Ministerio de Educación y Cultura

La directora del Museo de Artes Decorativas, Micaela Villalba escribió el siguiente texto en referencia a la presente exposición de escudos, el mismo relata el espíritu del arte del bordado, el cual se pone en valor en esta iniciativa de Talleres.

Inesperada belleza

Hilos de seda amarillos, blancos, celestes y verdes que se unen de forma armónica, conformando figuras naturalistas. Largas filas de canutillos y lentejuelas reposan sobre un terciopelo azul oscuro y conforman las ramas de olivo y laurel. Un hilo misterioso no permite distinguir punto de bordado alguno y nos hace pensar que se encuentra encolado. Hebras de lana bordan en petit point nuestro pabellón nacional, mientras que otros hilos de seda dorados y plateados lo hacen sobre un fondo de raso. Dibujan el Cerro de Montevideo con minuciosidad, incluyendo no solo la fortaleza sino otros detalles que surgen de la creatividad de su autor: un grupo de casas y un camino serpenteante, la bahía y dos embarcaciones en la orilla. Componen así un verdadero paisaje en un espacio casi minúsculo. 

También se distingue el punto maíz bordado sobre seda, donde mostacillas y otros canutillos dibujan con sus destellos un caballo y un buey. Un grupo de perlas, cuidadosamente aplicadas, representan las balas junto al cañón. Un único cordón dorado llama la atención dando forma continua y esquemática a las cejas y nariz del sol. 

Esta diversidad de técnicas y materiales bien podrían ser los que conviven en una pieza de arte decorativo repleta de detalles ornamentales, dando lugar al encuentro entre funcionalidad y belleza. Sin embargo, se trata de objetos de nuestra heráldica nacional que, lejos de representar abstractos y rígidos escudos, conforman piezas artesanales únicas que logran transmitir la dedicación y concentración (algo que hasta nos hace pensar en el estado meditativo) de sus creadores. 

Sus autores son, en muchos casos, anónimos. Son muchas mujeres las que intervinieron en la confección de estas piezas, pero también las manos masculinas han tenido participación. Incluso algunas de ellas (o quizás todas) fueron creadas por más de un artesano. Es algo que podemos concluir por la diversidad de técnicas empleadas en un mismo objeto, o por la convivencia del trabajo de manos expertas con las de artesanos aprendices. Así, es manifiesta la relevancia del pasaje de generación en generación de los saberes y técnicas, como la del bordado, que en muchos casos era transmitido de madres a hijas. 

En suma, el valor de estas piezas radica no solo en su simbolismo sino en la riqueza de los materiales seleccionados, en la mano del artesano que le brinda a cada una de ellas una identidad propia y en la variedad de técnicas, hoy ya casi perdidas. 

Esta selección de siete antiguos escudos en soporte textil, que han abandonado temporalmente sus espacios cotidianos (escritorios de viviendas familiares, despachos de reconocidas personalidades, lugares relevantes de instituciones públicas y almacenes de obras de museos) son reunidos por primera vez  en el Museo de Artes Decorativas. Con el objetivo de llamar nuestra atención como elementos estéticos en sí mismos, son despojados de sus contextos donde, en muchos casos, conforman un binomio espacio – objeto, generando una particular sinergia. 

Estas siete piezas nos invitan a mirar más allá de su simbolismo abstracto y normativo. La riqueza de sus materiales, técnicas diversas y tiempos de ejecución, hoy casi impensables, nos acercan a un momento histórico determinado donde parece que el tiempo trascurría a un ritmo distinto, cuya velocidad nos interpela.

Estos escudos, que bien podrían formar parte de una colección de artes decorativas, integran nuestro patrimonio cultural. Aquí reunidos, nos piden con urgencia ser vistos y escuchados, difundidos, relevados e inventariados. Este es el primer paso para una adecuada y merecida conservación que garantice su carácter de trascendencia temporal.