Interacciones

Relaciones históricas entre proyectos de país, proyectos educativos y proyectos de arquitectura escolar en Uruguay
Mg. Arq. Pedro Barrán Casas, Prof. FADU / UdelaR
Para lograr sintetizar el desarrollo histórico de esas relaciones en un texto tan breve es necesario simplificar y concentrarse en los proyectos, en lo que se quiso hacer; sabiendo que la realidad construida, lo que se hizo, fue más compleja y llena de matices.
Escuela Nº 21 Alemania. Calle Vilardebó 1530. Año 1918.
(Foto: 01944FMHGE.CDF.IMO.UY - Autor: S.d./IMO).
En la primer mitad del siglo XIX, debido a las continuas luchas internas, Uruguay no logró un proyecto de país ni un sistema educativo; predominaban las escuelas privadas para varones de clase alta, en su mayoría sostenidas por órdenes católicas, y algunas escuelas públicas que también eran religiosas. El paradigma educativo era el de la “escuela tradicional”, se pensaba al alumno como un receptor pasivo de la cultura del pasado, y se utilizaban las formas clásicas de composición arquitectónica para ordenar el espacio y trasmitir la importancia simbólica de la educación. En general, eran escuelas que buscaban aislarse del exterior volcándose hacia los patios (una tipología derivada de los claustros de los monasterios medievales), y las clases eran magistrales, con los pupitres fijos al piso y mirando al docente sobre su tarima.
En el último cuarto de siglo XIX comenzó el proceso de modernización: se buscó consolidar la producción agroexportadora, disciplinar las costumbres y difundir los valores de la burguesía y oligarquía locales. Fue así que Varela (junto a la S.A.E.P., Vázquez Acevedo y Figari, entre otros) empezó a organizar el sistema educativo público. Sus escuelas continuaban siendo “tradicionales” (conocimiento como verdades absolutas ajenas al entorno del alumno, disciplina y autoritarismo) pero con importantes avances: las nuevas bases eran el positivismo y la laicidad (ya no el espiritualismo y la fe), se pretendía alcanzar a todos los niños y darles más protagonismo. Ejemplo de ello son las escuelas del primer “Plan de Construcciones Escolares” de 1906 (Arqs. Maini y Jones Brown): las Escuelas Brasil (Av. Brasil 2963), Chile, Alemania y Gran Bretaña. Estas escuelas ya no se aíslan ni rodean un patio, sino que son bloques lineales con aulas hacia la calle. La única diferente es el Jardín de Infantes Enriqueta Compte y Riqué (General Luna 1270), basada en el Kindergarten de Froebel: una serie precisa de espacios abiertos, cubiertos y cerrados, de acuerdo a la práctica educativa.
Escuela n°47 de Capurro. SMA-21210: Fotografía de Archivo SMA-FADU
En las tres primeras décadas del siglo XX el país afianzó su democracia y logró el bienestar económico, mientras que el proyecto nacional batllista amplió un Estado centralizado, promovió legislación social y consolidó la renovación de la educación. Un segundo paradigma cristalizó cuando la arquitectura moderna responde a la pedagogía de la “Escuela Nueva” (que se centraba en los estudiantes, modernizaba los contenidos y promovía el contacto con la naturaleza). Ese país optimista alentó que un joven Vaz Ferreira dirigiese Primaria e hiciera su audaz propuesta de “Parques Escolares” y que tres notables maestros organizaran con autonomía sus Escuelas Experimentales. Una fue Olimpia Fernández, quien viajó a Europa y trabajó con Decroly, y al volver concibió junto al Arq. Scasso la Experimental de Malvín. Su edificio (Dr. Decroly 4971) está formado por dos pabellones de aulas inmersos en un parque y un tercer volumen en la esquina con los programas colectivos. Las aulas son de planta cuadrada (forma neutra que no jerarquiza al docente en un punto fijo) y el equipamiento es móvil (para estimular distintas dinámicas y el protagonismo de los niños). Otro de esos maestros, Sabas Olaizola, también con Scasso, hicieron la Experimental de Las Piedras, de la que se construyeron cuatro pabellones con aula-laboratorio-taller, pero no el volumen con los programas colectivos, debido a la llegada de la crisis económica mundial. En esos años también se desarrolló la escuela rural, que buscaba compensar las duras condiciones de vida en ese entorno, y el programa del Prof. Clemente Estable.
