Onetti por Rodríguez Monegal

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Juan Carlos Onetti, Attila V.

Por Aarón Lubelski

 

«No sabía en qué avispero me metía», admite Rodríguez Monegal (1987, p. 143) al referirse a su primera reseña de una obra de Onetti: Para esta noche (1943). Alentado por Danilo Trelles, encargado en ese entonces de la sección literaria de Marcha, Rodríguez Monegal (con apenas 22 años) esboza una crítica cuyo «punto de vista era estrictamente literario» (1987, p. 143), según sus propias palabras, una aproximación singular para esa época.

Onetti (12 años mayor que Rodríguez Monegal) después de haber publicado varios cuentos, la novela corta El Pozo (1939) y Tierra de nadie (1941), ya había ganado un justificado reconocimiento en el Río de la Plata. Sin embargo, en su reseña, el joven Rodríguez Monegal no le hace descuentos, olvidando «que Onetti es uruguayo y que trabaja en Buenos Aires» (1944, p. 14). A pesar de los reparos estilísticos que surgen del análisis de la obra, reconoce en el autor sus virtudes de cuentista y sella la reseña con la siguiente afirmación:

No hay en las letras uruguayas estrictamente contemporáneas de Onetti quien pueda emparejársele. Aparece solo, por la tensa calidad de su prosa, por la plenitud de su oficio de cuentista, por su urgente, obsesionante temática, por la promesa de realizarse plenamente como novelista. Porque tengo esa convicción, formulo los reparos arriba copiados (1944, p. 14).

La crudeza de la reseña no pasó desapercibida por Onetti, sin embargo, ella condujo a un feliz primer encuentro entre el crítico y el autor, que tuvo lugar, como no podía ser de otra forma, en el clásico café montevideano, el viejo Tupí-Nambá, ubicado en la Plaza Independencia y que selló la futura relación entre ambas personalidades.

En el año 1943, Onetti cruza el charco para trabajar como secretario de redacción en la agencia Reuters de Buenos Aires; no obstante, la relación intelectual se continuará alimentando a través de un nutrido intercambio epistolar.

La década de los cuarenta marcó un hito en la carrera académica de Rodríguez Monegal como crítico literario en el Río de la Plata. En el año 1943 comienza a colaborar en el prestigioso semanario Marcha y dos años más tarde se encargará de su sección literaria: «Ayudé a crear en el lector de Marcha una conciencia literaria», nos recuerda (Block de Behar, p. 702). Conoce a Borges y a los integrantes del Grupo Sur; a su vez, es nombrado investigador del Instituto Nacional de Investigaciones y Archivos Literarios de Montevideo y dirige la revista Número (Block de Behar, 702-703).

El próximo punto de referencia que marca la relación entre ambas personalidades ocurre durante los años 1948-1949, en ocasión de la visita de Rodríguez Monegal a la capital argentina. Onetti, interesado por conocer personalmente a Borges, le pide al crítico que coordine un encuentro entre ambos escritores. El encuentro (o desencuentro, como lo describirá más adelante Rodríguez Monegal), celebrado en una cervecería bonaerense, se centró en una discusión sobre el escritor británico-americano Henry James. Onetti inició la polémica exclamando sorprendentemente: «Y ahora que están juntos, díganme, explíquenme ¿qué le ven a Henry James, ¿qué le ven al coso ese?» (1979, 15). Rodríguez Monegal detallará años más tarde, en un prólogo a las obras completas de Onetti, la densa atmósfera que reinó durante el diálogo (quizás como justificativo del inesperado curso que tomó la conversación):

No sé si la natural timidez de Onetti o la larga espera provocaron ese aire fúnebre, claramente teñido por la cerveza con que nos recibió. Estaba hosco, como retraído en sí mismo y a la defensiva. Solo salía de su isla para atacar con una virulencia que nunca le había visto (1979, 15).

