Textos de Víctor Lima
Con el objetivo de acceder con agilidad a su obra a continuación incluímos 15 textos variados de Víctor Lima:
A ORILLAS DEL OLIMAR
Hay ríos que hoy son ausencia
en mi destino de andar y andar,
pero ninguno me dio esa cosa
que solo tiembla en el Olimar...
Vestida de azul profundo
su agüita cumba cantando va;
qué lindo suena en las tardecitas
arrobaditas de zucará.
Cuando mueran los caminos
que sueñan, andando yo,
que junto al dulce Olimar querido
se vuelva tierra mi corazón.
Hay ríos que andan y sueñan
y cantan cumbas como el que más,
pero ninguno me dio esa cosa
que solo tiembla en el Olimar.
Hay cosas de vez en cuando
que sin quererlo me hacen pensar,
pues se me van corazón adentro
y allí se quedan, como a soñar…
ARROYITO DE LA SIERRA
Arroyito de la sierra
que siempre y siempre caminas
el que no envidia tu suerte
nunca sabrá de la vida.
Cuando bebo en la quebrada
tus tragos de agua fresquita,
yo siento para mi gusto
que estoy bebiendo la vida
Loco de contento estoy
cuando bajo a la quebrada
arroyito de la sierra
cómo contentas el alma.
Arroyito quebradeño
que bajas desde las sierras
tu cantas modestamente
la gran canción de la tierra
Cuando en silencio me quitas
la sed que me da el sendero
yo siento para mi gusto
que estoy cantando por dentro.
LA PIEDRA, EL ARBOL Y EL RÍO
Yo voy trajinando sueños
a lo diario del camino;
Y en ese andar me conocen:
la piedra, el árbol y el río.
La piedra, el árbol y el río,
con ojos que tienen tiempo,
adiós, me dicen, y quedan
mirando cómo me alejo.
Cuando la noche me agarra
y oyendo grillos me acuesto,
la piedra, el árbol y el río
retozan con mi silencio.
En esto de andar soñando
a lo diario del camino
solo conocen mi rumbo:
la piedra, el árbol y el río.
La piedra, el árbol y el río,
a lo diario del camino,
alientan al andasueños
que siempre llevo conmigo.
El ALFARERO (a Tomás Cacheiro)
Placer de buscar el barro
a orillas de claros ríos.
Placer que viene de lejos,
junto con el hombre mismo.
¡Oh, los viejos alfareros
que fueron en otros siglos!
¡Oh, tus jueces, alfarero,
los implacables testigos
de tu actitud, alfarero,
frente al fiel de tu destino!
Oigo tus manos cantar
cuando modelar las miro
el cuenco de nobles copas
donde he de beber el vino
que madura de verdad
cuando lo brinda un amigo.
Miro tu barba rosilla
y pienso en lo fugitivo
del tiempo, que tú lo apuras,
-tacto fiel, seguro instinto-
en el placer de buscar
a orillas de claros ríos,
el barro -¡que tanto amas!-
y hacerlo definitivo.
El barro tiene misterio
y su secreto es contigo.
El barro es tierra en descanso,
y solo espera, tendido,
que tú lo eches a andar,
tú , que eres barro vivo.
EL AGUATERO
Por este trillito doble
que mi barril va dejando
poquito, poquito a poco
voy el arroyo arrastrando.
Yo arrastro para la estancia
donde no soy estanciero,
traguito de agüita fresca
pa’ refrescar el garguero.
Pero mañana
saldré al camino
por esa sendita clara
que va rumbeando el destino…
Si le pido al mayordomo
que me saque de aguatero,
enseguida me retruca:
“por algo sos pión casero!”
Yo quiero montar un pingo
y hacer punta en el rodeo,
y no quedarme en las casas
como atao para un sobeo…
MILONGA DEL CAMINANTE
Cuando el camino se alarga,
¡qué lindo es ir recordando!,
que no hay mejor compañero
que el recuerdo, caminando.
