2. Bosques
2.1 Definición
De acuerdo a lo establecido en el Artículo 4to. de la Ley Nro. 15.939, de 28/12/87, ¨son bosques las asociaciones vegetales en las que predomina el arbolado de cualquier tamaño, explotado o no, y que estén en condiciones de producir madera u otros productos forestales o de ejercer alguna influencia en la conservación del suelo, en el régimen hidrológico o en el clima, o que proporcionen abrigo u otros beneficios de interés nacional. ¨
2.2 Cobertura forestal
La cobertura forestal del Uruguay es de 1:720.000 ha. En relación al bosque nativo, y en el marco de una Política Forestal que tiene como uno de sus objetivos la protección de dicho ecosistema, se ha producido en los últimos veinte años un aumento de un 23.00 % de su superficie. También ha existido un aumento muy significativo de la superficie ocupada por los bosques plantados, multiplicándose en más de siete veces la superficie existente en 1990.
2.2.1 Bosque nativo
La superficie de boque nativo es de 750.000 ha, siendo su principal función la de protección, a partir de su diversidad biológica y la protección de otros recursos naturales como suelo y agua.
En los últimos veinte años, la superficie de bosque nativo con un Plan de Manejo y Ordenamiento Forestal aprobado y con un seguimiento de la DGF, pasó de 14.000 ha a 150.000.
2.2.1.1 Bosques fluviales, ribereños o de galería
Se desarrollan en las márgenes de los cursos de agua. La composición florística varía en fajas paralelas al curso.
En las zonas húmedas, crecen especies muy hidrófilas entre las que se destacan Salix humboldtiana, Phyllanthus sellowianus, Sebastiana schottiana, Cephalanthus glabratus, Pouteria salicifolia, Sebastiana brasiliensis, entre otros.
Mas alejado de la costa se desarrollan especies menos hidrófilas predominando progresivamente las subxerófilas a medida que se hace mayor la sequedad del suelo. Esta zona es ocupada por especies como: Scutia buxifolia, Myrceugenia glaucescens, Blepharocalyx salicifolius, Sebastiana commersioniana, Celtis iguanea, Myrsine laetevirens, Myrcianthes cisplatensis, Allophyllus edulis.
En las zonas mas alejadas, con menos contenido de humedad de suelo, se destacan las especies más xerófilas: Scutia buxifolia, Celtis spinosa, Schinus longifolius, Berberis laurina, entre otras.
En el curso medio del Río Uruguay y sus afluentes, se destacan algunas especies características, producto del enriquecimiento a partir de zonas subtropicales, como por ejemplo Enterolobium contortisiliquum, Tabebuia heptaphylla, Inga uruguensis, Gleditsia amorphoides, Peltophorum dubium, Guadua angustifolia, abundantes trepadoras y arbustos.
2.2.1.2 Bosque de parque o Formación de parque
Este tipo de formación se desarrolla en algunas zonas del país entre el bosque ribereño y la pradera. El conjunto del ¨algarrobal¨, constituye una típica vegetación de parque.
En forma paralela Río Uruguay se encuentra el ¨algarrobal¨, o monte espinoso del litoral que presenta una vegetación de árboles de copa abierta, muy distanciados entre sí y bajo los cuales existe un tapiz de vegetación herbácea con predominio de gramíneas. Los árboles dominantes son entre otros: Prosopis nigra, Prosopis affinis, Geoffroea decorticans, Acacia caven, Parkinsonia aculeata.
Dentro del ¨algarrobal¨, y asociadas a suelos alcalinos (solonetz) denominados ¨blanqueales¨, ocurren especies tales como: Aspidosperma quebracho – blanco, Trithrinax campestris y cactáceas.
En estudios realizados en el departamento de Artigas ha sido posible detectar diferencias dentro de la comunidad en función de la diversidad vegetal y arreglo espacial de las especies. Se diferenciaron al menos tres tipos forestales o asociaciones que se presentan en función al relieve y tipo de suelos.