En los cincuenta volvió la prosperidad económica y el segundo batllismo reforzó el crecimiento de la industria de sustitución de importaciones. La educación apuntó al desarrollo industrial, se completó la cobertura de Primaria y se fueron incorporando las clases medias a Secundaria. Se destacaron la construcción de los Liceos Departamentales en el interior y el prototipo escolar del Ministerio de Obras Públicas. Este último fue un proyecto de los Arqs. Rodríguez Juanotena y Rodríguez Orozco que buscó simplificar y sistematizar el diseño para un plan masivo de construcciones escolares. Son escuelas de estructura y cubierta metálicas, formadas por pabellones paralelos orientados hacia el asoleamiento y vinculados por galerías. Los tabiques que dividen las aulas pueden desplazarse al exterior, creando un espacio unificado al interior o llevando la clase al exterior. La pedagogía activa promovía las actividades prácticas, por lo que todas las aulas tienen servicios (mesada con pileta, placares, baño) y un patio exclusivo. Un ejemplo de este plan es la Escuela n° 47 de Capurro (Juan María Gutiérrez 3475), que ha sido renovada para transformarla a Tiempo Completo (Arq. Abraham).
Liceo n°30 “Cagancha” en Buceo. Foto: Pedro Barrán
La filosofía positivista consideraba al conocimiento como algo ya dado que el alumno debía incorporar, entonces se lo dividía en unidades simples para facilitar su aprendizaje, descartando las relaciones. De forma similar, cierta ortodoxia proyectual moderna prescribía separar los programas en distintos volúmenes y armar luego el conjunto. Pero luego de la II Guerra Mundial, este positivismo, con su idealismo e idea de progreso, se vio cuestionado, y a fines de los sesenta las críticas a las instituciones educativas se generalizaron en todo el mundo.
Los sesenta se caracterizaron por la crisis económica y la imposibilidad de consensuar un proyecto de país. La arquitectura escolar apuntó a disminuir los costos sistematizando los componentes constructivos, su modulación y sus formas de ensamblaje. Fue así que se proyectaron dos sistemas constructivos: el del Ministerio de Obras Públicas (ej. Liceo n° 31 en Malvín de Rodríguez Juanotena) y el de Secundaria (ej. Liceo n° 30 en Buceo de Bascans y Vanini). En las obras más radicales, el orden moderno era sustituido por un sistema abierto inacabado, lo que facilitaba los cambios y el crecimiento, y se proponía que las aulas ya no fueran autónomas, sino que se vincularan a espacios flexibles y compartidos. Esta arquitectura sugería clases menos rígidas, con programas y tiempos más flexibles, adelantándose al pensamiento educativo y proponiéndole nuevas posibilidades. El concepto de sistema era compartido con el estructuralismo y con las teorías del aprendizaje basadas en la psicología de la Gestalt, que consideraban el conocimiento como una totalidad, enfatizando las interrelaciones, pero aún sin tener en cuenta el proceso de construcción de esa totalidad (constructivismo).
Así como las Guerras Mundiales acabaron con el optimismo del proyecto moderno, la dictadura terminó brutalmente con la “Suiza de América”. La educación actual enfrenta muchos desafíos: quizás los principales sean ayudar a mitigar los problemas sociales (la infantilización de la pobreza y la fragmentación social y espacial) y apoyar los cambios en la matriz productiva (la modernización de las actividades tradicionales y la creación de nuevas vinculadas a la economía del conocimiento). Para afrontar esos retos, probablemente haya que buscar la consistencia entre otro proyecto de país, su educación y su arquitectura escolar. Y, como siempre, la educación no sólo apoyará ese proyecto de país, sino que también aportará críticas para cuestionarlo e ideas para seguir cambiándolo.