Plan Nacional de Género en las Políticas Agropecuarias

4.2.1. Trabajo remunerado y no remunerado en el medio rural y el agro

Previo a la presentación de información específica, es necesario conceptualizar las categorías de población ocupada, trabajo no remunerado e introducir la noción de división sexual trabajo, buscando explicitar cómo todos estos conceptos se materializan en la realidad específica del agro y el medio rural.

En primer lugar, resulta necesario señalar que no sólo quienes están ocupados/as trabajan, sino que la concepción de trabajo desborda la de ocupación. El trabajo refiere a “cualquier actividad física o mental que transforma materiales, en una forma más útil, provee y distribuye bienes y servicios a los demás, y extiende el conocimiento y el saber humanos” (Castillo, 1998, en Aguirre, 2008: 37). En cambio, la categoría ocupación se restringe a actividades reconocidas en el mercado, y frecuentemente invisibiliza otras que, si bien son imprescindibles para la sostenibilidad de los emprendimientos productivos, al no estar asociadas a una remuneración son interpretadas y registradas como no-trabajo (Batthyany y Genta, 2016).

Desde esta concepción, puede concebirse como trabajo remunerado aquel que es reconocido como ocupación y que es retribuido con salario o distribución de utilidades, y como trabajo no remunerado aquel que se realiza y es necesario para la reproducción de las familias, pero que no es concebido como trabajo en el mercado y por el cual no se percibe una remuneración (Aguirre, 2008).

El debate en torno al trabajo remunerado y no remunerado suele asociarse a la distinción entre el trabajo doméstico y de cuidados, y el trabajo que se vende en el mercado de empleo. No obstante, en el marco de las producciones rurales se identifica adicionalmente una forma de trabajo agropecuario cuyos productos se venden en el mercado, reconocido como ocupación, pero que no recibe remuneración y se registra como “trabajador/a familiar sin remuneración” (Paulilo, 1988). Como se verá más adelante, la división sexual del trabajo en el agro conlleva que ambas formas de trabajo no remunerado se concentren en las mujeres.

Bajo la noción de división sexual del trabajo se identifica el proceso por el que todo el trabajo socialmente necesario, tanto el que se vende en el mercado como el que se realiza en la reproducción de la vida cotidiana, es distribuido desigualmente entre mujeres y varones (Harris y Young, 1979; Hirata y Kergoat, 1997). La división sexual del trabajo habitualmente concentra el trabajo de cuidados y doméstico en las mujeres, así como asigna mayor prestigio y dimensión pública al trabajo llevado adelante por los varones.

En el ámbito de la producción agropecuaria, además de la distribución desigual del trabajo de reproducción de la vida y del trabajo agropecuario no remunerado (Paulilo, 1988), la división sexual del trabajo también afecta el mercado de empleo. Con la salida al mercado laboral de las mujeres, la división sexual del trabajo también puede identificarse a través de segregaciones horizontales y verticales de las mujeres en los puestos de trabajo, así como en los niveles diferenciales de contratación y ocupación.

La distribución del trabajo agropecuario y productivo está marcada por fuertes estereotipos de género en torno a qué roles, competencias, potencialidades y capacidades tienen y pueden llevar adelante mujeres y varones.

Las cargas globales de trabajo que suman el trabajo remunerado y no remunerado son mayores entre las mujeres y se incrementan en el interior del país y en las poblaciones de menores ingresos, y donde no es posible contratar servicios de cuidados (ONU Mujeres, 2020a). Estas cargas son aún mayores en las mujeres del medio rural (FAO, 2017). Las asimetrías en las cargas globales de trabajo condicionan las posibilidades de participar en otras actividades y limitan el acceso directo a medios de vida (ONU Mujeres, 2020a).

“Soy asistente veterinaria, me encanta todo lo que tiene que ver con el campo, me crie en el campo… buscaba trabajo para afuera, para el campo, habían llamados ‘se necesita peón rural para trabajar con el ganado’ y me comuniqué y la repuesta fue no, mujer no, lo que buscamos es un hombre, por el tema de la fuerza… como que no podemos y terminé en un supermercado, ¡nadita que ver!, no me gustaba, pero tenía que trabajar en algo. Y hoy por hoy trabajo, ayudo a mi compañero, y también soy una trabajadora más al lado de él y si tenemos que hacer fuerza, tenemos que sacar terneros atracados o lo que sea”.

“Yo acá soy cocinera, pero a veces, lo menos que hago es cocinar. En el tiempo de parición de ovejas estoy con mi esposo como si fuera otro empleado más, inseminamos, todo el tema de preparado de todos los productos, siempre estoy yo, yo me organizo de noche con la comida para el otro día, trabajo y cocino a la vez”.

(Consultas ciudadanas)

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