2.2.1.3 Bosque de quebrada
Este tipo de bosque se desarrolla en las excavaciones que han realizado los cursos de agua (quebradas de la cuchilla de Haedo en el norte, quebrada de los Cuervos en el noreste entre otras). Estas quebradas, denominadas también ¨grutas¨, albergan una flora muy rica en especies arbóreas. Es posible su zonificación en dos estratos: CUMBRE y CAUCE. Estos dos estratos topográficos muestran marcadas diferencias desde el punto de vista cuantitativo. El estrato CUMBRE, caracterizado por las especies Lithraea molleoides y Blepharocalyx salicifolius, presenta una fisonomía típica de bosque achaparrado. Las especies indígenas en este estrato, se comportan como netamente heliófilas por lo menos en estado adulto, adaptándose a suelos y condiciones de estrés hídrico prolongado. Su valor desde el punto de vista maderable es escaso, pero con gran influencia ecológica para la comunidad. Además de las especies mencionadas, son características de este estrato: Scutia buxifolia, Aloysia gratissima, Myrsine coriacea, Myrcianthes pungens, Schinus lentiscifolius, Myrcianthes cisplatensis, Mirrhinium atropurpureum, Sebastiana brasiliensis, Sebastiana commersoniana, Xylosma tweedianum, Berberis laurina, Quillaja brasiliensis, Cinnamomun spp., Myrcia ramulosa, Zanthoxylum hyemale, entre otras.
El estrato CAUCE, desde el punto de vista dendrométrico, presenta características muy singulares, tales como fustes rectos, cilíndricos de considerable altura que lo diferencian del estado actual del bosque indígena del resto del Uruguay.
Las especies solo presentes en el estrato cauce, presentan mayores requerimientos de humedad y temperatura, en ciertos casos marcadamente hidrófilas como Pouteria salicifolia. Algunas especies presentan desarrollos fustales interesantes, por ejemplo, Nectandra megapotamica, Cinnamomun porosum, Cinnamomun amocenum, las que se encuentran asociadas a suelos profundos y fértiles. Además, es posible señalar para este estrato las siguientes especies: Cupania vernalis, Myrcianthes pungens, Myrcianthes gigantea, Ocotea puberula, Quillaja brasiliensis, Ocotea acutifolia, Luehea divaricata, Citharexylum montevidense.
Se desarrollan en las serranías y en los denominados ¨mares de piedra¨. Normalmente tienen mayor desarrollo en las zonas bajas y protegidas. En las proximidades de las cimas y ladera alta, el bosque es ralo, con una altura media de tres metros, la vegetación se hace discontinua, formando grupos en los que dominan especies xerófilas de porte arbustivo, espinosos, achaparrados y de conformación tortuosa, y abundan líquenes, cactáceas, gramíneas duras, helechos resistentes, plantas rastreras, adaptadas a suelos pobres y superficiales y creciendo entre las fisuras de los abundantes afloramientos rocosos. A medida que se desciende, el bosque se hace más alto y espeso, y se incrementa la diversidad específica, En la ladera baja, el bosque es más denso y con una mayor riqueza de especies y de mayor porte, alcanzando alturas de seis a ocho metros. Son frecuentes las especies espinosas y con características xeromorfas, tales como Scutia buxifolia, Celtis spinosa, Zanthoxylum rhoifolium, Citharexylum montevidense, Schinus longifolius, Colletia paradoxa, y algunas plantas inermes como Myrsine laetevirens, Myrsine coriacea, Pouteria salicifolia, Blepharocalyx salicifolius, Daphnopsis racemosa, Dodonaea viscosa.
2.2.1.4 Palmares
Existen cinco especies de palmeras las que ocupan diferentes áreas con escasos puntos de contacto en sus áreas naturales. Estas especies son: Syagrus romanzzofianum, Butia yatay, Butia capitata, Butia paraguayensis y Trithrinax campestris. Su distribución es posible explicarla por las características imperantes en el pasado, mas que por las actuales. La palma Syagrus romanzoffianum no forma palmares puros, sino que se la encuentra asociada al bosque ribereño y de quebrada. Tiene una amplia distribución (norte, noreste y sur). Butia yatay se agrupa en pequeños grupos al noroeste, conformando los denominados palmares de Quebracho y Guichón. Se desarrollan sobre suelos arenosos, bien drenados.
