Emergencia sanitaria

Los desafíos de informar en tiempos de pandemia

¿Cómo hacen medios y periodistas para ser garantes del derecho a la información que la población tiene, en el marco de una pandemia donde abunda la incertidumbre y falta evidencia científica? ¿Qué papel juegan los organismos estatales y cuánto importa la transparencia? Al respecto conversamos con la experta argentina Cynthia Ottaviano.
Imagen ilustrativa

Cynthia Ottaviano es Doctora en Comunicación, periodista, docente, investigadora y escritora argentina. Ejerció la profesión durante más de veintisiete años en diarios como La Prensa, Perfil y las revistas Pistas y Noticias, entre otros. Además trabajo como productora, guionista, productora ejecutiva, conductora y columnista de múltiples programas radiales y televisivos. ​​ Fue la primera Defensora del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual de Argentina y su labor fue reconocida con el Premio Interamericano a la Innovación para la Gestión Pública Efectiva 2016, otorgado por la OEA (Organización de Estados Americanos). Actualmente dirige el Posgrado Comunicación y Derechos Humanos en la Universidad Nacional de Avellaneda y acaba de publicar “Derecho humano a la comunicación. Desconcentración, diversidad e inclusión”, su último libro. 

¿Cuáles son los principales desafíos a los que medios y periodistas se enfrentan al intentar informar en el marco de la actual pandemia?

Si pensamos en los principales desafíos que tienen los periodistas y las periodistas al momento de informar en el marco de la pandemia, creo que esencialmente tiene que ver con poder sortear las desigualdades. El Coronavirus ha sido una especie de “luminol”: el luminol se utiliza en el ámbito de la criminalística para ver las verdaderas huellas de un crimen que no son evidentes a simple vista. El Coronavirus como luminol de las desigualdades lo que ha dejado muy claro son las distintas situaciones de precarización que hay, tanto sanitarias, habitacionales, educativas y por supuesto también comunicacionales. De manera que los desafíos son múltiples:

- Acceder a información que sea precisa, que sea clara, confiable, que sea verificada y que sea verificable.

- Luego las dificultades para poder difundirlas y para que todas las personas accedan en igualdad de condiciones, reconociendo esos campos de desigualdades que estaba mencionando.

- Por otra parte, que esa esa información sea lo suficientemente clara para que todas las personas puedan comprenderla, ser concientes que a partir de esa información se van a tomar decisiones que son vitales y que si esa información no es lo suficientemente clara o precisa, puede llevar a la población a tomar decisiones que sean contraproducentes, es decir que agraven la problemática.

- También es un desafío traspasar las propias emociones, porque comunicadores y comunicadoras no son ajenos al escenario general, esto quiere decir que tienen sus propios padecimientos. Es necesaria una redistribución de las tareas porque son considerados dentro del esquema de trabajo esencial: tienen que seguir adelante con el trabajo pero transitan distintas situaciones que generan inestabilidades emocionales y esto tiene que ser contenido para que no afecte al ejercicio profesional.

¿Cómo se hace para ser garantes del derecho a la información que la población tiene, en tiempos de incertidumbre y falta de evidencia científica?

Con un alto grado de honestidad intelectual, con un alto grado de seriedad y profesionalismo. Que sepamos cuáles son los criterios deontológicos que deben guiar nuestra tarea, cuáles son los principios éticos. Teniendo presente que la información le pertenece a los públicos, a las audiencias no a los comunicadores o a las autoridades. Hay que hacer un esfuerzo colectivo, interdisciplinario, que complemente las distintas miradas, para poder ofrecer la información más precisa, más clara, más veraz a las audiencias, a los públicos, porque es a ellos y a ellas a quienes les pertenece. Desde mi punto de vista es fundamental el principio de la honestidad intelectual y también de la rectificación de los errores: ser conscientes de que el cometer un error forma parte de una realidad factible pero corregir ese error, rectificarlo, debe formar parte de una obligación, ya no de una realidad factible. En resumen, no hay otro camino más que el de la búsqueda de la verdad, con honestidad intelectual, con rectificación de los errores y chequeo permanente de las fuentes, así como entrecruzamiento, para poder generar información que, en un contexto de pandemia, puede salvar vidas.

¿Qué rol ocupa la transparencia en una crisis sanitaria como la que vivimos?

La transparencia es absolutamente central en una crisis sanitaria y en realidad en todo ejercicio profesional, en todo ejercicio institucional, en todo ejercicio social. Sin transparencia hay opacidad y con opacidad hay confusión, hay imposibilidad o grandes dificultades para poder acceder a la verdad. El objetivo central de la tarea de comunicadores y comunicadoras pero también de funcionarios y funcionarias, de quienes tienen distintas responsabilidades en el campo de la vida política, social, cultural, económica, educativa, tiene que ser la transparencia. Poder transparentar por ejemplo cuáles son las prácticas, las jerarquizaciones periodísticas, los criterios periodísticos, el establecimiento de las agendas, cuáles son los intereses que tienen los medios de comunicación y cómo esto repercute en la tarea cotidiana que tienen comunicadores y comunicadoras. Transparentar las formas en las que se accedió a la información y también la manera en la que se construyó la información, cuál es el enfoque que se está adoptando. Es decir la transparencia es el aire vital para la democracia.

¿Los organismos estatales deben brindar toda la información que disponen aunque pueda generar alarma? ¿Cuál es el límite entre concientizar y provocar pánico?

Si consideramos que la comunicación es un derecho humano, el estado debe ser garante de ese derecho humano y por ende tiene obligaciones, entre ellas la de brindar información socialmente relevante, alejada de toda práctica espectacularizante, de toda práctica alarmista, de toda práctica que conlleve consecuencias mayores a las que ya existen en un escenario de alto grado de complejidad como es la pandemia. ¿Por qué habría de generar alarma una información si el objetivo es que se la pueda difundir como un derecho humano para que las personas puedan acceder en igualdad de condiciones -esto es que tengan todos los grados de accesibilidad necesarias- y actúen a partir de esa información? No debería generar alarma una información cuyo objetivo no sea ese. En ese sentido, revertiría la pregunta, porque la consecuencia de una información que es brindada con transparencia, con precisión, con claridad para que la población pueda tomar las mejores decisiones y salve vidas, no debería en sí mismo causar una alarma.

¿Algo que quieras agregar?

Algo que me quedó pendiente de la primera pregunta: hoy más que nunca comunicadores y comunicadoras tenemos la posibilidad de repensar cuáles son nuestras prácticas, de qué manera tenemos que erradicar o lograr erradicar los distintos niveles de violencia que existen en los medios de comunicación, las lógicas de producción que muchas veces son mercantilistas, es decir que están asociadas a la posibilidad de un negocio. Lógicas de producción que muchas veces son clasistas, que son racistas o etnicistas, que siguen patrones estéticos y que por supuesto también son machistas. Es necesario revisar para desnaturalizar, para generar conciencia y para generar colectivamente buenas prácticas que nos orienten a un ejercicio profesional al servicio de los pueblos en los que vivimos.

Para generar las transformaciones, los acuerdos y los diálogos son necesarios para que podamos ser enlace y puente entre las autoridades, los referentes, las organizaciones sociales y los públicos. De eso se trata: de saber que tenemos audiencias que son activas no pasivas y que también tienen derecho a reclamar cuando se vulnera en el marco de la comunicación el derecho humano. Creo que es una gran oportunidad para observarnos, repensarnos y construir una verdadera comunicación que sea considerada como un derecho y no como un negocio.

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