Un hombre entra a un bar

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 Tom Waits, foto de Richard Aaron; Jaime Roos, foto de Mario Marotta.

 

Por Manuel Soriano
 

(1) Un hombre entra a un bar con un chancho bajo el brazo. No me acuerdo cómo sigue este chiste ni a quién se lo escuché pero la premisa inicial me parece alentadora. Lamento hacer esto porque un chiste inconcluso es algo abominable. Si uno lo inicia, queda socialmente obligado a rematarlo. Quizá pueda hacerlo antes de terminar esta crónica.

(2) Thomas Alan Waits nació el 7 de diciembre de 1949 en Pomona, California. Jaime Andrés Roos Alejandro nació el 12 de noviembre de 1953 en Montevideo. Los dos se dedicaron a la música. No pretendo trazar más similitudes, sino poner el foco en dos canciones: “A Sight for Sore Eyes” (Dichosos los ojos), de 1977; y “Brindis por Pierrot”, de 1985.

En ambas canciones, el protagonista vuelve a su boliche de antaño y arranca a preguntar por los amigotes perdidos. Digo amigotes porque –sobre todo en el caso de Pierrot –amigos suena demasiado cercano. O mejor debería decir parroquianos, una expresión hermosa cuando se refiere a los hermanos de copas. “Nunca vi boa amistade nascer em leiteria”, decía Vinicius de Moraes. Tampoco vi a alguien ponerse espeso en una lechería. De hecho, nunca vi una lechería, pero la idea se entiende: para bien o para mal, el alcohol acerca a las personas. Por esta razón, los bares con protocolos de distanciamiento social resultan una paradoja siniestra. 

En ambas canciones, el hombre que canta parece haber vuelto de un viaje o de una guerra o de la cana; no importa la razón, algo lo mantuvo alejado, pasaron los años y ahora hay un vacío blanco entre el lugar que conocía y el que habita. O quizá ni siquiera pasó tanto rato y es la propia curda lo que lo hace retroceder en el tiempo.       

(3) Imagino que debe haber otras canciones con esta estructura de un hombre entra a un bar. Se me ocurre Piano Man, de Billy Joel, pero no me convence. Es cierto que ahí está Davy que todavía está en la marina, y los ejecutivos que se encajan, y el veterano que le hace el amor a su gin tonic, pero el protagonista los mira desde el pedestal de su piano, y todos le dicen “¿Hermano, qué estás haciendo acá?”, como si fuera demasiado bueno para ellos. Un amigo francófono me sugiere Mon bistrot préferé de Renaud, pero los parroquianos que nombra –Brassens, Maupasant, Chabrol, Boris Vian, etc.- son apenas candidatos para una especie de bar/paraíso.

(4) No voy a copiar acá las letras de las canciones porque eso se encuentra fácilmente en Internet, pero sí voy a intentar un desglose de los parroquianos perdidos. Empecemos por a “A Sight for Sore Eyes”.  

I- Thumm y Giardina: Por la forma en que se los nombra creo que son pareja. Aparentemente son los únicos de la vieja barra que siguen viviendo en el pueblo. Dejaron dicho que quizá pasaban más tarde pero sospecho que no lo van a hacer. 

II- Monk: Es todavía el campeón. No se sabe el campeón de qué. Según el protagonista, él es mejor que Monk. No sabemos si mejor en algo o mejor en general. Si escuchamos la canción pareciera que dice Yeah Monks, por lo que no se puede descartar que se esté refiriendo a esta marca de whisky.

III- Nash: Murió en un accidente automovilístico hace dos o tres años. Patinó, y volcó, y se dio contra un poste de teléfono. Murió con la radio encendida. 

IV- Y: Su nombre se omite pero supongo que es mujer. Se casó y tiene un hijo. Finalmente se separó de Sid. El verso que la nombra empieza con la palabra “no” en respuesta a una pregunta del protagonista. No escuchamos la pregunta pero es probable que sea si Y sigue viniendo al bar. Creo que el protagonista e Y tuvieron algo, o al menos que el protagonista así lo quiso, pero en ese momento Y estaba muy enamorada de Sid y todavía pensaba que podía salvarlo.  

V- Sid: Está en prisión por un robo armado de poca monta. No queda claro si Y lo dejó antes o después de que lo arrestaran ni si un hecho fue consecuencia del otro.

VII- DiMaggio, Drysdale, Mantle y Whitey Ford: son leyendas del béisbol. Si bien no son estrictamente parroquianos del bar, es probable que sus nombres hayan aparecido en cientos de conversaciones, ya sea para hablar del juego o para glorificar los tiempos pasados. Si alguna vez escucharon a un viejo curda recitar la formación de un equipo de fútbol de su juventud quizá hayan sentido que en ese momento su vida pendía de un hilo y que ese hilo se iba volviendo más fino cuanto más se acercaba al apellido final. No tengo claro si los yanquis recitan formaciones de béisbol pero estos jugadores están presentes en el bar, son dioses o fantasmas, y es por esta razón que el protagonista pide un brindis por ellos.      
 