La casualidad convocará a ambos autores una vez más cuando Borges viaje a España para recibir el premio Cervantes en 1979, compartido con el poeta español Gerardo Diego. Como parte de las actividades literarias planeadas durante la ocasión, Borges participa en las Primeras Jornadas Literarias en Barcelona (1980); también estará allí Onetti, ya radicado en Madrid. Ambos autores entablarán entonces un diálogo bastante parco durante una cena posterior al evento. Tampoco este encuentro fue muy fructífero (Martini, ‹https://www.eternacadencia.com.ar/blog/libreria/el-cronista-accidental/item/borges.html›).

En el año 1951, Rodríguez Monegal publica en la revista Número un resumen de los diez últimos años de creatividad literaria de Onetti y escribe: «En esos diez años el arte lineal del primer memorialista maduró en la compleja estructura de vidas y sueños que recoge en un largo relato su legítimo descendiente, Juan María Brausen» (1951, 175). En una nota de unas trece páginas, Rodríguez Monegal comenta la producción narrativa de Onetti, desde El pozo (1939), que «fue el borrador montevideano de este universo total» (1951, 188) hasta La vida breve (1950), dejando de lado, conscientemente, los cuentos publicados antes y durante ese período creativo.

En su resumen, Rodríguez Monegal se sumerge en un detallado análisis de La vida breve, obra que marca un hito en la narrativa de Onetti, proponiendo una «doble o triple lectura» (1951, 186). El detalle es menor en su aproximación a Tierra de nadie, que según Rodríguez Monegal «ha hecho por Buenos Aires lo que Manhattan Transfer por Nueva York» (1951, 187) o Para esta noche, cuya trama transcurre en una «imaginaria ciudad, gobernada por la delación, el terror y la brutalidad» (1951, 188) y agrega: «Fue en 1943 el anticipo de un Buenos Aires actual, menos melodramático, pero no menos irrespirable» (1951, 188).

Durante el período 1950-1951, Rodríguez Monegal fue becado por el Consejo Británico para realizar una investigación en el Downing College, Cambridge, sobre la influencia del romanticismo inglés en las letras hispanoamericanas. A partir de ese momento, Rodríguez Monegal comienza a expandir su horizonte intelectual, estableciendo lazos que lo llevarán a ser una figura reconocida en el mundo literario hispanohablante. Entre el 1953 y el 1954 permanece en Santiago de Chile gracias a una beca otorgada por el Comité Chileno de Cooperación Intelectual, luego retorna al Reino Unido y visita México, entre otras experiencias internacionales (Block de Behar, 702-703).

En el año 1952, Rodríguez Monegal publica en Marcha «Los cuentos de Onetti», una reseña sobre el libro Un sueño realizado y otros cuentos, publicado el año anterior por la editorial Número. Dos años más tarde, después de ver luz la nouvelle de Onetti Los adioses, en Buenos Aires, Rodríguez Monegal incluye una reseña en el semanario Marcha en la cual vuelve a la sorpresiva pregunta (¿retórica?) que hizo Onetti durante su primer encuentro con Borges. Al referirse a la ambigüedad de la narración de la nouvelle, Rodríguez Monegal afirma: «Onetti ha pagado tributo a la técnica que ha impuesto, desde el siglo pasado, Henry James» (1954, 14) y explica en el mismo artículo:

Onetti no toma el recurso de James, a quien declara (enfáticamente) no entender [...]. Pero lo toma de uno de los narradores contemporáneos que, directa o indirectamente, ha ido a la escuela de James: lo toma de William Faulkner (1954, 15).

Al año siguiente, en la revista Número bajo su dirección, Rodríguez Monegal reseñará nuevamente el texto de Onetti.

