Manual pedagógico sobre el uso del lenguaje inclusivo y no sexista.

Ocupaciones, cargos y profesiones.

a) Siempre que tengamos que redactar un documento cerrado (dirigido a una persona en particular), optaremos por el empleo del género gramatical que aluda, sin equívocos al sexo de la persona a la que va destinado.
Como regla general, recomendamos feminizar y masculinizar los términos que aludan a ocupaciones, cargos y profesiones, manteniendo inalterados los sustantivos de una sola terminación, salvo en aquellos casos en los que el uso ya haya consolidado la forma feminizada (presidenta) o masculinizada (modisto).
Además, cuando el nombre de una profesión o cargo está formado por un sustantivo y un adjetivo, ambos elementos deben ir en masculino o femenino dependiendo del sexo del referente (técnica administrativa, detective privada, intérprete jurada, etc.).

b) Si se trata de un documento abierto (dirigido a un colectivo indeterminado de personas), emplearemos, para evitar cualquier tipo de ambigüedad, los términos o construcciones alternativos al masculino genérico ya explicados más arriba. En los documentos administrativos todavía aparecen formas de tratamiento y cortesía formuladas en masculino, aunque puedan ser cumplimentados tanto por hombres como por mujeres. Estas fórmulas deben evitarse, sobre todo en los impresos y formularios, donde solo deben figurar, en la medida de lo posible, epígrafes del tipo ‘nombre y apellidos’, ‘firmado, etc.
Si es necesario o inevitable que aparezca la fórmula de tratamiento, esta debe presentar la doble forma (Sr./Sra.). Cuando se trate de un texto que va a estar vigente durante un tiempo (como puede ser una normativa) o cuando construyamos un discurso sin saber a qué personas concretamente va dirigido, habrá que tener en cuenta que debe ser interpretado dando cabida a ambos sexos, por lo que conviene utilizar términos genéricos o usar desdoblamientos:
Compete a la Presidencia convocar las reuniones
Corresponde al relator o relatora…

Las rotulaciones se pueden adecuar al sexo de la persona que ocupa el cargo en ese momento o, mejor aún, optar por palabras igualmente válidas para uno u otro sexo (vicepresidencia de estudiantes, secretaría, jefatura, etc.).

En cuanto a los títulos o certificados, estos deben adecuarse al sexo de las personas que los obtengan, según indicaciones de la Real Academia Española:

TÍTULOS
Graduado/Graduada
Técnico/Técnica
Técnico Superior/Técnica Superior
Bachiller/Bachiller

TÍTULOS UNIVERSITARIOS
Diplomado/Diplomada
Ingeniero Técnico/Ingeniera Técnica
Arquitecto Técnico/Arquitecta Técnica
Trabajador Social Diplomado/ Trabajador Social Diplomada
Maestro/Maestra
Licenciado/Licenciada
Ingeniero/Ingeniera
Arquitecto/Arquitecta
Doctor/Doctora
Doctor Ingeniero/Doctora Ingeniera

TÍTULOS POSTGRADO
Profesor Especializado/Profesora Especializada
Médico Especialista/Médica Especialista
Enfermero Especialista/Enfermera Especialista

TÍTULOS DEPORTIVOS
Técnico Deportivo Elemental/Técnica Deportiva Elemental
Técnico Deportivo de Base/Técnica Deportiva de Base
Técnico Deportivo Superior/Técnica Deportiva Superior

Recordar que términos como sirvienta, aprendiza y oficiala (para aludir a la mujer que trabaja en una fábrica) o dependienta (para la que trabaja en una tienda) se acuñaron hace años sin ningún tipo de problema. Y que también tenemos casos inversos, esto es, términos que se han masculinizado contradiciendo las normas de la morfología española. Es el caso del término modista, que, a pesar de ser un sustantivo común en cuanto al género (como todas las palabras que acaban en –ista: artista, periodista…) ha formado indebidamente el masculino modisto, hoy ya admitido y en pleno uso. Así pues, aunque las normas son necesarias para cohesionar las lenguas, los cambios también lo son y suceden porque la comunidad lingüística los genera.

Igual que existe la tendencia a feminizar las palabras cuando las mujeres ejercen profesiones tradicionalmente masculinas, se da, aunque en menor medida, la masculinización de voces que aluden a profesiones tradicionalmente femeninas, cuando los hombres las desempeñan. Es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con el término azafata, como se comprueba en la última edición del diccionario académico (2001). La feminización de la profesión dificultó en principio la aceptación de la forma masculina azafato, por lo que se impuso auxiliar de vuelo.

Por último, cabe recordar que existen trabajos tradicionalmente desempeñados por mujeres y no muy prestigiados socialmente, que suelen aparecer solo en su forma femenina (limpiadora, señora de la limpieza, señora de compañía…). Puesto que son trabajos que pueden desempeñar los dos sexos, se recomienda utilizar fórmulas que engloben a ambos (personal de limpieza, acompañante…). En definitiva, como norma general, siempre que conozcamos el sexo de la persona que ocupa un cargo u oficio, debemos referirnos a ella en masculino o femenino según corresponda.

De esta forma, hacemos visibles a las mujeres y contribuimos también a cambiar la idea de que algunos oficios y puestos de responsabilidad están siempre ocupados por los hombres. Como para la masculinización o feminización de los términos no parecen existir normas fijas, sobre todo en las palabras que terminan en -nte, -l o –z, hemos aportado en uno de los anexos de esta guía un “Listado de ocupaciones, cargos y profesiones” de uso frecuente, tanto en sus formas masculinas como femeninas.

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