, podríamos decir que los niños captan el tráfico pero no miran hacia aquellos elementos relevantes para su seguridad. Por otra parte, su campo visual está limitado por una capacidad restringida para usar la información situada en la periferia del campo visual. Sin embargo, en los adultos el campo visual periférico es especialmente sensible a la detección del movimiento.

Respecto a la audición, la sensibilidad auditiva aumenta notablemente con la edad hasta alcanzar su máximo a los 12 años. En niños menores de siete años se observan problemas en cuanto a localización de la dirección del sonido de un coche aproximándose, especialmente si proviene de su derecha o de su izquierda, necesitando entonces la confirmación visual para sus reconocimientos.

En conjunto, las dificultades que encuentra el niño como peatón no parecen deberse tanto a las limitaciones de sus sistemas sensoriales, que a partir de los 7/8 años se acercan a los niveles medios del adulto, como a la deficiente habilidad con la que procesan la información sensorial circundante.

Desarrollo atencional

La importancia del papel desempeñado por la atención en la siniestralidad vial infantil como peatones ha sido puesta de manifiesto en varios estudios. En la práctica, se considera que durante la infancia se desarrollan los diversos mecanismos atencionales.

En función de la edad del niño y la tarea peatonal, podemos llegar a establecer 3 fases:

  • Hasta los 5 años no existe un control eficiente de la atención. Posteriormente dicho control va creciendo, pero no dejan de verse atraídos por información irrelevante para su seguridad (niños jugando, un perro, etc.). Se inicia un cambio en el control de la atención que pasa de estar dirigida por los estímulos externos a estar controlada por procesos internos.

  • Hacia los 6 / 7 años los niños distinguen entre las situaciones en las que deben realizar búsquedas de elementos significativos (cordones, semáforos, etc.) y aquellas otras en las que pueden dejar de dirigir su atención y dedicarse a otras tareas (p.ej.: jugar). El niño va adquiriendo de forma gradual la habilidad de concentrarse en detalles relevantes para su seguridad, e ignorar información distractora.
  • El control definitivo de su atención no se alcanza hasta los 11 ó 12 años, siendo a los 14 cuando la atención presenta características comparables a las del adulto.

Una nueva dificultad se le plantea al niño cuando se ve en la necesidad de distribuir sus recursos atencionales entre dos tareas: una tarea motora (desplazarse coordinadamente para cruzar una calle) y otra cognitiva (observar si se acercan coches). La formación de esta variedad de atención (atención dividida) se construye progresivamente entre los 5 y 12 años.

Percepciones y estimaciones a realizar por el peatón

Un correcto desempeño de las tareas peatonales exige al niño que, correcta y rápidamente, procese la variable y abundante información que existe a su alrededor, elaborando juicios, de igual manera, sobre la distancia, velocidad y tiempo de alcance, en relación a los vehículos cercanos, a la vez que evalúan el riesgo implícito en sus acciones.

  1. Los niños entre 6 y 13 años muestran ser más inseguros y no fiables que los adultos al estimar distancias (Zwahlen,1975), especialmente si éstas son grandes, lo cual les plantea problemas al juzgar el espacio existente entre ellos y los coches que se aproximan.

  2. La percepción de la velocidad está en función de variables tales como distancia, tamaño y forma del estímulo que se desplaza y de la dirección del movimiento, pero los niños más pequeños carecen tanto de las condiciones cognitivas, como de la experiencia necesaria en el tráfico para evaluarlas correctamente.

  3. La estimación que el niño hace del tiempo que un vehículo necesitará para llegar hasta su posición está íntimamente asociada con las valoraciones, más o menos correctas, que previamente ha realizado sobre la distancia y velocidad del móvil.

  4. Si el comportamiento inseguro del niño se debe al inacabado desarrollo de sus aptitudes, o a no poder percibir el riesgo implícito en sus acciones es un tema abierto a discusión. Además, persiste una notable limitación de carácter metodológico sobre los posibles procedimientos de medición de cómo perciben el riesgo.

La toma de decisiones

El proceso por el cual el sujeto decide iniciar el cruce o no, está influenciado por factores que en la infancia, especialmente en sus primeras etapas, no están suficientemente desarrollados para la exigencia de la tarea,

  1. La fiabilidad de las estimaciones ya mencionadas (distancia, velocidad y tiempo) y su correcta integración. Dado el carácter abstracto de la velocidad, y conocedores de las dificultades que les supone estimar su magnitud, algunos autores sugieren que los niños adoptan una estrategia compensadora basada en utilizar fundamentalmente la distancia como criterio a considerar al decidir si cruzar, o no.

  2. La no anticipación por parte del niño de su propia acción y el no comprender la utilidad de mostrar sus intenciones a los otros participantes del tráfico, junto a la incorrecta interpretación o la no detección de las señales dadas por éstos (mirar al conductor, los intermitentes), contribuyen a generar situaciones arriesgadas.

  3. El tiempo necesitado por el niño para procesar la información circundante excesivo, con lo cual la configuración del tráfico puede haber cambiado antes de que tome una decisión (lo que supondría reiniciar todo el proceso), o bien puede comenzar a cruzar demasiado rápidamente, aumentando la probabilidad de cometer un error, probabilidad que se incrementa por debajo de los 5 años cuando su tiempo de reacción es dos veces mayor que el del adulto.

  4. Hasta los 6 ó 7 años el niño no es capaz de inhibir eficazmente su impulsividad, utilizando más tiempo hasta que llega a detenerse, al aproximarse a un bordillo, mientras corre detrás de un amigo o una pelota, lo que les lleva a protagonizar un tipo de accidente excesivamente frecuente.

  5. La atribución de características humanas a objetos inanimados (pensamiento animista) entre los niños de menor edad y el característico egocentrismo de su pensamiento, bien pueden conllevar implicaciones en el comportamiento peatonal infantil.

Comportamiento peatonal infantil

La reducida altura del niño y sus manifiestas diferencias cognitivas respecto a los adultos, no le facilitan acomodarse al entorno peatonal, pensado básicamente para adultos estándar, o incluso concebido para favorecer a los conductores de vehículos. Además, atendiendo a cuestiones motoras y comportamentales, existen también considerables diferencias: el tamaño de su paso es la mitad del adulto y su velocidad andando es inferior a la del adulto. Por otro lado. el niño suele manifestar patrones de conductas inconsistentes, al desarrollar comportamientos unas veces correctos y otras incorrectos (Thompson, 1991); bien porque el niño sabe lo que ha de hacer pero no lo hace, bien porque aún haciéndolo no lleva a cabo la tarea de forma eficaz.

Infografía sobre el angulo visual de los niños comparado con el de los adultos. Los adultos tienen un campo visual de 180° mientras que los niños tienen un campo visual de 110°. Tratándose del campo visual central el de los adultos es de 110° mientras que el de los niños es de 70°
Campo visual de niños y adultos

Además, no debemos olvidar el peso que ejerce la conducta del resto de peatones sobre el comportamiento peatonal infantil. Por un lado, este componente social se manifiesta en el comportamiento, prácticamente gregario, que los peatones desarrollan, en ocasiones, respecto al cruce de la calzada.

Por otro lado, los padres y profesores desempeñan un papel como agentes educadores que va más allá de la propia situación de enseñanza, en la medida que constituyen modelos de referencia para el comportamiento espontáneo futuro que desarrollen los niños como peatones.

Fuente: DGT 2006 - Temario orientativo - Tema X.

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