Camino que atrás dejamos
nos va siguiendo, siguiendo,
que cada nuevo camino
tiene mucho de recuerdo.
Bienhaya el árbol que tiende
la sombra que necesito,
para descansar mi sombra
al costado del camino.
¡Qué lindo es tener querencia!
Llego y quisiera quedarme,
es caracú de mi ausencia
el ansia de aquerenciarme.
Rodar de rueda viajera,
rodar de canto rodado,
rodar de mi alma andariega
que no pregunta hasta cuándo.
NOSTALGIAS OLIMAREÑAS
Con pena se deja el pago
que un río al cantar lo pinta,
un río de voz chiquita,
de corazón sin medida.
Humilde Olimar del alma,
que viendo pasar tu gente
aprendes historias viejas
de sueños y de quehaceres.
El día que yo me vaya
por el último sendero,
cantando, mi viejo río,
dale tu adiós al viajero.
En esos atardeceres,
¡qué bien!, Olimar del alma,
tus grillos, ni bien despiertos,
contrapunteando mi zamba.
Cada vez que dejo el pago,
ni bien cruzo el puente viejo,
nostalgias olimareñas
me van siguiendo, siguiendo.
EL ALMA DEL GUITARRISTA (a Oscar Prieto)
¡Qué suave, Prieto, tu sonido suena!
En tus manos duendea una paloma;
Cuando el alma a las manos se te asoma
el aire está de música serena.
La paloma en tu pulso se despena.
Yo me despeno igual que la paloma,
mensajera del alma que me toma
convirtiéndome en éxtasis la pena.
¡Qué temblor de armonías es conmigo!
¡Qué luz interior el alma llena!
Maravilloso mundo, mar inmenso.
De los viejos maestros que no digo,
que me lo dices tú, yo solo pienso:
qué suave, Prieto, tu sonido suena!
ADIOS A SALTO
Adiós mi Salto te dije un día
mirando el último naranjal,
desde una rama del alba verde
me despedía, triste, un sabiá…
Adiós mi Salto te dije un día
mirando el último naranjal,
casas y lomas, aves y frutas,
me despedían, quedando atrás…
Hoy el camino tiene mil huellas
para mis ansias de caminar,
nadie camina mejor, te juro,
que aquel que aprende sobre su andar…
Adiós mi Salto te dije un día
mirando el último naranjal,
mi pena en viaje sobre el rocío
me saludaba por no llorar.
Aún humedecen mis lejanías
las aguas dulces del Uruguay,
el cielo abierto de tus otoños
y el aire verde del naranjal…
ROMANCE DEL SALTO ORIENTAL EN TIEMPOS DE LA NARANJA
Estamos en San Antonio.
En la tarde iluminada,
el tren se empieza a mover
como una bestia holgazana.
Salimos de San Antonio.
En el vaivén de la marcha,
las ventanillas me ofrecen
su paisaje de distancias.
Estamos en mes de mayo.
Mes de invierno en lontananza.
Mes de naranja salteña
plenamente madurada.
Estamos en mes de mayo.
Es inminente la zafra.
Hombres nadando tranquilos
sobre un río de naranjas.
Y el paisaje me devuelve
bucólicas añoranzas,
mellándome las pupilas,
haciendo vibrar mi alma.
Bajíos, suaves colinas
recubiertas de naranjas.
Singular topografía
verde, verde anaranjada.
Estamos llegando a Salto.
Allá atrás, a mis espaldas,
quedó bogando mi vista
sobre un río de naranjas.
ROMANCE DE MARÍA SARAVIA
María Saravia, tu,
sufrida obrera del agua:
las manos del Uruguay,
quiebran tu risa morada
por el ácido y el frío
del viento y de la potasa.
María Saravia, tú,
sufrida obrera del agua:
tus manos van siempre niñas
por tus livianas mañanas,
tus manos ¡ya! desde niñas
al trabajo acostumbradas.