Algo similar ocurre con Butia capitata que conforma los palmares de Rocha al este del territorio. Se ubican en suelos pesados, mal drenados (Planosoles). Butia paraguayensis, ocupa una zona restringida en el centro norte, en el departamento de Rivera. Su área se limita a las laderas y cumbres de los cerros chatos y cuchillas tabulares de la zona. Como ya fue mencionado, Trithrinax campestris, no forma palmares puros y crece en suelos alcalinos (¨blanqueales¨) asociada al ¨algarrobal¨ en los departamentos de Paysandú, Río Negro y Soriano en el litoral oeste.
2.2.2 Bosques plantados
La superficie ocupada por los bosques plantados es de 970.000 ha, de las cuales 885.000 ha corresponden a los ¨ bosques plantados de producción ¨, base de la Fase Industrial del Complejo Forestal.
2.2.2.1. Reseña histórica
Desde los orígenes de la nación, cuando los primeros colonos se instalaron ya traían consigo plantas y semillas de distintas especies de árboles. Pérez Castellano (1813) hace referencia a hayas y robles; registra la llegada de los álamos a principios del siglo XIX y, él mismo, realiza algunas experiencias con pinos.
Hacia 1860 se edita la obra de J. M. Reyes: "Descripción Geográfica del Territorio de la República Oriental del Uruguay", en la misma, habla de la aclimatación de numerosas "especies preciosas de maderas de mérito".
Estas especies exóticas cumplieron en un principio fines estéticos, ornamentando las poblaciones y su entorno, pasando, mas tarde, a acompañar las actividades productivas -concretamente las ganaderas- como sombra y abrigo, prácticamente en la misma época en que el cercamiento de los campos marca el inicio de la estancia como empresa (Paris et al., 1966).
Luego de la introducción del eucalipto por Tonkinson en 1853, la propia iniciativa privada, difundió el género por el territorio nacional particularmente el Eucalyptus globulus. En la segunda década del siglo XX, Jaureguiberry planta grandes cantidades de ´eucalipto colorado´ logrando que otros imitaran su ejemplo (Lombardo y Helguera, 1953). En poco tiempo, en su aspecto netamente productivo, el eucalipto se incorporó en términos de explotación a corto plazo con destino a leña y otros usos rurales, demostrando una gran plasticidad y capacidad de adaptación a nuestro medio.
Otras especies exóticas se implantaron en áreas de características particulares; tal el caso de los pinos para la detención de las arenas voladoras en los arenales del litoral platense y atlántico, y las salicáceas -álamos y sauces- utilizadas en la desecación de bañados y aprovechamiento de suelos húmedos. Si bien otras especies exóticas se fueron incorporando a través de la historia por el aporte de iniciativas privadas, fueron los eucaliptos, pinos y salicáceas los que alcanzaron mayor difusión en el país como plantaciones forestales de significación.
La información estadística, relativa a la superficie forestada, fue considerada a partir del año 1930 de acuerdo a las cifras proporcionadas por los Censos Agropecuarios.
Debe destacarse que en el Censo de 1908 sólo se hace referencia a las existencias forestales en términos de número de plantas, concretamente "3.028.314 plantas de eucalipto y 5.157.336 plantas de álamo" entre otras especies, sin indicarse cifras para pinos.
A partir de 1937 se cuenta con las primeras informaciones relativas a superficie forestada en forma discriminada por especies. Es recién en el Censo de 1946 que se hace la primera referencia a la existencia de 7.000 hectáreas de pinos (Christophersen, 1950), plantadas en arenales costeros, anteriormente no registradas.
A la acción de la iniciativa privada se sumó posteriormente la participación del Estado. En 1911 se crea el Vivero Nacional en Toledo y en la década de 1920, la Sección Forestal de la entonces Dirección de Agronomía inicia acciones en las islas fiscales, varios parques de la capital y del interior. Por su parte, el Ministerio de Obras Públicas, que encomendara la creación de un parque en los arenales de Carrasco a Racine en 1916, desarrolla actividades similares.
En 1935 inició sus actividades la Comisión Honoraria Pro Fomento del Cultivo del Arbol sobre cuyas bases y acciones se creó, diez años después, la Junta Honoraria Forestal. Se estableció así un ámbito en el que los particulares y el Estado pudieron desarrollar iniciativas conducentes a incrementar los recursos forestales; estos registraron, a partir de entonces, un aumento lento y sostenido a través del cual, el eucalipto, mantuvo su primacía.
