Tota y Natalie

Desde hace algunos meses, Natalie es su asistente personal. Antes de su llegada, Tota no se animaba a salir de su apartamento en el centro de Montevideo. Con gran esfuerzo, apenas llegaba a realizar las gestiones básicas gracias a personas conocidas que iban a su casa a ayudarla.
“Volví a vivir”, dice sin dudar. “Me paso la mañana esperando que llegue para salir a pasear”, afirma emocionada. “Yo me manejo para las cosas de la casa, pero estaba muy sola, sin ganas de salir a nada”, cuenta la veterana.
“Es increíble la confianza que generamos en poco tiempo” explica Natalie, la cuidadora. “Siempre conversamos y nos reímos mucho”, afirma.
Las carcajadas resuenan por el apartamento de Tota mientras se aprontan para salir a hacer mandados. Hoy toca comprar algo rico para tomar el té y alguna fruta para la noche. En la farmacia, la panadería y el puesto de fruta ven llegar a Tota y la saludan con gran efusividad. Todo el barrio parece contento de verla de vuelta en las canchas.
“Hacía años que no me tomaba un ómnibus”, cuenta Tota. “Con Natalie, vamos hasta la Unión. Veo a mis viejos vecinos y compro pollo en la tienda donde lo compré toda la vida. Acá en el centro no encontrás un pollo igual”, detalla la mujer.
Las y los asistentes personales trabajan cuidando a las personas en situación de dependencia severa durante 80 horas mensuales.