"El jardín de la memoria": la fotografía de Ruiz Santesteban en el Espacio Cultural San José

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"El jardín de la memoria": la fotografía de Ruiz Santesteban en el Espacio Cultural San José

Por Diego Maga

 

Cada tanto “el jardín de la memoria” luce descuidado. Muy descuidado. Habita en nuestro interior desde que nacemos pero a veces – consciente o inconscientemente- lo abandonamos; dejamos marchitar los recuerdos; dejamos que la maleza de la inmediatez lo cubra todo; nos olvidamos de que nuestra historia tiene una raíz… Y justamente de conocer, recuperar y preservar nuestras raíces trata la muestra fotográfica que abrió la temporada de exposiciones en el Espacio Cultural San José (18 de Julio 509). Su nombre es Carmela y pudo verse durante julio y agosto en el subsuelo del edificio lindero al Teatro Macció. Visitarla fue una experiencia impactante en varias dimensiones: la histórica, la afectiva y la artística (su efecto, por separado o unificado, fue poderoso).

Una vez que descendimos la escalera nos dejamos llevar por un “jardinero” que encontró, en el pasado más remoto, tierra fértil para plantar y desarrollar una idea. Esa “semilla creativa” creció hasta convertirse en una original serie capaz de activar –en simultáneo- la curiosidad, emoción y mirada del público.

En Carmela Federico Ruiz Santesteban (1980) llevó su arte experimental (sus imágenes tienen un soporte vegetal y se generan a partir de la clorofila y otros pigmentos naturales) a un nuevo y fascinante nivel.

A poco de comenzar a recorrerla quisimos saber cómo, cuándo y por qué hizo esta colección. Y ese querer conocer el origen y proceso de Carmela resultó esencial para que la experiencia fuese completa.

De una feliz y azarosa conjunción de poderes (el de la curiosidad humana; el de la familia; el de la fotosensibilidad de las plantas y el de la creación) nació este proyecto, seleccionado en los Fondos Concursables para la Cultura del MEC, que representa un auténtico árbol genealógico donde cada retrato corresponde a un familiar de esta enigmática inmigrante que inspiró a Ruiz Santesteban y dio nombre a su obra.

Algunas fotos fueron captados por el artista; otras, recuperadas de viejos álbumes familiares y las menos llegaron en el equipaje de Carmela desde Italia (a partir de las originales, el artista generó el equivalente a los negativos para revelarlas nuevamente con su inusual método).

Flor de vida

Para que floreciera esta muestra hay una historia cuya raíz viene de Europa. La musa inspiradora nació a más de 10.800 kilómetros de distancia. Carmela es la bisabuela materna del fotógrafo; llegó en 1926 desde un pequeño pueblo del sur de Italia llamado Castronuovo di Sant'Andrea. Viajó a estas tierras siendo muy joven, acompañada por su hermana, y dejó atrás a sus padres y el resto de la familia. Nadie sabe muy bien cómo vino a parar a Uruguay (se dice que su destino original era Argentina) y mucho menos a una ciudad del interior llamada San José de Mayo donde echó raíces y formó una familia. Como tantos inmigrantes, Carmela arribó indocumentada, sin saber leer y escribir y sin hablar una palabra de español. Al subirse al barco clausuró su pasado para siempre. Esta maragata por adopción vivió ocultando su acento italiano y eludió hacer cualquier referencia a su vida en “la bota” (tal vez por miedo a ser deportada; tal vez para que el recuerdo de la parentela y vida que dejó atrás no llamara a la nostalgia). Sus silencios se transformaron en un tentador enigma para sus descendientes.

Cuando Carmela murió se llevó consigo muchos secretos. El océano de dudas que dejó es tan enorme como el que cruzó para venir hasta aquí. Las vueltas de la vida quisieron que tal vacío de certezas se llenara con arte. El arte experimental de su bisnieto.

Madre tierra

Esta mujer inmigrante que llegó al Río de la Plata para no volver a mirar atrás (en su modesto equipaje apenas trajo una fotografía con su familia que sobrevivió al paso del tiempo y fue digitalizada) se transformó en un gran signo de interrogación que estimuló la curiosidad y la imaginación de hijos, nietos y bisnietos. Ante la ausencia de información o ante los profundos silencios hubo que conjeturar, fantasear; y eso fue lo que hizo la otra gran protagonista en el armado de este rompecabezas. Esta genealogía fotográfica no hubiera sido posible sin Beatriz, la mamá de Ruiz Santesteban. Si su alma peregrina y aventurera no intervenía para salir en busca de las piezas que completasen esta historia, la muestra jamás habría existido. Fue la madre del artista quien le dio perspectiva histórica al periplo de Carmela y unas pocas respuestas que lo explicaron todo.