La Segunda Guerra Mundial, convirtió al petróleo en un recurso de valor estratégico e incrementó el consumo de madera, contribuyendo así al aumento de la forestación, especialmente luego de la intensa explotación de bosques que se registró a partir de 1942.
Los crecimientos promisorios exhibidos por el ¨pino insignis¨ (Pinus radiata), introducido en el país por Buschenthal en 1871, y que superaban ampliamente los de las especies europeas (P. pinaster, P. pinea y P. halepensis), motivaron una amplia promoción de esta especie que se difundió en una diversidad de suelos del territorio nacional con variables resultados, particularmente en el aspecto fitosanitario. En la década de 1950 llegaron al país semillas de pinos provenientes de Norte América de los que también comenzó su difusión.
En mayo de 1953 se registran importaciones de semilla de P. palustris, P. taeda, P. rigida, P. echinata y P. caribaea, distribuyéndose luego las plantas obtenidas en diversas forestaciones particulares. Alrededor de 1940 se introdujeron en la Argentina los P. elliottii y P. taeda. Estas especies mostraron muy buen comportamiento en cuanto a adaptación, crecimiento y sanidad, lo que contribuyó a orientar decisiones en el Uruguay en materia de especies sustitutivas del pino insignis.
A partir de 1960, las investigaciones relativas a la introducción y adaptación de especies exóticas a las condiciones ecológicas del Uruguay, tradicionalmente escasas y aisladas, se vieron impulsadas con la instalación de ensayos de orígenes y procedencias.
De esta forma se inicia el estudio de especies de pinos del Sudeste de U.S.A.: P. taeda, P. elliottii, P. palustris y P. echinata; de las regiones Centro-Oeste y Pacífico: P. ponderosa, P. lambertiana y P. radiata; y de la región Atlántica: P. strobus. A dichos estudios se agregaron P. patula de México y P. pinaster de la región mediterránea.
De un modo análogo, distintas especies de eucaliptos se incorporaron a la experimentación. Entre otras, E. grandis en el año 1964 y E. saligna, fueron de las especies que dieron resultados más alentadores. Es muy probable que estos resultados se sumaran a los obtenidos con estas mismas especies para lugares de características ecológicas similares a las del Uruguay, motivando la posterior promoción de su cultivo.
Otro tanto sucedió con las salicáceas de las que asimismo se introdujeron híbridos y aun especies puras. Debe destacarse, no obstante, que las salicáceas -en especial el álamo- no alcanzaron nunca, en promedio, al 10% del total forestado con especies exóticas, tendencia que parece haber disminuido aun más en el último decenio.
Promediando la década de 1960, diversas instituciones estatales, paraestatales y privadas (Bancos Hipotecario y de Seguros, ANCAP, UTE, Ministerios de Defensa Nacional y de Obras Públicas, Instituto Nacional de Colonización, Cajas Bancaria y Notarial, Municipios y varios plantadores particulares), algunas de las cuales habían iniciado actividades veinte años antes, protagonizaron un nuevo impulso del sector forestal.
En 1964 se crea, en la órbita del Ministerio de Ganadería y Agricultura, la Dirección Forestal; cuatro años mas tarde, en 1968, se promulga la Primera Ley Forestal, iniciativa largamente perseguida orientada a promover la actividad forestal en su conjunto (protección del bosque nativo, incremento de la superficie de bosques plantados con objetivos productivos y de protección y el desarrollo de áreas protegidas).
Al producirse la crisis petrolera de 1973 se puso de manifiesto, una vez más, la fragilidad del país ante la fuerte dependencia de los combustibles fósiles importados. Al igual que en oportunidad de las dos guerras mundiales se reconsideró, como una alternativa válida, el aprovechamiento de los bosques plantados como fuente energética lo que estimuló en alguna medida las plantaciones.
En el año 1975 se pusieron en marcha una serie de incentivos fiscales con la finalidad de promover la forestación. Bajo estas condiciones favorables se desarrollaron numerosas plantaciones en suelos de aptitud forestal, hecho que se revirtió a los pocos años, en 1979.
Desde entonces hasta la promulgación de una Segunda Ley Forestal en 1987, el área anual promedio plantada, escasamente alcanzó las 2.500 hectáreas, considerando eucaliptos, pinos y salicáceas. Es a partir del año 1989 que se produce un muy significativo aumento de la superficie de bosques plantados, predominando el género Eucalyptus como ha sido tradicional en el Uruguay.
