Niñez

25 de abril- Día Mundial contra el maltrato infantil

El maltrato infantil es un problema grave y de preocupación en la agenda política de la mayoría de los países de occidente a partir de la segunda mitad del siglo XX. Siempre hubo maltrato de menores, sin embargo, será en 1946 que se acuñe el término “maltrato infantil” para referir maltrato físico y la negligencia hacia el cuidado de los niños en el seno del hogar. Luego se sumarían en el concepto, el maltrato psicológico y el abuso sexual. El maltrato, en cualquiera de sus formas, en una violación de derechos.
Dibujo de una mano

La Organización mundial de la Salud (OMS) define el maltrato infantil como “los abusos y la desatención de que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder. La exposición a la violencia de pareja también se incluye a veces entre las formas de maltrato infantil”.

El abuso sexual infantil y adolescente es “la participación de un niño o adolescente en una actividad sexual que no entiende plenamente, con respecto a la que no está capacitado para dar su consentimiento fundamentado, o para el cual el niño o adolescente no está preparado de acuerdo a su nivel de desarrollo y no puede dar su consentimiento, o que infringe las leyes o tabús de la sociedad “.

Un año atrás, al inicio de la pandemia y ante las medidas de restricciones impuestas para intentar frenar su avance, los padres ya manifestaban cambios en el comportamiento y humor de sus hijos, con la constatación de emociones como tristeza, enojo, irritabilidad, ansiedad y aburrimiento, refiriendo un aumento de 18% en castigos físicos impartidos y un aumento de gritos en un 26%.

El teletrabajo, el cuidado de los niños y las actividades escolares en la casa, la inseguridad laboral, la pérdida de ingresos, son factores de incertidumbre y estrés que tienen los adultos, repercuten en su salud en general, psicoemocional en particular y que luego se reflejan en los niños y adolescentes que tienen a cargo.

En estas circunstancias, se presenta un desbalance entre los que son considerados factores de protección (como las comunidades educativas o las consultas médicas presenciales, en las que los educadores, pediatras, médicos de familia, pueden detectar, por fuera de lo que se ve en el ámbito familiar, elementos que orienten a pensar que el niño o adolescente pueda estar siendo violentado) y los factores de riesgo, aumentados ahora por la coyuntura de menor movilidad y mayor tiempo en las casas, a lo que no todas las familias pudieron adaptarse sin mayores trastornos.

La violencia contra los niños y adolescentes no solamente afecta negativamente la salud en el corto, mediano y largo plazo, sino que también conlleva el aprendizaje implícito de que es una forma válida de resolución de conflictos.

La exposición a la violencia siempre, pero aún más cuando es crónica y cuánto más chiquitos son los niños expuestos a ella, afecta la estructura del cerebro, genera deterioro permanente de las capacidades cognitivas y emocionales y predispone a conductas de riesgo y antisociales. Repercute en un menor rendimiento escolar, menores habilidades para establecer vínculos afectivos saludables, predispone a conductas sexuales de riesgo, el uso de sustancias psicoactivas y genera trastornos crónicos de salud mental.

En 2020, con el propósito de fortalecer las respuestas que brindaba el sistema sanitario en esta área, se capacitó a más de 5.500 profesionales y técnicos de primera línea de atención, que forman parte de los “Equipos de Referencia en Violencia basada en Género y Generaciones”, para atender situaciones de riesgo.

De acuerdo con los datos publicados por el Sistema Integral de Protección a la Infancia y a la Adolescencia contra la Violencia (SIPIAV) en 2020 se detectaron e intervino en 4.911 situaciones de violencia ejercida en niños o adolescentes, lo que hace un promedio de 13 situaciones por día. Más del 50% fueron contra niñas, menores de 13 años, y un 17% del total eran menores de 5 años de edad.

De los tipos de violencia registrados el mayor porcentaje correspondió a maltrato emocional (34%), seguido de negligencia (26%), abuso sexual y maltrato físico con (19% cada uno) y finalmente explotación sexual (2%).

Uno de los grandes problemas que se presentan al momento de tratar esta problemática es la naturalización de la violencia por parte de las víctimas al ser, en muchas ocasiones, los agresores, parte de su núcleo de convivencia o miembros de su familia directa. Las víctimas viven esta situación en silencio y no son capaces de contarlo, por eso es fundamental escucharlas con calma y atención cuando deciden hablar sobre lo que viven.

 

Para obtener los informes de SIPIAV: https://www.inau.gub.uy/sipiav/informes-de-gestion-sipiav

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