Incorporando nuevas miradas
La construcción de ciudadanía digital está en permanente cambio por lo que se trata de un documento vivo que requiere una interpretación específica e interdisciplinaria por segmento y por contexto social, así como también una revisión con cierta frecuencia sobre los acuerdos conceptuales definidos en el propio documento.
En esta nueva versión se suma el aporte de la Fundación Bensadoun Laurent, una organización uruguaya que trabaja por la inclusión social y laboral de las personas en situación de discapacidad. Su incorporación al Grupo de Trabajo de Ciudadanía Digital aportó una mirada desde la discapacidad y enriqueció la definición de las perspectivas transversales de abordaje de la Ciudadanía Digital para América Latina.
De manera manifiesta, se puso hincapié en la necesidad de incorporar los conceptos de accesibilidad universal y ajustes razonables a la perspectiva de la inclusión social. A la vez, se incorporó la categoría de discapacidad como un tipo de desigualdad más, que actúa de forma articulada con los derechos vinculados con migración, género, desigualdad económica y educativa.
Estrategia de Ciudadanía Digital
La Estrategia de Ciudadanía Digital para una Sociedad de la Información y el Conocimiento es el resultado del trabajo participativo entre organizaciones gubernamentales, internacionales, académicas y de la sociedad civil; y de los comentarios realizados por la ciudadanía a través de una plataforma de consulta pública.
Los principales acuerdos definidos en esta Estrategia refieren a las perspectivas transversales para su abordaje, así como a las dimensiones de uso que representan la forma en que las personas utilizan las TIC, poniendo énfasis sobre las habilidades a desarrollar para hacer un ejercicio pleno de la ciudadanía en el entorno digital.
Las cinco perspectivas transversales para abordar la temática en América Latina son: Inclusión digital, Capital cultural, Cultura democrática, Participación y Derechos humanos.
Con relación a las dimensiones de uso, se definen tres usos con igual relevancia que se retroalimentan mutuamente: “Uso crítico y reflexivo”, “Uso responsable y seguro” y “Uso creativo y participativo”. En tal sentido, se entiende que trabajar sobre las habilidades digitales que contribuyen a estos usos lleva a la ciudadanía a mejorar su calidad de vida, potencia las oportunidades que el entorno digital ofrece y genera un espacio de convivencia y respeto de los derechos humanos en el que todas las personas estén representadas, incluidas y seguras.