En el año 1966, Rodríguez Monegal, ya reconocido como autoridad literaria, funda en París la revista Nuevo Mundo. Ese mismo año ve la luz su extenso estudio dedicado a la obra local: Literatura uruguaya de medio siglo, en el que el crítico acuña el concepto de la generación del 45 (1966, p. 33), que incluye a escritores, poetas, intelectuales y críticos cuyas obras ven luz entre los años 1940 y 1965 (1966, p. 175), dedicándole a Onetti un puesto de privilegio dentro de ese grupo generacional:

Por otra parte, hay sí un maestro indiscutido en la generación del 45: Juan Carlos Onetti, que no solo fue el adelantado y modelo de escritores ahora consagrados, como Martínez Moreno o Mario Benedetti o Mario Arregui o Carlos Maggi, sino que sigue siendo el modelo de los más nuevos, como lo demuestra cualquier novela reciente que ocurra en algún balneario y presente algún personaje taciturno, moroso y algo sórdido (1966, p. 413).

Y, como era de esperar, el crítico incluye en la misma obra un capítulo dedicado al autor uruguayo: «La fortuna de Onetti», donde retoma el resumen de los diez primeros años de producción literaria del autor, expuestos antes en «Juan Carlos Onetti y la novela rioplatense», y «por fortuna» expande su análisis incluyendo, entre otras obras, dos de las novelas que son pilares del ciclo de Santa María: El astillero (1961) y Juntacadáveres (1964). Consecuente con su juicio sobre la obra de Onetti, Rodríguez Monegal sostiene que el autor está por encima de toda controversia gracias a su calidad narrativa:

La obra de Onetti es de tal calidad, su dedicación a la narrativa arrastra tal fuerza de convicción, su universo es tan entero, que hay muy buenas razones literarias para justificar que Onetti se encuentre, casi el único, au dessus de la mélée (sic) de esta todavía provinciana Montevideo (1966, 222).

Entre los años 1968 y 1969 se publica en Buenos Aires una serie de treinta y ocho fascículos dedicados a la historia de la literatura uruguaya: Capítulo oriental. Este colección, como se consigna en su tapa, pretende abarcar «un panorama completo, desarrollado en extensión y en profundidad de las obras más representativas de la producción literaria nacional». Uno de ellos, dedicado a la obra de Onetti y preparado por Rodríguez Monegal, incluye el análisis de las obras publicadas hasta el año 1968. El fascículo titulado «Onetti o el descubrimiento de la ciudad» destaca el compromiso de la narrativa del autor con el espacio que ambienta la mayor parte de sus obras, compromiso enfatizado por Rodríguez Monegal al inicio de su análisis:

Como Florencio Sánchez y Horacio Quiroga, Juan Carlos Onetti es de aquellos escritores uruguayos cuya obra se proyecta tempranamente sobre ambas márgenes del Plata. Y no solo porque Onetti haya vivido unos veinte años en Buenos Aires (los años de su madurez literaria) y haya publicado allí cinco de sus mejores novelas, sino por la muy principal razón de que el mundo que crea con sus narradores es el de la ciudad rioplatense de este siglo. Llámese Montevideo (como en El pozo) o Buenos Aires (como en Tierra de nadie) o Santa María (como todas las demás), la ciudad que escribe Onetti, la ciudad en que viven y mueren sus personajes, la ciudad con la que él sueña hasta hacer soñar a sus lectores, es una ciudad rioplatense. Y es una ciudad contemporánea (1968-1969, p. 433).

En el año 1970, Rodríguez Monegal prologa la edición de las obras completas del autor, publicadas por Aguilar, inicialmente en México y más adelante en Madrid. El entorno urbano o suburbano, como escenario de los dramas de los personajes que dan vida a la narrativa de Onetti, es nuevamente recordado por el crítico, quien escribe: «Ninguno como Onetti logró convertir la ciudad rioplatense en personaje central de toda su obra» (1979, p. 9).

Ese mismo año se publica en Eco (Bogotá) «Conversación con Juan Carlos Onetti», una entrevista a Onetti por Rodríguez Monegal. Durante esta, ambos conversan y se detienen en los personajes que desfilan por la narrativa del autor. El crítico comienza la transcripción de la entrevista con una frase que expresa en forma indirecta su admiración por su interlocutor: «La fama ha terminado por dar caza, al fin, a Juan Carlos Onetti» (1980, p. 238).

