Al final el castillo de arena se desmorona

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foto Suleica Insaurralde

Por Suleica Inzaurralde
 

A propósito de Mugre rosa, de Fernanda Trías.

Mugre rosa, novela de la autora Fernanda Trías, nos presenta un Montevideo peligrosamente contaminado en el que la protagonista se divide entre su ex marido, su madre con la que tiene una relación de amor-odio, y un niño obeso al que cuida y vigila para intentar aplacar el síndrome que padece (que lo obliga a comer en todo momento hasta el punto de poder hacerse daño).  

La protagonista -de quien desconocemos el nombre- vive en un apartamento de un Montevideo donde el viento es peligroso para la salud y el mundo exterior representa una amenaza para todos. En esa sociedad casi distópica, la protagonista indaga en su memoria trayendo al presente recuerdos de una cuidadora a la que llamaba “mamá” cuando su madre no estaba. Es una relación que tiene muy presente, principalmente, en los momentos en que debe cuidar a Mauro, un niño que padece el síndrome de Prader-Willy, enfermedad que lo obliga a comer incluso aquello que no es comestible. Con él se presentan situaciones en las que debe actuar casi como una madre, y esa memoria vuelve a entrar en juego al recordar a su cuidadora con amor y a su madre con recelo, pasando por los distintos estados de ánimo propios de la maternidad.  

La protagonista busca soltar ciertas relaciones del pasado como la que tiene con su ex esposo y, aunque ello sea muy difícil, está unida a ese hombre (“por un elástico que te lanzaba hacia él con la misma fuerza con la que intentabas alejarte”). En este caso, la protagonista siente que debe seguir unida a Max por la situación actual que atraviesa, pero eso implica que el recuerdo de sus momentos juntos la perturben y no piense en sí misma como una mujer que debe reconstruir su vida, sino como alguien que todavía está atada a alguien más.  

Entre estas relaciones, la joven da vueltas y reflexiona, a la vez que intenta sobrevivir a la sobreinformación que desborda los noticieros sobre la contaminación mortal que hay en el aire y las opiniones de personas aparentemente expertas en temas ambientales que hipotetizan sobre las causas de este fenómeno climático que amenaza la vida de la gente. Algunos hablan de teorías conspirativas, otros de que todo está controlado, incluso algunos ni siquiera se han dado cuenta de lo que ocurre.  

En Mugre rosa los espacios están bien determinados y se identifican fácilmente, sobre todo porque, debido a la exhortación de aislamiento que ha dado el Ministerio de Salud, la gente no sale de sus casas si no es necesario. Por este motivo, se nos presentan como espacios recurrentes la casa de la joven, el hospital de Clínicas, la casa de su madre y el interior de algún taxi sanitario autorizado o alguno que circula de incógnito para hacerse de algunos billetes; papeles que de a poco van perdiendo valor en esa ciudad constantemente encapotada. Este aspecto de los espacios es muy repetido en la escritura de Trías, ya en La ciudad invencible recorría siempre los mismos caminos y visitaba los mismos lugares. En La azotea, por ejemplo, se creaba un encierro casi claustrofóbico algo diferente al de Mugre rosa, aunque ciertos matices perduran, como la necesidad de permanecer en su casa porque el afuera es peligroso. Parte de la estética de la autora gira en torno a estos espacios íntimos donde los personajes principales pueden generar una reflexión profunda sobre lo que sucede alrededor, su vida, sus relaciones y su pasado.

Los personajes de esta novela son descritos y construidos de tal manera que el lector logra recrearlos en su mente, reconocer el paso del tiempo, los estragos que hace en ellos la contaminación. Se puede ver el cambio físico y psicológico que atraviesan; podemos notar lo que cada vez se vuelve más relevante y lo que de a poco va dejando de importar. La contaminación los afecta a tal punto que deben buscar refugio en otros lugares y dejar sus casas y todo lo que tienen, pero esto no es lo único que afecta a estos personajes, sino que el encierro en que están inmersos logra sacar de cada uno lo peor que tiene dentro, todo aquello que no salía a flote cuando la vida pasaba sin que se dieran cuenta. Esto es muy llamativo en esta novela porque estos personajes que la protagonista trae a colación en distintos momentos representan lazos que no ha podido cortar o que todavía le generan algún sentimiento.  

Fernanda Trías trabaja de manera muy minuciosa las relaciones entre los personajes y deja al lector la idea de que ellos pasan a un segundo plano, y lo importante son las relaciones humanas, desde las que se forjan cada vez con más fuerza, hasta las que se van perdiendo. Tenemos por un lado a la madre de la protagonista, con una relación bastante particular que a lo largo de la obra va cambiando drásticamente, a la vez que busca en ella lo que necesita para poder cuidar a su hijo, Mauro. Aquí se devela su relación con Delfa, su cuidadora de la niñez, de quien tiene muchos recuerdos maternales que no logra dejar de compararlos con los que tiene de su madre. 

Otro aspecto muy importante a destacar en esta obra es el recorrido permanente entre pasado y presente. La autora logra traer el pasado y encajarlo en el presente de manera que, en algunas ocasiones al lector y a la propia protagonista se les olvida qué es pasado y qué es presente, qué es real y qué no lo es.

Esta excelente obra de Fernanda Trías nos coloca de imprevisto frente a una situación tan particular y a la vez tan familiar como la que está atravesando el mundo: es un llamado a la reflexión, a reconsiderar ciertas actitudes, relaciones y situaciones que no aportan al bienestar de cada uno, a pensar que nuestro “castillo de arena” se puede desmoronar de un momento a otro; que en la vida no hay nada seguro.  

La construcción de esta distopía tan cruda que realiza Trías a fines del año 2019 (cuando la termina de escribir) es casi premonitoria de lo que va a ocurrir más adelante con el COVID-19 en las vidas de todos, es un choque de realidad que sacude al lector. Lo que resulta mucho más interesante es que al leerla nos resume parte de lo ya transitado en esta pandemia y nos deja un indicio de lo que puede llegar a pasar. 

 

foto: Suleica Insaurralde

 

 

 

Suleica Inzaurralde. Estudiante del Profesorado de Literatura en el CeRP del Este. Lectora fanática de autores uruguayos, principalmente, contemporáneos.

 

 

 

 

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