Mujeres editoras: de La Galatea a otros proyectos editoriales independientes

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A partir de La Galatea, la editorial casera que llevaron adelante José Pedro Díaz y Amanda Berenguer, la profesora Alejandra Torres pone foco en el rol de la mujer en el sector editorial y nos ofrece un panorama de las editoriales nacionales que va desde los tiempos fundacionales hasta los colectivos de editoriales independientes.

ilustración Lucía Boiani

Ilustración: Lucía Boiani

Por Alejandra Torres

«Para medir el ángulo sujeto a error 

de la eternidad entre nosotros»

Amanda Berenguer
 

Podríamos afirmar que la historia de la edición en Uruguay y la presencia del editor como articulador cultural se remonta a 1871, con la instalación de la Librería Nacional (librería e imprenta), fundada por el inmigrante gallego Antonio Barreiro y Ramos. Tiempo después, los hermanos Maximino y Claudio García se integrarán al circuito editorial. Antes que ellos, el italiano Orsini Bertani había comenzado a trazar una impronta ineludible en el campo editorial de la joven nación, convirtiéndose en el editor y, en cierta medida, gestor cultural de los integrantes del 900 literario uruguayo. Así, en un medio en el que la presencia del editor y su incidencia en los espacios culturales estuvo protagonizada por hombres, la mujer fue casi invisibilizada en esos espacios. 

Fue recién entre comienzos de la década del cuarenta y fines de la década del cincuenta que irrumpieron en el espacio editorial tres mujeres que fueron, sin dudas, pioneras: Amanda Berenguer (1921-2010), Susana Soca (1906-1959) y Nancy Bacelo (1931-2007). Se trató de tres mujeres poetas que, con notorias diferencias, se posicionaron en el campo editorial de aquel entonces, dejando sus huellas indiscutibles. La primera de ellas fue Amanda Berenguer, poeta integrante de la generación del 45 quien, junto al escritor José Pedro Díaz, llevó adelante el proyecto editorial que tuvo por nombre La Galatea (1944); la segunda, Susana Soca, responsable de las Entregas de la Licorne (1953-1959) y, finalmente, en los albores de los emblemáticos años 60, Nancy Bacelo, responsable del sello editorial 7 Poetas Hispanoamericanos (1960-2006) y de la creación de la Feria Nacional del Libro y del Grabado (1961).

Los antecedentes de la creación de La Galatea estuvieron marcados por la cercanía de Amanda y José Pedro a los poetas Juan Cunha (impresor y tipógrafo) y Carlos Denis Molina. En 1944, luego de casarse, Amanda y José Pedro adquirieron una antigua Minerva y fundaron el sello editorial La Galatea. Era una Minerva de volante y pedal, de considerable tamaño, que al decir de Amanda, ocupaba casi una casa entera. La imprenta funcionó primero en la calle Roberto Koch 3858, casi San Martín, y luego se trasladó a Punta Gorda, a la casa de la calle Mangaripé (hoy María Espínola). Esa misma casa fue la que visitó Juan Ramón Jiménez durante su estadía en Uruguay.

Uno de los antecedentes editoriales de La Galatea fue la impresión del poemario de Amanda titulado Canto hermético (1941), con un tiraje de 350 ejemplares. Los trabajos de tipografía e impresión estuvieron a cargo de José Pedro. Luego, junto a Amanda, al frente de La Galatea, continuaron con esa impronta artesanal que le daba a sus publicaciones el carácter propio de los llamados libros-objeto

Entre los libros de poesía que se editaron en la imprenta La Galatea podríamos destacar el poemario Palabra dada (1953), de Ida Vitale. También se publicaron, tras una Hoja inaugural, de 1944, con textos de Mallarmé y del matrimonio de editores, Une métamorphose ou l'époux exemplaire, de Jules Supervielle, Elegía por la muerte de Paul Valery, El río, La invitación y Contracanto de Amanda Berenguer, El habitante, Tratado de la llama y Ejercicios antropológicos de José Pedro Díaz, entre otros. 

En ocasión de cumplirse el centenario del nacimiento de Amanda Berenguer, interesa recordarla como una mujer que tempranamente se insertó en el campo editorial uruguayo en un tiempo en el que editar era toda una aventura. La fundación del sello editorial al que dio origen la adquisición de la antigua Minerva constituyó una voluntad y una actividad militante que intentaba tender puentes entre escritores y lectores en un Uruguay en el que, al decir tanto de Emir Rodríguez Monegal como de Mario Benedetti, era sumamente oneroso y arriesgado editar.

