Detente, instante, eres tan bello

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El tiempo, los libros y las voces de Cristina Peri Rossi

Ilustración Agustina Fernández

Ilustración: Agustina Fernández

 

Por Néstor Sanguinetti

Mi casa es la escritura es el título que Cristina Peri Rossi escogió para una de las pocas antologías poéticas que publicó en nuestro país, hace ya quince años. Con aquel pequeño tiraje de trescientos ejemplares y después de mucho tiempo, la autora volvía a ponerse en contacto con los lectores uruguayos. No debería sorprender que el lenguaje sea la verdadera patria de cualquier escritor, pero en el caso de una exiliada política –extranjera de un lado y del otro del océano– la afirmación cobra otras dimensiones: «Soy una escritora uruguaya que vive en Barcelona, escribe en castellano y es, por tanto, una especie de extranjera en todas partes. Para los españoles, soy barcelonesa, para los barceloneses, soy uruguaya, y para los uruguayos, soy española».

A pesar de estas multiplicidades –o tal vez, gracias a ellas– y como la misma escritora afirmó cuando le comunicaron que era la ganadora del Premio Cervantes 2021, en su persona se reconcilia España, dividida desde hace años por un independentismo sobre el que se pronunció en más de una oportunidad. Desde las páginas de El Mundo, medio de prensa en el que hasta hace no muchos meses publicaba su columna semanal, Peri Rossi demostró ser una francotiradora aguda y una observadora atenta de la realidad política y social de su país de adopción: desde la denuncia de la explotación sexual hasta los casos de corrupción política, desde las corridas de toros hasta la situación de los inmigrantes y expatriados.

Pero el periodismo escrito no ha sido el único que llevó adelante en España en todos estos años, durante algún tiempo también se dedicó a la radio. Participó en forma semanal de una tertulia en el programa nocturno Una nit a la terra conducido por Gaspar Hernández en Catalunya Ràdio, hasta que en setiembre de 2007, las autoridades de la emisora prescindieron de sus servicios porque no hablaba en catalán. Este hecho, que anunciaba las futuras luchas y resquebrajamientos de la sociedad catalana, tuvo repercusiones en el ámbito cultural y varios intelectuales firmaron en apoyo a la escritora uruguaya: Ana María Moix, Fernando Savater, Esther Tusquets y Mario Benedetti fueron algunos de los que suscribieron a ese manifiesto en su defensa. Semanas más tarde, en un artículo en El Mundo, decía Peri Rossi: “Creo haber sufrido un claro caso de persecución lingüística, como otras veces, he sufrido persecución política, bajo la dictadura uruguaya o franquista. Los fascismos tienen algo en común: siempre son excluyentes. Excluyen por motivos ideológicos, de raza, de sexo… o de lengua”. Lo paradójico –o no– era que la expulsada coincidía con la persona que en 1991 había ganado el Premio Ciudad de Barcelona por su poemario Babel bárbara, en el que exaltaba la diversidad de lenguas: “En el mundo hay más de un millar de lenguas / sin contar la nuestra / sin contar la confusión / de tus verbos y los míos”.

Su vocación por el periodismo había empezado muchas décadas atrás, aquí en Montevideo, cuando comenzó a colaborar con el suplemento cultural de El Popular, medio de prensa que pertenecía al Partido Comunista. Poco tiempo después, ganó dos de los premios literarios más prestigiosos de aquellos años: el Premio de los Jóvenes de Arca, por Los museos abandonados (1968) y el Premio de Novela de Marcha por El libro de mis primos (1969). Estos reconocimientos le abrieron las puertas del semanario Marcha y comenzó a participar con regularidad en sus páginas literarias, hasta 1972, fecha en la que debió dejar el país de un día para otro, en menos de veinticuatro horas. Es significativo que el último artículo que escribió para el semanario antes de exiliarse fuera una reseña sobre Los papales salvajes, de Marosa di Giorgio, que la editorial Arca había editado el año anterior. Allí, Peri Rossi exaltaba la voz original e imaginativa de la poeta, pero en un país que se caía a pedazos también se refería a lo que el libro no denunciaba: autoabastecido y solo idéntico a sí mismo, el mundo mágico de Marosa “no intenta en ningún momento explorar la realidad –aunque sea alusivamente–, ni enjuiciarla, ni desentrañarla”.

En la última entrega de Marcha de 1968, en vez de hacer el habitual balance literario de los libros editados ese año, se prefirió ceder la voz a los más jóvenes, a quienes por entonces habían levantado la bandera de la rebeldía. Peri Rossi es quien abre esta sección: “Comencé a escribir desde la adolescencia y por amor a todo lo vivo y pasajero. Las cosas, la gente me atraían en su variedad; quería guardar memoria de las sensaciones y las emociones que descubría a cada paso”. La escritora ha permanecido fiel a esta premisa y más de una vez ha declarado que escribe contra el pasaje del tiempo, contra el instante que acaba de dejar de ser y cuya emoción tal vez pueda sobrevivir en la letra escrita de la página. Sin ir más lejos, el año pasado, tituló Detente, instante, eres tan bello a la antología de poesía que publicó en Argentina con el sello Caballo Negro. Era la primera vez que editaba en este país y lo hizo con un pequeño sello independiente de Córdoba. Sucede lo mismo en España, pues desde hace años sus editoriales son las palentinas Menos Cuarto, para narrativa, y Cálamo, para poesía. Resulta difícil decir que Estuario y Hum son sellos periféricos en Uruguay, cuando sus catálogos reúnen a buen número de las voces más importantes de la literatura uruguaya contemporánea, pero también es posible establecer un paralelismo por el aldeano sistema editorial nacional si se lo compara con los grandes grupos internacionales que acaparan la industria del libro. Peri Rossi ha sido y es fiel a los pequeños sellos editoriales. Tal es su compromiso con los libreros que aman el oficio, que no persiguen otro propósito que difundir buena literatura y tener un contacto estrecho con los lectores, un vínculo basado en la calidad y no en la cantidad. En uno de nuestros primeros intercambios epistolares me dijo: “Sé que el único reconocimiento para un escritor es publicar sus libros y que sean leídos y quizás ni siquiera eso: que un lector, uno solo, en cualquier parte, lea su libro, para que el libro exista”.