Beatriz comenzó a investigar la vida de su abuela en 2017. Desempolvando fotos y anécdotas familiares fue siguiendo las huellas difusas de Carmela hasta que viajó a Europa en 2018. Fue el primero de sus descendientes en llegar a Castronuovo di Sant'Andrea. En ese pueblito del sur de Italia indagó en los registros del municipio situado en la provincia de Potenza. Sin embargo, la mayor revelación no provino de esos documentos sino de los jardines de aquella región ubicada en la cima de una montaña. Beatriz descubrió que en esas lejanas tierras crecen las mismas plantas que Carmela hacía nacer en los canteros de San José. Así fue como comprendieron (y comprendimos) que lo más valioso que la enigmática Carmela trajo de su país fue un profundo amor por cultivar la tierra, por expandir la vida. Ese es su legado, más allá de las fronteras, el tiempo y las generaciones. Aquel viaje de descubrimiento generó una suerte de bitácora con los mensajes de “WhatsApp” que Beatriz enviaba –diariamente- a sus familiares. Así fue comunicando todos los avances y hallazgos de su expedición. Con varios de esos textos (brotando de las mismísimas hojas) se completó la muestra fotográfica de Ruiz Santesteban.

Arte experimental

De los libros de botánica a los manuales de fotografía; del juego a la investigación; de la memoria al arte. En ese vaivén surge Carmela. La muestra que inició la temporada de exposiciones en el Espacio Cultural San José no es -únicamente- cautivante por la vida, los enigmas y pasiones de Carmela, también lo es por la técnica inusual de revelado de Ruiz Santesteban. El artista prescinde de químicos contaminantes y se vale de los pigmentos naturales de las plantas, cerrando así un círculo ético y estético. El gesto artístico también puede interpretarse como una declaración de principios en tiempos en que se hace tanto hincapié en el cuidado del medioambiente y en tomar conciencia de las prácticas y sustancias que no hacen otra cosa que violentar la naturaleza y poner en riesgo la salud de la gente.

 Esta decisión artística y conceptual va en la dirección opuesta de los tradicionales procesos de revelado que emplean productos químicos. En la mayoría de los casos estas preparaciones son tóxicas por lo cual el artista se ha inclinado por procesos alternativos y sustentables para revelar sus obras. Esa línea es la que guió sus proyectos en los últimos diez años.

En esta búsqueda hay mucho de ensayo y error. En lo empírico radica el estímulo y la recompensa de este fotógrafo que testea las posibilidades y adaptabilidad de cada planta a su metodología de trabajo. No todas reaccionan de la misma forma y sirven para generar imágenes. Aún no encontró un patrón de respuesta. Cada especie propone un desafío y abre un nuevo universo de posibilidades y experimentación. Algo que le devuelve misterio, excitación y espesor artístico a un lenguaje que en la “era de la selfie” se fue volviendo ordinario y con un mero sentido exhibicionista.

Esta técnica de bajo costo y de alto compromiso medioambiental de Ruiz Santesteban está relacionada íntimamente con sus vivencias familiares y su entorno natural (vive en Lagomar rodeado de plantas). Esto es lo que pregona en Espacio Hiedra, donde da clases presenciales y virtuales. En este centro cultural del barrio montevideano La Blanqueada (Juan Ramón Gómez 3171) se enseña el marco teórico y práctico que deriva en series fotográficas como Carmela.

Ruiz Santesteban revela a partir de la fotosensibilidad natural que existe en la clorofila y otros pigmentos que están en las plantas y las flores. Prescindiendo de tintas y químicos adicionados, su método consiste en una sucesión de revelados sobre las hojas. Y, contrariamente a lo que podría suponerse, no imprime sobre ellas sino que son ellas las que van reaccionando y se van marchitando hasta generar una imagen.

Si bien puede sonar a innovación, en realidad esta práctica (casi desconocida en estos tiempos de la inmediatez) data del siglo XIX y vuelve a recobrar fuerza con las investigaciones de Ruiz Santesteban que -siendo fiel a su pasado y la sustentabilidad que reivindica-, eligió para plasmar el despliegue visual, emocional e histórico de Carmela las hojas de las mismas plantas que crecen en los jardines de Castronuovo, San José y Lagomar, asegurando así la prosperidad de este jardín de gente y memoria.

 

 

foto Diego Sebastián Maga
 

 

Diego Sebastián Maga (1978) es un periodista de San José de Mayo con 26 años de experiencia en los medios. Se dedica desde 2004 al área cultural en radio, televisión, gráfica y web.

 

 

 

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