Pocos años después, otra de las mujeres que incursionó en el campo editorial uruguayo de la primera mitad del siglo XX fue la poeta Susana Soca. Desde temprana edad, al igual que sus padres, Susana tuvo vínculos estrechos con París, la capital cultural europea y occidental de aquel momento. De forma llamativa, durante la Segunda Guerra Mundial Susana Soca se autoexilió en París. Allí fundó y financió su proyecto editorial, pionero en el campo de la edición del Uruguay: la revista La Licorne (1947-1948), que publicó tres números, apenas tres años después de la creación de La Galatea. Se trató de una revista que fundó bajo el impulso de Paul Éluard y del trabajo que aportaron Roger Callois y Pierre David. La Licorne, además de ser un espacio en el que se publicaron a poetas europeos, también recogió cuentos de Felisberto Hernández y Borges, entre otros. Fue, además, un espacio que le posibilitó a Susana dar a conocer sus propios poemas. Si bien la revista tuvo un breve tiempo de circulación en su etapa francesa, esta se destacó por la calidad y el cuidado de su edición y de sus contenidos. La segunda etapa de la revista, llamada Entregas de la Licorne, tuvo lugar cuando Susana regresó al Uruguay. De periodicidad irregular, publicó dieciséis números entre noviembre de 1953 y setiembre de 1961. No obstante, la marca extranjera estaba ahí, muy presente.

La tercera de esas mujeres editoras fue Nancy Bacelo. Al finalizar la década del cincuenta, su figura apareció vinculada a eventos culturales y comenzó a hacerse cada vez más notoria. Su interés por el universo de lo literario sumado a su particular sensibilidad y preocupación por el potencial creador del lenguaje y de las artes plásticas, la colocaron en lugares estratégicos para llevar adelante lo que fue el mayor emprendimiento cultural de la segunda mitad del siglo XX en el Uruguay: la primera Feria Nacional del Libro y del Grabado en Montevideo.

La creación de 7 Poetas Hispanoamericanos (inicialmente revista y luego sello editorial) tuvo como impulso inicial el interés de Bacelo de incorporar a otros poetas del período. Fue un proyecto autofinanciado por sus creadores y los primeros tirajes, de carácter totalmente artesanal, alcanzaron los 300 ejemplares. En aquellos años iniciales de la década de los sesenta las prácticas artísticas y los espacios públicos de interacción funcionaron a modo de espejos en los que se miraron a sí mismos los actores y protagonistas de una cultura que pugnaba por mostrarse independiente. Las ventas populares llevadas adelante por Bacelo se inscribieron dentro de ese clima que buscaba socializar la expresión estética, tanto verbal como plástica.

La preocupación de Bacelo por el libro en tanto objeto fue una constante a lo largo de toda su labor como editora. Cuando publicó el poemario Cantares (1962) dejó en evidencia la importancia de la ilustración a los efectos de, como ella misma señalaba, intentar modificar el antiguo y persistente convencionalismo de las tapas blancas, apenas pobladas de caracteres. Para Bacelo el libro era concebido como un todo: el papel, la tinta, el tiempo que insume elegir hasta los números de cada página, los trazos de color, las caligrafías, sus texturas. Esas revistas/sellos editoriales se constituyeron como espacios de diálogo y como disputa de posiciones dentro del sistema literario de aquella década, particularmente atravesada por la creciente violencia e inseguridad que van a instalarse sobre finales de los 60.

La Feria, con transformaciones pero fiel a su impronta inicial, se llevó adelante en forma ininterrumpida a lo largo de cuarenta y siete años, hasta 2006, siempre bajo la dirección de Nancy Bacelo. Se había convertido en paseo ritual de los uruguayos durante el mes de diciembre, inaugurada siempre con el «Aleluya» de Haendel y el tradicional reparto de jazmines a la entrada de cada predio en el que tuvo lugar. En tiempos en los que la relación entre el escritor y el público estaba cambiando cualitativamente, Montevideo comenzó a conocer con otra cercanía a sus best-sellers nacionales. Si bien el salto de la distribución al exterior no logró concretarse, en ese contexto, el proyecto de Nancy Bacelo constituyó a lo largo de la década de los sesenta, trascendiéndola, un espacio propiciador de cercanías que dio cuenta de un proceso de avance en el encuentro entre el escritor y sus lectores.

Continuidades y rupturas: mujeres en los proyectos independientes del siglo XXI

Si bien el siglo XXI comenzó en nuestro país con una situación crítica desde el punto de vista económico, político y social, comenzaron a aflorar nuevos proyectos culturales que en gran parte se erigían como alternativos y que, además, contaban con la presencia de mujeres como marca notoria de cambios en el espacio editorial montevideano, dando cuenta de un proceso de feminización creciente. Esas mujeres editoras, en gran medida, pueden considerarse continuadoras del camino que inicialmente trazaron Amanda Berenguer, Susana Soca y Nancy Bacelo. Entre ellas, se destaca Correlato Editoras (2006), dirigida por Patricia Núñez, María del Carmen González de León y Graciela Franco, que publicó diez títulos, fundamentalmente de autores nacionales, en los dos años que tuvo de existencia. La transformación a Rebeca Linke en 2009 supuso una renovación del proyecto inicial, para el que tomaron el nombre de la protagonista de la conocida novela de Armonía Somers La mujer desnuda (1950) como forma de reivindicar el lugar de la mujer que es protagonista y transformadora desde múltiples lugares de la sociedad. Entre los títulos más destacados editados por Rebeca Linke se encuentran el poemario de Alicia Vázquez El sol a la izquierda del cielo, la Obra poética de Circe Maia (2010) y Buena madre y virtuosa ciudadana (2010) de la historiadora Lourdes Peruchena. 