(5) El desglose de parroquianos perdidos de "Brindis por Pierrot" es más extenso pero está facilitado por alguien que subió un meticuloso trabajo de investigación a Wikipedia.

I- Molina: Nombre de pila, Ruben. Integrante de la murga Araca la cana. Le decían el Gardel de las murgas.

II- La gran muñeca: Murga.

III- Pierrot: Personaje de carnaval al que le ha tocado pasarse la vida a solas con su corazón.

IV- Mario Benítez: Boxeador y representante de la murga Línea Maginot.  

V- Los porteños ocupando el Liberaij: Asaltantes argentinos. Ver Plata quemada.

VI- La nueva ola: Murga.    

VII- Martíncorena: Alias Mincho. Famoso ladrón que a su vez entrenaba a Mario Benítez. Fue abatido por la policía de 34 balazos en la cancha del club Salus de Nueva París en agosto de 1961.

VIII- La bruta: Apodo de Araca la cana.

IX- Pianito: Cipriano Castro. Director escénico de La bruta. Falleció en 1974. 

X- Dogomar: Martínez. Es considerado el mejor boxeador uruguayo de todos los tiempos. También ofició de guardaespaldas del presidente Jorge Pacheco Areco. 

XI- Picho López: Ilustre integrante de la murga Falta y resto. 

XII- Zelmar: Michelini. Senador uruguayo asesinado en Buenos Aires en 1976 en el marco del Plan Cóndor.

XIII- El niño Calatrava: Personaje del grupo de humoristas La escuelita del crimen, interpretado por Jaime Urrutia. 

XIV- Raviol: No hay información pero sabemos que se les fue hace poco.

Según esta fuente, hay una mayoría de murguistas, boxeadores y ladrones entre los parroquianos perdidos. En algunos casos estos mundos se entrecruzan: Mario Benítez era boxeador, y a su vez representante de la murga Línea Maginot, y a su vez tenía como entrenador al famoso ladrón Mincho Martíncorena. Con algunas conexiones más, se podría imaginar una especie de diagrama de Venn en cuyo centro se encuentra el boliche, y más en el centro aún este hombre solo que se desangra: esta noche no tengo ni tumba / sin embargo el que canta soy yo.  

(6) En el bar de "A Sight for Sore Eyes", Sid cumple el papel del ladrón. Se menciona un total de cero murguistas. Si bien no se mencionan boxeadores con nombre propio, el protagonista pregunta en cada estribillo: Hey barkeeper / what's keeping you keep pouring drinks / for all these palookas. (Bo, cantinero / por qué no seguís sirviendo tragos / a todos estos perdedores). La versión en español pierde gracia porque el original juega con tres usos distintos de la palabra keep, y también porque la expresión palookas contiene una referencia al boxeo que se pierde en la traducción. Joe Palooka, conocido en español como Pancho Mamporro, era el protagonista de una tira estadounidense de 1921; un boxeador polaco, grandote y torpe pero de buen corazón, al que por lo general lo cagaban a piñazos. La expresión palooka se empezó a usar en la jerga deportiva de manera peyorativa, por eso Bruce Willis se enoja cuando Travolta lo llama de esta manera en Pulp Fiction. Y luego pasó a la lengua popular, de modo que se puede llamar palooka a cualquier persona que, como en el poema de Pessoa, sienta que mi vida es como si me golpeasen con ella.    

Hay al menos dos mujeres en el bar de "A Sight for Sore Eyes", algo inimaginable en el boliche de Pierrot. (Un parroquiano del barrio Buceo una vez me explicó que en los bares de copas no hay nada para comer, ni siquiera empanadas viejas, y tampoco hay mujeres aunque/porque se habla todo el tiempo de ellas. Esto habrá sido hace unos diez años y no sé si seguirá igual porque hace rato que no paso por esa esquina). Una de las mujeres es Y, a la que ya conocemos. La otra tampoco tiene nombre y no sabemos casi nada sobre ella porque la canción por lo general omite las líneas de diálogo que corresponden a los interlocutores, algo que sirve para magnificar la soledad del protagonista.

Ey, te juego al pinball.

Te pinto la cara.

Bueno, entonces andá y sacala a bailar.

Entre el segundo y el tercer verso está implícita la mujer. Con todos los bares de pueblo yanqui que hemos visto en películas, no cuesta mucho imaginarla con sus botas altas al lado de la rockola. Entre el segundo y el tercer verso también está implícito el rechazo a la propuesta de jugar al pinball, y también la sensación de que el protagonista ya se está poniendo un poco pesado, como también sucede en Pierrot, pero nunca en una lechería. 

