Construyendo ciudadanía en entornos digitales. Punto de partida.

¿Qué entendemos por entorno digital?

En un sentido amplio, se entiende como entorno digital a todas aquellas plataformas y aplicaciones que nos permiten interactuar como personas y organizaciones a través de medios virtuales. Aunque existen otras redes y configuraciones, como las redes de área local a través de las cuáles podríamos interactuar, el entorno digital generalmente se refiere al mundo de Internet.

Hablar de entorno no es hablar de algo ajeno al desarrollo de las personas. No es posible entender la evolución de la especie humana sin analizar a la vez el entorno en el que ésta se desenvuelve. El entorno es el ámbito en el que se socializa, se vincula con las demás personas, se construye como ser social en este espacio compartido.

Este entorno social ha sufrido en los últimos años cambios muy significativos en su constitución y, en consecuencia, en su determinación de la vida individual y colectiva. Los cambios tecnológicos, y especialmente el impacto que la masividad del acceso a Internet está teniendo, han provocado una transformación en los ejes centrales del entorno en el que se desarrolla la sociedad contemporánea. Así, aquellas características que definían nuestro entorno no son ya suficientes para definir un entorno en el que las comunicaciones digitales abren nuevos espacios de existencia y nuevas formas de relación.

Esta nueva conformación del entorno requiere el desarrollo de nuevas habilidades que debe dominar cualquier persona para desenvolverse de manera autónoma en la sociedad actual.

Hasta hace relativamente poco se consideraba que la persona alfabetizada era aquella que dominaba los códigos de acceso a la cultura escrita o impresa (saber leer) y que poseía las habilidades para expresarse a través del lenguaje textual (saber escribir). En estos momentos esta idea ha cambiado casi radicalmente, pues la comunicación se produce no solo a través del lenguaje escrito sino además por medio de entornos digitales compuestos por lenguajes audiovisuales interactivos y flexibles.

Como afirma Van Dijck (2017), las tecnologías tienen dos caras. Por un lado, nos dan capacidades, permiten hacer cosas impensadas como conocer personas a distancia, visitar ciudades y museos, comprar, jugar, organizarse e iniciar un movimiento. Al mismo tiempo, cada vez que usamos tecnologías le damos cierto poder sobre nuestros datos y nuestra persona a las plataformas.

Johanna Francisca Theodora María "José" van Dijck nació en 1960 en Boxtel, Holanda. Es investigadora en nuevos medios, tecnología y sociedad, profesora en la Universidad de Ámsterdam, donde fue decana de la Facultad de Humanidades. En 2015 fue elegida presidenta de la Real Academia Holandesa de Artes y Ciencias y se convirtió en la primera mujer en ostentar dicha posición.

Nuestro recorrido por Internet y todas las acciones que hacemos allí no surgen exclusivamente de nuestra propia voluntad. Hay alguien del otro lado de la pantalla que busca conocernos, entender qué necesitamos y por qué, y eso es muy valioso.

Cuando navegamos en Internet los buscadores guardan datos (historial de navegación, caché web, contraseñas, información de formularios, cookies, etc.) que van “afinando” nuestras búsquedas. Los resultados que nos arroja el navegador se van ajustando al perfil que generamos a medida que lo utilizamos. En ocasiones, eso puede facilitar nuestro recorrido, pero también limitarlo.

La evolución de internet ha llevado a que, como desarrolladores de nuevas tecnologías de información y comunicación y servicios en torno a ellas, grandes actores comerciales concentraran reglas de interacción en el espacio digital que controlan, basados en modelos de negocios, términos de uso, políticas y algoritmos que hacen de la administración de datos de las personas usuarias su principal fuente de poder y concentración de riqueza.

En este sentido, se señala que se trata de un entorno básicamente dominado por un grupo de compañías que centralizan el control de este espacio digital, conformando un ecosistema con sus propias lógicas de funcionamiento afectadas profundamente por los modelos de negocio que están detrás de estas compañías. Lógicas que nos afectan en tanto personas atravesadas ineludiblemente por este entorno que hoy es tan físico como digital.

Después de todo, Internet es una herramienta gratuita solo a primera vista, porque cada persona provee información a cambio de utilizar la red. Esta información es el alimento para el funcionamiento de las plataformas tecnológicas. Hoy la mayor parte del mercado se encuentra concentrado en 5 empresas. El acrónimo GAFAM se refiere a las cinco grandes empresas tecnológicas estadounidenses: Google, Amazon, Facebook (Desde 2021 esta empresa cambia su nombre a Meta.), Apple y Microsoft.

Algunos estudios, no obstante, refieren a la necesidad de complejizar este estado pesimista de situación de concentración de poder por parte de empresas en el entorno digital, para mostrar que, "aunque de atrás", empieza a despertar la conciencia de que existen vacíos de acción ciudadana y transacción de poder en el espacio digital, espacio que ha sido ocupado por otros actores (privados en su mayoría) y otras dinámicas de poder. A medida que se toma conciencia de la ausencia del Estado y la ciudadanía en estos espacios, es que surgen iniciativas que buscan disputar dicho poder y recuperar el control de “lo público” o “lo común”.

¿Cómo nos afecta este funcionamiento del entorno digital a la hora de construir ciudadanía? Pensando entonces en la aplicación del concepto de ciudadanía en el entorno mediado por tecnologías digitales, emergen algunas interrogantes tales como: ¿cuál es la ley del ciberespacio ante la que pueden reclamarse y ejercerse la libertad y la igualdad? y ¿qué significa soberanía en entornos digitales? Una de las principales características de la web es que no tiene un recorte geográfico; es decir, no tiene límites territoriales. Entonces, ¿Cómo convivimos tantas personas en este espacio? ¿Debemos construir reglas?

Como vimos, históricamente se pensó a la ciudadanía acotada a un país o territorio, pero el espacio digital pone en jaque esa idea y plantea algunos interrogantes: ¿tenemos derechos en el espacio digital?, ¿son los mismos que tenemos como ciudadanos/as de un país?, ¿existen obligaciones de comportamiento en la web? ¿Quién otorga la ciudadanía? ¿Hay posibilidad de no ser ciudadano o ciudadana digital? ¿Hay una sola ciudadanía o tendríamos que hablar de ciudadanías digitales?

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