China Zorrilla: la presencia de la ausencia

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Ilustración: Gabriel Ameijenda

Por Magdalena Cerantes

En más de una ocasión China Zorrilla se definió como una “entusiasta insensata”, dos adjetivos que resumen a la perfección la esencia de una mujer que permanentemente salía de su zona de confort en busca de nuevos desafíos, siempre motivada por el entusiasmo que sentía por su vocación y por la vida. En su caso este sentimiento se encontraba ligado a la insensatez, no como algo negativo, sino como el impulso necesario para tomar ciertos riesgos que la llevaron a lugares inimaginables.

A cien años de su nacimiento es recordada como una de las figuras culturales más importantes del Río de la Plata, sobre todo por una trayectoria como actriz que abarcó seis décadas, pero fiel a su naturaleza inquieta, también incursionó en otras áreas a lo largo de su vida como la música, la dirección, el periodismo cultural y la producción de espectáculos.

Su primera infancia transcurrió en París, sus padres, el escultor y pintor José Luis Zorrilla de San Martín y Guma “Bimba” Muñoz del Campo, se instalaron en Francia junto a su hermana mayor Guma, cuando China tenía pocos meses de vida. José Luis había ganado un concurso para realizar el Monumento al Gaucho, y el premio consistía en producir la escultura en la capital francesa. Es aquí donde la pequeña Concepción Matilde pasaría a ser conocida como China, a causa del bullying que sufrió por parte de sus compañeros de jardín de infantes, que la llamaban cochon –palabra francesa para cerdo– , ya que su apodo era “Cochona”. Por esta razón, su familia comenzó a llamarla China.

El llamado de la vocación

Luego de cuatro años, los Zorrilla volvieron a Uruguay y se afincaron en la casa de los padres de Bimba, la quinta Muñoz ubicada en Arroyo Seco. En esta casa donde convivían tres generaciones que incluían a sus abuelos, tíos y primas, China descubrió su vocación a través del juego. En ocasiones especiales junto a sus cuatro hermanas y primas, realizaban espectáculos teatrales llamados El festival de China, en los cuales la futura actriz creaba obras y personajes para presentarlos ante su familia. A partir de aquí, la pasión por el teatro no la abandonaría jamás, y en su juventud integró el grupo de teatro amateur Ars Pulcra de la Asociación de Estudiantes Católicos, llegando su debut profesional en 1943 cuando contaba con 21 años, con la obra La anunciación a María, en el Estudio Auditorio del SODRE.

En los años cuarenta ser actriz estaba muy mal visto socialmente -especialmente para una joven de clase alta-, pero China contaba con el apoyo de su familia, especialmente el de su abuelo, Juan Zorrilla de San Martín, quien la alentó a seguir su sueño. En 1946, gracias a una beca otorgada por el British Council, se trasladó a Londres para formarse en la Royal Academy of Dramatic Art. Sin saber hablar inglés, viajó en un carguero siendo la única mujer, para vivir en una ciudad en ruinas a causa de la Segunda Guerra Mundial. Dos años después regresa al país y se integra al elenco oficial de la Comedia Nacional para protagonizar Una familia feliz, de Taco Larreta, y luego escribir, dirigir y protagonizar la obra Cuarteto. Este sería el comienzo de los once años más felices de su vida, no solo como actriz sino como productora, traductora de textos del francés e inglés y directora en más de 40 obras de un vasto repertorio entre las que se destacan La Celestina, Cantos rodados, Bodas de sangre, Orfeo, Tartufo y Las de Barranco.

Si bien la Comedia Nacional marcó una época dorada del teatro nacional y era la aspiración máxima de toda una generación de actores y actrices, llegó un punto en el que para China no fue suficiente, no por ambición, sino por necesidad de libertad creativa. Es así que en 1959 abandona la compañía, con la obra La casamentera, para explorar nuevas posibilidades. En diciembre del mismo año viaja a Europa a ver teatro, y, por tres meses, se desempeña como periodista cultural, corresponsal y cronista para el diario El País.

La expansión en los años sesenta

La década de los años sesenta marcó un quiebre en cuanto a su trayectoria, ya que en este período, además del teatro, incursionó en otras áreas como la televisión, la música y la dirección de escena de óperas.

En 1961, junto a Taco Larreta y Enrique Guarnero crea el Teatro de la Ciudad de Montevideo (TCM), la primera compañía de teatro profesional. Artísticamente tuvieron un éxito arrollador y llegaron a realizar giras por Buenos Aires, Madrid y París. Sin embargo, luego de unos pocos años la compañía se termina disolviendo y, en 1965, China decide viajar a Nueva York tras recibir una invitación de su primo Gonzalo Fonseca, quien se encontraba allí junto a su familia. Sin tener un plan fijo, comenzó dando clases de francés en un colegio para luego desempeñarse como traductora y secretaria en una agencia teatral. De esta forma, prolongó su estancia por cuatro años. 

Coincidiendo con su estancia en la gran manzana, se encontraba su amigo Carlos Perciavalle, junto a quien creó el espectáculo Canciones para mirar de María Elena Walsh, obra que fue encargada por los embajadores de Argentina y Uruguay para estrenarla en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Fue tal la acogida del público que la presentaron en el off-Broadway y luego llevaron la obra de gira por Uruguay y Argentina. 