El rápido ingreso que había tenido a fines de los sesenta al mundo literario uruguayo se interrumpió con el exilio y la forma de incorporarse al sistema español fue a través del periodismo. Si en poco tiempo y con menos de treinta años había logrado hacerse de un nombre en nuestra literatura, en España era una completa desconocida. La prensa fue la forma de ingresar a ese terreno y darse a conocer por los lectores que luego la leerían en sus títulos de ficción. El periodismo ha sido una constante en su producción, tal vez la forma de escritura a la que le ha sido más fiel en todas estas décadas. Estuvo años sin publicar poemarios o novelas, sin embargo, siempre han aparecido en la prensa española sus columnas sobre los temas más diversos: arte, política, vida cotidiana, fútbol. En el prólogo a El pulso del mundo, el volumen que preparó Mercedes Rowinsky y que recoge sus textos periodísticos entre 1978 y 2002, ha dicho que en el periodismo solo ha tenido un lema: “no escribir nunca una sola línea que no pueda figurar en una utópica publicación de mis Obras completas”. Más adelante, agrega: “Sigo creyendo que el escritor debe estar comprometido con la condición humana y, por tanto, con los derechos de las personas […] El periodismo ha mantenido vivo mi interés por el mundo, sin el cual es imposible ejercerlo”.

En ese sentido, se mantiene presente en su poética la necesaria relación que debe existir entre vida y literatura: “La literatura cumple una función social. Es la única memoria de la subjetividad que puede tener el género humano”. Siempre atenta a los problemas de la contemporaneidad, en su obra ha denunciado los abusos de poder y ha defendido los derechos de los más débiles, incluso se ha adelantado a su tiempo para vaticinar los horrores de la dictadura –Indicios pánicos o La rebelión de los niños–. En las páginas que escribió para el prólogo del volumen monográfico que editó la Universidad de Sevilla en 2017, manifestó: “Los escritores somos muchas veces Casandras extraviadas en el infierno de la existencia sin tener quien nos escuche”. Del mismo modo que en el antiguo Egipto los escribas debían ser historiadores y augures de la sociedad, el escritor también tiene que cumplir con una doble tarea: testimoniar el presente y adelantarse a su tiempo.

El diálogo que se da en el binomio mundo y literatura también teje sus hilos hacia el interior de su obra, en donde unos libros dialogan y se continúan en otros. No solo en el sentido de ser las partes de una obra mayor, sino en la posibilidad de ser cajas de resonancia de temas que aparecen y reaparecen de un texto en otro: el deseo, el exilio, el lenguaje, el humor. Estos temas muchas veces se solapan y superponen entre sí, se enuncian y se anuncian, lo que da cuenta del fuerte entramado de su universo de creación y de la fidelidad a ciertos tópicos, que se han manifestado en distintos géneros de su literatura, lo que la confirma como una escritora total; como ha declarado alguna vez: “Escribo con mis voces, no con mi voz”.

Esta versatilidad y la posibilidad de cultivar con maestría el relato corto o la poesía, la autobiografía o la novela es uno de los argumentos por los que le concedieron recientemente el mayor premio a la literatura escrita en español. Hace dos años, cuando le entregaron el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso por su extensa trayectoria, decía en su discurso de recepción: “Amo esta lengua y en ella me he expresado y comunicado en todos los géneros, porque uno solo no bastaba para mi imaginación, para mis deseos de comunicación […] fui condenada al exilio, y sufrí y escribí sobre ello tanto como sobre sexo, erotismo, dolores y goces. Cuando escribí, a veces fui hombre, a veces mujer, y a veces una mujer que ama a otra, o un hombre enamorado de un joven. A veces fui chimpancé y otras un asesino en serie: la literatura no es censurable, como lo son los actos”. 

 

Foto Néstor Sanguinetti

 

Néstor Sanguinetti es profesor de literatura e idioma español egresado del Instituto de Profesores Artigas. Es docente de Literatura Uruguaya en el IPA y la Universidad Católica. Integra el Departamento de Investigaciones y Archivo Literario de la Biblioteca Nacional de Uruguay.

 

 

 

 

Foto Agustina Fernández  

María Agustina Fernández Raggio es una artista multidisciplinar uruguaya nacida en Buenos Aires en 1985. Su obra reflexiona sobre la sociabilidad de la cultura y los ritos simbólicos que atraviesan las comunidades. Ha sido galardonada con el 56º Gran Premio Nacional de Artes Visuales José Gamarra y el Primer Premio del 58º Salón Nacional de Artes Visuales Linda Cohen.

 

 

 

 

 

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