María Saravia, tú,
sufrida obrera del agua:
yo no vengo a interrogarte,
ni a reírme de tu traza,
como aquéllos, los del Centro,
los dueños de sucias sábanas,
que tú, con tus manos limpias
las vuelves inmaculadas.
Tus manos gruesas, muy gruesas,
pobres de pan, pero honradas:
¿de qué sirven manos finas,
si son manos holgazanas,
María del agua, tú,
la del agua más amarga?...
María Saravia, tú,
sufrida obrera del agua:
mientras suben, suben, suben
por el ¡ay! de tu garganta,
canciones como alfileres
ensalitrados de lágrimas,
imagina lavandera
mundos preñados de gracias:
mundos, hoy, de los de arriba;
de todo el mundo mañana.
Imagina un mundo nuevo,
donde tú, lavando sábanas,
sueltas al aire las cuatro
aes de tu carcajada.
María Saravia, tú,
sufrida obrera del agua:
detrás del ¡ay! de ese canto
que estrangula tu garganta,
en un venir bienvenido,
“está despuntando el alba”.
COSAS DE ARTIGAS
La tierra de los pájaros pintados,
corona de ceibal, tierra charrúa,
parió un caudillo que dejó al dejarnos
palabras que agarraron como cuñas.
“Mi autoridad emana de vosotros”
–dijo el capitán a los patriotas-
“y ante vuestra presencia soberana,
termina de inmediato, cesa sola”.
“El día que me quede sin soldados,
tendré los arcabuces de la sangre
para pelear con perros cimarrones,
por defender el rico patrimonio
que guardan los bravíos orientales”.
SEMBRADOR DE ABECEDARIO
Para colmarme la vida
para llenarme de luz
imitando a mi bandera
me voy a la escuela
de blanco y azul…
Siempre me dice el maestro
con un dulce dejo de amor:
el fundador de tu escuela
se llama Varela,
quiere, quiérelo…
Sembrador de abecedario
líder del verbo oriental
Don José Pedro Varela
pastor de la escuela
jamás morirá…
CANCION DEL JANGADOR
Janga, janga, jangador
que el río, firme y seguro,
va empujando tu jangada
y la impaciencia terrestre
sentimental, de tu apuro.
Janga, janga jangador
por el aire del estío.
deja, sí, deja volar
tu pensamiento a la tierra:
solo tu cuerpo es del río.
(Allá en tu sur brasileño,
ella te sigue esperando:
el hijo alegra su vientre,
pero tú, le faltas, tú…
sigue jangando, jangando).
Sigue Jangando, jangando,
río crecido y abajo,
aunque te duela en las venas
su ruta sur, implacable,
derecho, sin un atajo.
Janga, janga, jangador.
Janga, janga jangadero,
que el Uruguay, impasible,
crece ¡ay! Y no señala,
jangador, tu varadero.
LAS DOS QUERENCIAS
Aquí me pongo a cantar
sin salirme de la huella;
mi canto, sin ser estrella,
alumbra mi caminar.
Me tienen que perdonar
si lo digo divagando,
que mientras voy procurando
definir mi pensamiento,
me hace bullas el contento
de cantar como jugando.
Nacido en tierras aromadas
de naranjales en flor,
mi vista tiene el calor
de la luz anaranjada.
De la ausencia desvelada
de ser yo mismo una ausencia,
un día encontré querencia
lejos del Salto oriental,
mi dulce tierra natal
aquella de la inocencia.
Hoy sueño después de andar
por huellas desordenadas,
en las orillas besadas
por un río de cantar.
El apacible Olimar,
mirándome dulcemente,
es querencia de un ausente
que solo sabe pensar
que río para soñar,
Olimar, tiene tu gente.
Entre presencia y ausencia
de los pagos de mi flor,
siento ese amargo dulzor
que dan ausencia y presencia.
Lo digo sin complacencia,
tal vez, complaciendomé.
Eso sí que no lo sé,
porque todo peregrino
se entiende con el camino
si preguntarse por qué.