2.2.2.2 Bosques plantados y uso del suelo
Los bosques plantados cuyo objetivo es la protección de otros recursos naturales, suelo y agua principalmente, y los bosques plantados de protección a la actividad agropecuaria (cortinas, bosques de parición y postesquila, por ejemplo) ocupan un 1% de la superficie total del territorio. En tanto, los bosques plantados cuyo objetivo principal es la producción de materia prima para la Fase Industrial del Complejo Forestal, ocupan un 4% de la superficie total del territorio, y un 5% de la superficie apta para la actividad agropecuaria.
Prácticamente el 80% de los bosques plantados de producción han sido plantados en Grupos de Suelos aptos para la actividad forestal y con una productividad agropecuaria inferior al promedio de la productividad agropecuaria del país, por lo tanto, con pocos grados de libertad para este tipo de producción. (¨suelos de prioridad forestal¨)
En lo que respecta a su distribución territorial, los bosques de producción se han concentrado en los departamentos de Río Negro, Paysandú, Tacuarembó y Rivera con mas de 90.000 ha cada uno de ellos. Tanto en Rivera como en Tacuarembó, es muy significativa la plantación con pinos, en tanto en los departamentos de Lavalleja, Florida y Soriano la plantación se ha realizado, prácticamente en su totalidad, con eucaliptos.
Para los departamentos con mas de 15.000 ha forestadas, el porcentaje de bosques plantados cuyo objetivo principal es la producción de materia prima para la actividad industrial en relación a la superficie total del departamento no superan el 9.60% y es ubican preferentemente en el orden de 3%.
En cuanto al uso del suelo a nivel de unidad básica de ordenamiento territorial como lo constituyen las cuencas hidrográficas, en ningún caso los “bosques plantados de producción” superan el 21.00 % de alguna de ellas.
2.2.2.3 Fragmentación
En tanto los ¨bosques plantados de protección¨, fundamentalmente los destinados a la protección de las actividades agropecuarias, presentan una alta fragmentación (predominio de los bosques de menos de ¼ de hectárea), los ¨bosques de producción¨ presentan una elevada concentración.
2.2.2.4 Propiedad
Al igual que la propiedad de la tierra en el Uruguay, la propiedad de los bosques se encuentra en manos privadas. Porcentualmente, un 98.80 % del total de la superficie de bosques se encuentra en manos privadas, en tanto tan solo un 1.20 % pertenece al Estado en sus distintas formas de tenencia. (Nacional, Departamental, Empresas del Estado, por ejemplo)
2.2.2.5 Bosques plantados y Complejo Forestal
Prácticamente el 100% de la materia prima de la Fase Industrial del Complejo Forestal proviene de los bosques plantados. Más del 90% de dicha materia prima proviene de bosques plantados que cuentan con la aprobación y seguimiento de un Plan de Manejo y Ordenamiento Forestal por parte de la DGF en el marco de la Política y Legislación Forestal. Dichos bosques, base de la Fase Industrial del Complejo Forestal, ocupan una superficie de 885.000 ha, siendo este tipo de bosques los de más alta tasa de forestación anual en el período 1980 – 2010 (3.000 ha en el año 1990, 27.000 ha en el año 2010).
A partir de esta realidad, y del desarrollo de un modelo básicamente exportador, la inmensa mayoría de las exportaciones forestales tienen como sustento a los bosques plantados, no existiendo prácticamente exportaciones cuyo origen sean los bosques nativos. A partir de un Complejo Forestal que ha desarrollado en forma muy significativa su Fase Agraria y en el que se encuentra en desarrollo su Fase Industrial, no solo ha aumentado el valor de las exportaciones forestales (U$S 13.000.000 en 1990 a U$S 510.000.000 en 2010, sin considerar la exportación de celulosa desde Zona Franca, sino que también ha aumentado la variación de productos exportables y su valor agregado.
El desarrollo de la Fase Agraria, fundamentalmente a partir de los ¨bosques plantados de producción¨, ha permitido un aumento muy significativo del empleo en dicha Fase, pasando de 1.000 trabajadores en 1990 a 20.000 en el año 2010, lo que representa el mayor porcentaje de aumento entre los subsectores de la agropecuaria Nacional.