A mediados de los años sesenta, China había participado en el programa televisivo uruguayo Hogar club, un magazine donde varias mujeres enseñaban distintas tareas relacionadas con el hogar, por lo que a su regreso de Nueva York se reintegró al programa como columnista de espectáculos. También participó en De padre a hija, emitido por canal 10 en 1969, donde China entrevistaba a su padre, y en El teatro y el amor, donde interpretaba escenas de obras teatrales junto a Taco Larreta.

Una de las facetas de Zorrilla que no es tan conocida es la relación que tenía con la música. Aparte de tocar el piano y componer letras de canciones para programas de televisión en los años setenta, en los sesenta se desempeñó como director de escéna en el SODRE, dirigiendo La Bohème y Un ballo in maschera. Asimismo, participó como cantante en tres discos; Un sabor a miel, con el trío de jazz de Enrique de Boni; en la banda sonora de la obra Un enredo y un marqués, del TCM, y en el disco Los actores cantan.

De igual forma, tenía una relación especial con lo textil. Cuando no confeccionaba su propia ropa, la diseñaba y la realizaba una costurera. También le gustaba mucho tejer, solía hacerlo en los entreactos de las obras en las cuales participaba o cuando iba al teatro a ver obras de colegas, realizando prendas para sus sobrinos y amigos.

Buenos Aires, su segundo hogar 

Tras recibir una propuesta para participar en su primer film, Un guapo del 900, dirigida por Lautaro Murúa, China se instala en Buenos Aires en 1971. Su debut teatral llegaría poco después con la comedia Las mariposas son libres y, en 1973, incursiona en el teleteatro con Pobre diabla, transformándose en una actriz con una popularidad masiva y trabajando desde entonces en distintos programas televisivos hasta el año 2008.

Las dictaduras que se cernieron en ambos márgenes del Río de la Plata la consideraron una mujer peligrosa, tal vez, por ser una artista con una gran popularidad y llegada al público. En el año 1975, el gobierno de facto uruguayo le prohíbe actuar, participar en radio y televisión y hacer declaraciones a la prensa. Un año más tarde, se prohíbe su participación en la televisión argentina. La imposibilidad de poder trabajar en su país, sumado a la persecución que sufrió por agentes secretos que vigilaban sus movimientos, fue sumamente doloroso para la actriz, que se encontraba atravesando un punto de inflexión en su carrera. China dejó de ser exclusivamente una actriz teatral para trabajar en cine –desde 1971 hasta 2008 participó en más de 30 películas-, televisión, composición de letras para canciones de comedias musicales y programas de televisión, dirección, traducción y adaptación de obras. 

Volver a las raíces

En 1981 protagonizó el monólogo Emily de William Luce, sobre la poetisa norteamericana Emily Dickinson, que la llevó de gira por Argentina, varios países latinoamericanos, Washington, y Nueva York. Tres años después, volvería a pisar un escenario en su tierra natal con esta obra en el Teatro del Notariado, marcando el regreso triunfal de China y de la democracia al Uruguay, luego de nueve años de ausencia.

Tras haber transitado un exilio y ante la posibilidad de poder volver a radicarse en Uruguay, continuó viviendo y trabajando en Buenos Aires, pero regresando periódicamente para desempeñarse como directora, productora y actriz.

Algunas de las películas en las que participó llegaron a ser icónicas, como Esperando la carroza (1985), en el papel de Elvira, con la dirección de Alejandro Doria, obra que logró atravesar varias generaciones y que aún sigue vigente. De igual modo, Elsa & Fred (2005), bajo la dirección de Marcos Carnevale, fue un éxito de taquilla que tuvo su remake en Hollywood en el año 2014.

Asimismo, tuvo grandes éxitos teatrales como El diario privado de Adán y Eva, junto a Carlos Perciavalle, y El camino a la Meca, dos obras que se mantuvieron en cartel por años –la primera se realizó durante siete años, y la segunda estuvo cinco años en cartel-.

China viajó con sus monólogos por todo el mundo, realizando espectáculos en Tel Aviv, Barcelona, Latinoamérica, Miami y Nueva York. Al cumplir 90 años en 2012, se retiró con la obra de teatro Las d´enfrente en el Teatro Cervantes de Buenos Aires, para luego instalarse en Montevideo hasta su fallecimiento el 17 de setiembre de 2014. 

Su presencia y legado artístico siguen estando vigentes hasta el día de hoy, no solo por su talento inigualable, sino por su calidad humana. Más que una artista multifacética, China Zorrilla fue una mujer valiente y transgresora, que dedicó su vida a emocionar al público, llegando a ser un ícono cultural, y embajadora de Uruguay en el exterior.

 

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Magdalena Cerantes (Montevideo, 1983). Licenciada en Artes Plásticas y Visuales por la Universidad de la República (IENBA). Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte por la Universitat de Barcelona. Ha realizado sus prácticas de máster en el departamento de Registro y Gestión de Colecciones del Museu Nacional d´Art de Catalunya. Desde el 2021 se desempeña como curadora de artes visuales, y redactora colaboradora en revista La Pupila.

 

 

 

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Gabriel Ameijenda (Montevideo 1992). Ilustrador, pintor y músico. Aprendió pintura y retrato con Andrés Seoane y Christian Kis. Es co-fundador del proyecto editorial y colectivo artístico “Mascotas Muertas”.

 

 

 

 

 

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