Nuevas obras uruguayas

Teatro uruguayo vence ola de calor y conquista al público en Almagro

Transcurrida la segunda semana del prestigioso Festival de Teatro Clásico de Almagro en el que Uruguay participa como país invitado de honor, son múltiples las experiencias vividas por los elencos y públicos que, provenientes de las más diversas latitudes, se congregan por estos días en la manchega «ciudad del teatro».
Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro 2022

Por Lucía Masci. Enviada especial.

Venciendo los padecimientos de la que probablemente sea la mayor ola de calor de la historia europea, y optando por saciar la sed de teatro por encima de la sed de playas, numerosos profesionales de la escena, artistas, técnicos, investigadores, pero sobre todo espectadores, se dan cita en estos sofocantes días en calles, plazas, terrazas y salas almagreñas para continuar celebrando la 45° edición de este importante evento que se extenderá hasta el próximo 24 de julio.

Si bien el festival no ha alcanzado este año el número de espectadores de las ediciones anteriores, cuenta no obstante con una alta concurrencia, más teniendo en cuenta las febriles temperaturas que abrasan, sin el alivio de costa o ribera alguna, la antigua piedra del Conjunto Artístico-Histórico que brilla (casi arde) al sol constante de la manchega ciudad. 

Tras la partida de los elencos de la Comedia Nacional y de Teatro del Umbral, se han incorporado en las últimas semanas al variopinto paisaje los integrantes de dos nuevos elencos provenientes de Uruguay: Stayin’Alive dirigido por Hugo Giachino, y El Galpón dirigido por Lila García.

Preparando ensayos, armando escenografías y luces, ajustando detalles, intercambiando con lugareños y extranjeros, y finalmente estrenando con éxito los espectáculos por los que el MEC, a través del INAE, los ha seleccionado para representar a Uruguay en el mayor evento mundial sobre el teatro del Siglo de Oro, ambos elencos se han ganado no solo el corazón, sino la admiración y el respeto de un público avezado y más que exigente en materia de teatro clásico en lengua castellana. 

Y es que ambas propuestas han logrado mucho con muy poco, demostrando que con talento y profesionalismo se superan grandes adversidades, como lo fueron en este caso la escasez de tiempo para trabajar sobre textos tan difíciles como El perro del hortelano de Lope de Vega (Stayin’Alive) y La hija del aire de Calderón de la Barca (El Galpón), así como la falta de recursos que, como es costumbre de nuestros teatristas, fue compensada por una gran creatividad que el público supo reconocer y valorar.

En este sentido, la propuesta de Stayin’Alive, estrenada el pasado 15 de julio, trabaja justamente sobre esas dos adversidades, explicitándolas e incorporándolas inteligentemente en una versión de El perro del hortelano que fue ovacionada por un público que reconoció el riesgo, y sobre todo la valentía de una resolución dramática y escénica desbordantes de gracia, efectividad y creatividad.

La versión, a cargo de Hugo Giachino, Juan Antonio Saraví y Elsa Mastrángelo, mantiene y reivindica el verso de Lope y se concentra en la relación más revisitada de la obra, a saber la que mantiene la condesa Diana con su sirviente Teodoro, a quien cela e impide vivir el amor con la criada Marcela haciendo uso y abuso de ese mecanismo que da nombre a la pieza, es decir, el del perro del hortelano que no come las hortalizas del huerto que cuida pero tampoco permite que otros lo hagan, «no come ni deja comer».  

El espectáculo propone un juego de teatro dentro del teatro no carente de comicidad, en el que el utilero, dos actrices de reparto, la productora y el director ya arribados a Almagro, reciben la noticia de que el resto del elenco no llegará por estar enfermos de Covid. Así, estos cinco personajes se ven obligados a llevar adelante el estreno de esta pieza de Lope de Vega concebida, en un principio, para diecisiete actores.

Mediante un dinámico juego que mezcla registros y niveles en un ritmo ágil y sostenido, El perro del hortelano de Stayin’ Alive se completa con un trabajo musical en base a guitarras flamencas que homenajean a la tierra de acogida, que se produce tanto en vivo como en las pistas cuidadosamente grabadas, y con la proyección de un diseño de mapping que viste una bella y funcional escenografía.