(7) Tengo un amigo argentino que cuando se empedaba hacía el recitado final del Canario Luna en Pierrot, incluso en lugares públicos en los que la gente se lo quedaba mirando extrañada. Esto pasaba hace unos veinte años, él había ido a ver un recital de Jaime Roos y volvió con un pico de uruguayismo que le duró un buen tiempo. 

Con este amigo empezamos un canal de Youtube para subir boludeces que nos dan gracia o nos interesan y también, aunque no lo sabíamos en ese momento, para seguir conectados en tiempos de pandemia. El canal se llama Hernando Siles TV y por ahora es un fracaso rotundo en términos de audiencia. En nueve meses tenemos diez suscriptores, unos veinte videos, y un promedio de cincuenta vistas y cero comentarios. Frente a estos números, solo nos queda decir que es un canal de culto. 

En uno de estos experimentos, mezclamos el video de Pierrot con la música de "A Sight for Sore Eyes", y el resultado es la comprobación de que, más allá del listado de parroquianos perdidos, las dos canciones comparten un espíritu en común, algo que es a la vez trágico y celebratorio, y que a mí me produce ganas de fumar, tomar, llorar un poco y reordenar mis prioridades. 

Al igual que había hecho en Tom Traubert's Blues, Tom Waits toma la melodía de una canción folclórica (en ese caso la australiana Waltzing Matilda), le cambia la letra, pero mantiene el espíritu y la sensación que transmite la original. Para la intro de "A Sight for Sore Eyes", Waits tomó la melodía de "Auld Lang Syne", una vieja canción escocesa que en el mundo anglo suele usarse en momentos conmemorativos como despedidas, funerales y año nuevo. La melodía de esta canción es antigua y anónima y está clasificada con el número 6294 en el catálogo de Roed. La letra original proviene de un poema de Robert Burns de 1788, quien a su vez tomó los versos de las cosas que le escuchaba a los viejos curdas en la taberna de su pueblo. "Auld Lang Syne" significa “Por los viejos tiempos” en escoses y es, por supuesto, el motivo del brindis que propone la canción. 

De modo que cuando empieza el video (que pueden encontrar en Hernando Siles TV), en esos veinte segundos que demora el Canario Luna en llegar a la barra mientras escuchamos a Tom Waits tocando en el piano la melodía de "Auld Lang Syne", quedan condensados al menos tres siglos y dos continentes de bares, nostalgia, curdas y copas en alto.          

(8) Dice la leyenda que el Canario Luna pidió un chancho y un casillero de cerveza como pago por cantar Pierrot. Sea cierto o no, me gusta la historia porque mezcla los mismos elementos del chiste inconcluso que mencioné al principio. Más allá de esta coincidencia, tengo que confesar que no tuve éxito ni para recordar el final ni para inventarle uno. La búsqueda en Google sólo ofrece fotos de hombres gordos rosados borrachos. Estructuralmente, creo que al chiste no solo le falta el remate sino también una pregunta que le levante el centro. Quizá se podría hacer un concurso o un llamado público para darle el final que se merece. Estoy seguro de que en el bar de Pierrot hubieran podido resolver este problema en menos de lo que dura una medida de whisky. 

(9) Estoy mirando una foto en la que estoy con mi amigo que hacía el recitado de Pierrot cuando se empedaba. Estamos en el museo de Boca y posamos agarrando la Copa Libertadores, la Intercontinental, y una tercera copa que desconozco. El año tiene que haber sido 2001. No tengo nostalgia de mi yo de esa época. No quiero volver a ser ese joven de rulos que sonríe para la foto. 

Pero en esa época no nos podían parar. Parece mentira que ya hayan pasado veinte años de cuando le ganamos al Real Madrid. Ese día no jugaron ni Samuel ni Arruabarrena, ¿te acordás? El Mellizo tampoco fue de entrada. Ese partido Boca salió a la cancha con Córdoba; Ibarra, Bermudez, Traverso y Matellán, Battaglia, Serna y Basualdo; Riquelme, el Chelo Delgado y Palermo. Director técnico: Carlos Bianchi.  

 

foto Manuel Soriano

 

Manuel Soriano (Buenos Aires, 1977) vive en Montevideo desde 2005 y dirige la editorial infantil Topito ediciones. Es autor de los libros de cuentos La caricia como método de tortura (2007) y Variaciones de Koch (Alfaguara, 2012) -que recibió el Premio Nacional Narradores de la Banda Oriental-, del libro infantil Las aventuras de Jirafa y Perrito (Premio Fondo Concursable del Ministerio de Cultura, 2011), y de las novelas Rugby (Alfaguara, 2010) y Fundido a blanco (Criatura Editora, 2013). En 2015 ganó el Premio Clarín Novela 2015 por su libro ¿Qué se sabe de Patricia Lukastic?, ¡Canten, putos! Historia incompleta de los cantitos de cancha (editorial Gourmet Musical, 2020). Nueve formas de caer es su último libro de cuentos.

 

 

 

 

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