En una línea similar, pero fundamentalmente dedicada a la poesía, se destaca los trabajos de Melba Guariglia desde Ático Ediciones (2007), de Julia Ortiz, editora responsable de Criatura Editora (2011), de Mariana Pérez Balocchi al frente del sello editorial Antítesis (2014), de Salvadora, especializada en dramaturgia y artes escénicas y dirigida por cuatro mujeres (Karen Bitar, Camila Guillot, Leonor Courtoisie y Sofía Gervaz) y, finalmente, de La Coqueta Editora de Poesía, fundada por tres mujeres (Lucía Delbene, María Laura Pintos y Laura Alonso). Con un nombre que hace un guiño a un pasaje de los Cantos de Maldoror, del Conde de Lautréamont (1868), «Buenos Aires, la reina del sur; Montevideo, la coqueta», las directoras responsables editan sus libros con un diseño estético sobrio y despojado sin que esto deje de lado una constante preocupación por la belleza. Con la evocación del poeta maldito más destacado del Río de la Plata, la propuesta de La Coqueta evoca, en cierta medida, los comienzos del proyecto de Bacelo, con su marcada apuesta a la poesía, esa escritura de margen, ese género minoritario, ese intento de hacer posible la edición en el Uruguay. 

Bajo el lema «independientes y pequeñas» estos proyectos editoriales dirigidos por mujeres se posicionan en el campo cultural uruguayo evocando aquellos comienzos entusiastas de quienes fueran las primeras mujeres editoras del país, y en forma muy especial, a Nancy Bacelo y su legado cultural. Si bien La Coqueta integra el colectivo Sancocho de editoriales independientes y con el cual ha estado presente en la Feria Internacional del Libro de Montevideo y en otras localidades del país, no se considera una editorial independiente sino emergente, en el entendido que la independencia, como tal, es en sí una "práctica impracticable". 

Por su parte, Criatura Editora se dio a conocer en el campo editorial uruguayo con una apuesta interesante entre la variedad y la calidad construyendo un catálogo que integra tanto escritores contemporáneos como oportunas reediciones, entre las que se cuentan Amor libre, de Roberto de las Carreras o el Manual de parapsicología, de Mario Levrero, junto a trabajos de Liliana Villanueva, Horacio Cavallo, Alicia Migdal, Leo Maslíah, Lalo Barrubia, Inés Bortagaray, Gabriel Calderón y Virginia Mórtola, entre otros. Con una marcada opción por la ilustración de sus carátulas, Criatura Editora dedica también un espacio de su catálogo a la publicación de autores de literatura infantil y juvenil.

Parafraseando los versos de Amanda que encabezan este texto, tal vez solo se trate de la pretendida eternidad que contienen los libros, de los distintos ángulos que son capaces de construir, de sus lecturas múltiples y, con ellas, de los tiempos y los afanes que nos evocan.

 

Foto: Alejandra Torres
Alejandra Torres Torres (1968) es docente de Literatura Uruguaya en la Universidad de la República; Profesora de Literatura y de Español egresada del Instituto “Artigas”; Magíster en Ciencias Humanas, opción Literatura Latinoamericana por UdelaR. Desde 2007 investiga los procesos editoriales en Uruguay. Ha publicado varios artículos y ensayos sobre esta temática, entre ellos, el libro titulado Lectura y sociedad en los sesenta: a propósito de Alfa y Arca (Yaugurú, 2012); La edición iberoamericana: Uruguay (CSIC, España, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2016); “Editar en los sesenta en el Uruguay. Lectores, libros y espacios de difusión” (Facultad de Humanidades, UdelaR, 2018); “Mujeres editoras en el Uruguay: la labor pionera de Nancy Bacelo y el sello editorial 7 Poetas Hispanoamericanos (Lectoras: revista de dones i textualitat, Barcelona, 2019).

 

 

 

 

 

 

Foto Lucía Boiani

 

 

Lucía Boiani (Montevideo, 1992) ha diseñado más de un centenar de cubiertas de libros para editoriales nacionales y multinacionales, colaborado con ilustraciones en revistas y publicaciones y participado en exposiciones colectivas de diseño y artes gráficas a nivel nacional e internacional.

 

 

 

 

 

 

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