Centrado entonces en el triángulo amoroso entre Diana (Cecilia Yáñez), Teodoro (Pablo Mussetti) y Marcela (Josefina Trías), en el que interviene también el astuto cómico de la corte, Tristán, interpretado por el propio Giachino, el resto de personajes y enredos contenidos en esta pieza de cuatro horas que se resume en apenas una, son transmitidos en un hilarante resumen que, gracias a un inteligente recurso que actualiza y refresca la pieza, ingresan en un contemporáneo informativo televisivo, hábilmente interpretado por Giachino y Mastrángelo, y en el que se atribuyen a los personajes de Lope publicaciones en redes sociales, comentarios en Twitter, y otros dislates que el público festejó con carcajadas y aplausos.

«Fresca, amena, dinámica, creativa, actualizadora» fueron algunos de los adjetivos que los espectadores, muy conocedores de la pieza, encontraron para esta (a)puesta uruguaya que se sustentó en un elenco joven pero sólido tanto a nivel actoral como musical. En este sentido, a la experiencia del director y actor Hugo Giachino, se sumaron la diestra guitarra de Pablo Mussetti y la preciosa voz de Josefina Trías. Otra curiosidad del espectáculo fue la reunión, por vez primera en un escenario, de la experimentada Elsa Mastrángelo y la dúctil y encantadora Cecilia Yáñez, viuda e hija respectivamente de Ruben Yáñez, figura legendaria de la otra compañía visitante, el Teatro El Galpón.

La mezcla de lenguajes y registros fluyó en la puesta de Giachino, cuya larga y reconocida trayectoria profesional ha transitado las lides del teatro, de la música, de la televisión y del cine, siempre marcando una impronta de profesionalismo y seriedad, incluso cuando de esa cosa seria que es el humor se trata.

Dos (re)visitas de alto riesgo

En cuanto a la apuesta de El Galpón, la compañía optó por un trabajo más serio y menos innovador en cuanto a los lenguajes convocados, aunque logró incorporar propias búsquedas, sobre todo en cuanto a la relectura en clave de feminismo propuesta por Lila García y Marcos Acuña, quienes buscaron mediante un arduo trabajo dramatúrgico rescatar la gesta social, política y económica de la reina asiria Semíramis que protagoniza esta pieza calderoniana, considerada por Goethe la más alta creación del poeta español.

De todos modos, batallas a ritmo de rock, juegos de sombras y cambios de vestuario aportaron frescura a la clásica apuesta y marcaron la impronta de este trabajo correctamente interpretado por un elenco en el que destacó la protagonista, aunque le faltara en nuestra opinión una canción que pudiese aprovechar la magnífica voz de esa actriz y también cantante que es Camila Cayota, y que hubiese constituido un interesante momento alto para este espectáculo cuya apuesta estética se jugó por la austeridad.

A diferencia de las presentadas a principios de julio por los elencos de la Comedia Nacional y de Teatro del Umbral, estas dos nuevas puestas uruguayas que optaron por el respeto de los textos en que se basan, cuentan asimismo con pesadísimos antecedentes en el teatro español, e incluso en el propio Festival de Teatro Clásico de Almagro.

Así, si El perro del hortelano se ha presentado una veintena de veces en sus más diversas versiones en este evento, y si incluso se ha presentado en esta 45° edición bajo la dirección del propio director del festival, Ignacio García, en una muy bien interpretada versión sobre ruedas para cuatro espectadores auspiciada por la empresa Mercedes Benz, La hija del aire carga con antecedentes que se remontan, tras el estreno protagonizado por María Guerrero en 1896, a la versión dirigida por el justamente Premio Corral de Comedias de este año, Lluis Pasqual, quien en 1981 dirigió una versión que tuvo a Ana Belén como la reina de Babilonia.