Sin embargo, lo que aparentemente es un cortejo de caracteres multicolores que pueblan la obra de Onetti, se transforma, por momentos, en una discusión sobre teoría literaria que solo dos figuras tan prominentes son capaces de abordar.

La diferencia generacional entre ambas personalidades no impide que entre ellas se establezca una amistad nutrida por el mutuo aprecio profesional. Cuando le preguntan durante una entrevista: «¿Quién es el mejor de sus críticos?, Onetti contesta: «Hay varios: Monegal, Rama, etc.». (Montaner, p. 171). Viniendo de Onetti, tan parca contestación debe ser considerada un elogio. La relación iniciada con la reseña del año 1943 será interrumpida, cuarenta y dos años más tarde, a raíz de la enfermedad que sufre Rodríguez Monegal, quien reside en los Estados Unidos desde el año 1969, después de ser nombrado jefe del Programa de Estudios Latinoamericanos y subjefe del Departamento de Lenguas Romances en la Universidad de Yale, cargos en los que permanecerá hasta 1973.

La difusión de la obra de Onetti, que comienza a ser conocida mundialmente a partir de la década del 60, se vio también significativamente beneficiada por las reseñas y los estudios de Rodríguez Monegal, quien, apoyado por el reconocimiento internacional que se había ganado como crítico literario, tanto en América como en Europa, logró impulsar la promoción de las obras del autor uruguayo. Por todo ello Rodríguez Monegal bien merece el título de embajador-portavoz de Onetti.

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Juan Carlos Onetti, Elisa Cabot.

Bibliografía

Block de Behar, Lisa (2003). «Cronología. Vida y obra de Emir Rodríguez Monegal». Emir Rodríguez Monegal. Obra selecta. Caracas: Biblioteca Ayacucho, pp. 701-710.

Martini, Juan. «¿Estaba enamorado Borges de María Kodama?». Blog de Juan Martini en Eterna Cadencia, 12-4-2011. Recuperado de ‹https://www.eternacadencia.com.ar/blog/libreria/el-cronista-accidental/item/borges.html›.

Montaner, Carlos Alberto (1980). «Conversaciones II. Con Onetti». De la literatura considerada como una forma de urticaria. Madrid: Playor, 1980, pp. 158-173.

Rodríguez Monegal, Emir (1944). «Para esta noche», Juan C. Onetti». Marcha, Año VI, viernes 18 de febrero de 1944, número 222. p. 14.

—(1951). «Juan Carlos Onetti y la novela rioplatense». Número, año 3, números 13-14, Montevideo, marzo-junio, pp. 175-188.

—(1954). «Una o dos historias». «Los adioses» por J. C. Onetti». Marcha, número 744. Montevideo, diciembre 10, pp. 14-15.

—(1955). «Juan Carlos Onetti, Los adioses». Número, año 6, número 26, Montevideo, marzo, pp. 107-109.

—(1966). Literatura uruguaya de medio siglo. Montevideo: Editorial Alfa.

—(1968-1969). «Onetti o el descubrimiento de la ciudad». Capítulo oriental, número 28. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, pp. 433-448.

—(1987). «Mi primer Onetti». Homenaje a Emir Rodríguez Monegal. Montevideo: Ministerio de Educación y Cultura, pp. 143-144.

—(1979). «Prólogo». Juan Carlos Onetti. Obras completas. Madrid: Aguilar, pp. 9-41.

—(1973). «Conversación con Juan Carlos Onetti». Onetti (selección, cronología y preparación: Jorge Ruffinelli). Montevideo: biblioteca de Marcha, pp. 238-266.

 

 

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Aarón Lubelski (Jaffa, 1952) es graduado en letras por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Obtuvo su doctorado con la tesis La configuración del espacio en la obra de J. C. Onetti.
Publicaciones: «Estén alerta» (La casa que escribe, 2021), primera mención del premio literario Casa del Uruguay en Barcelona; «La construcción de Santa María» (Hispamérica, número 148, 2021); «Onetti y el otro» (2009) y «Los gringos de Onetti» (2006).

 

 

 

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