Asimismo, la pieza ha sido objeto de una coproducción dirigida por Jorge Lavelli entre el Teatro Español y el Teatro San Martín de Buenos Aires en que se destacó, entre las actuaciones de un elenco enteramente argentino, el protagónico de la española Blanca Portillo en 2004, y fue estrenada en este mismo Festival de Teatro Clásico de Almagro en el año 2019, bajo la dirección del gran teatrista español nacido en Montevideo Mario Gas, con Marta Poveda como Semíramis.

Respecto a esta última actriz cabe mencionar a modo de paréntesis que ha sido este año coprotagonista del mayor suceso del festival, y probablemente uno de los mayores del teatro español de los últimos tiempos: Malvivir. Una joya dirigida por el meticuloso hispano-correntino Yayo Cáceres y escrita por el exquisito Álvaro Tato, que coloca a Poveda junto con la renombrada Aitana Sánchez-Gijón en una escena en que ambas, acompañadas del talentoso músico y compositor Bruno Tambascio, logran eso que pocas veces se logra en teatro: una experiencia estética del orden de la conmoción, uno de esos momentos en que el teatro se confunde —porque efectivamente lo es— con la magia. Una conjunción de talento que ha arrasado con todos los aplausos del impactado público de España y del festival.

Una lectura feminista

Paréntesis aparte, y más allá de esos grandes antecedentes que suponen un mayúsculo desafío, La hija del aire ha sido este año enfrentada por un Teatro El Galpón que se atrevió a una lectura feminista de la obra calderoniana, dirigida por vez primera por una mujer.

En este caso, Lila García optó por reivindicar la gesta del controvertido personaje, quien más allá de haber sido considerada una reina tirana, abusiva, lujuriosa y sanguinaria, «hizo florecer a su pueblo con políticas sociales y una notoria mejora de la economía», según destaca la directora.

La estructura en versos se mantiene en la puesta uruguaya, y el trabajo dramatúrgico desarrollado por García junto con el flamante egresado de la EMAD Marcos Acuña, agrega a la magra selección de versos de Calderón tramos de factura propia, que dialogan muy bien con esa poesía para una versión que cuenta «lo que quisimos contar, nuestra propia versión del personaje histórico que aquí ponemos de relieve en su carácter de mujer valiosa aunque criticada por ser mujer».

Así, y en el marco de un festival que se presenta como «feminista», además de «americanista e inclusivo», la versión de García y Acuña buscó aportar no solo una mirada del sur sino una reivindicación de la gesta de este personaje al que según García «se le ha criticado como negativo todo lo que en el héroe masculino se ha ponderado».

En este sentido, los rasgos aquí ensalzados incluyen el carácter estratega y guerrero de la reina asiria, así como su gesta social y política, y su ambición personal frente a la pusilanimidad de su descendencia masculina, no obstante elegida por el pueblo babilonio.

Notamos también, no obstante, que en esta defensa de Semíramis se han omitido otros rasgos más discutibles del personaje histórico, como la lujuria incestuosa —y por tanto abusiva— hacia su propio hijo y asesino Ninias, así como el carácter personalista, desmedido y sanguinario que tanto en hombres como en mujeres puede mover, como quiso mostrar Calderón, a la caída de los más grandes imperios.

Secundada por un elenco masculino que logra con destreza y ductilidad dar vida con apenas tres actores (Pierino Zorzini, Marcos Zarzaj y Andrés Guido) al resto de los personajes evocados, Cayota interpreta a Semíramis, a su hijo Ninias, y también a esa madre que se hace pasar por un hijo que se le parece tanto físicamente como se le diferencia en personalidad. Lo hace con entrega y talento, y es en este sentido que sentimos la ausencia de una canción, que en la voz privilegiada de la actriz podría haber condensado esa enorme fuerza femenina que el personaje en la puesta reclama.

Como sea, y en cuanto a la repercusión del estreno, El Galpón recibió también el respeto y elogio del público español, que no dudó en festejar que las seis horas que hubiese durado el espectáculo en una puesta que respetase la extensión de la escritura calderoniana, hubiesen sido diestramente resumidas en una hora «muy llevadera» y que «dio un respiro» al espectador, además de deleitarlo con un «acento uruguayo muy musical» que refrescó los versos conocidos, además de presentar otros dialogantes y más que bien recibidos.