Construyendo ciudadanía en entornos digitales. Perspectivas transversales de abordaje

Cultura democrática

Cuando hablamos de ciudadanía, ¿Tenemos en cuenta las prácticas democráticas que implica?, ¿Conocemos los derechos y las responsabilidades de las personas y cómo se pueden desarrollar y ampliar en entornos digitales?, ¿En Internet se fortalece el diálogo abierto, horizontal y el respeto de las opiniones diversas de los miembros de la comunidad?

En el documento de la Estrategia se vincula la cultura democrática con el reconocimiento de la diversidad cultural, los distintos puntos de vista y opiniones, valorando y cuidando los espacios comunes y el medioambiente, velando por la inclusión y la equidad social.

Profundizando en su definición, se entiende por cultura democrática al sistema de creencias, símbolos expresos y representaciones de una sociedad que apela al fortalecimiento de la vida democrática mediante el reconocimiento plural de las diferencias, defendiendo las libertades en el ejercicio pleno e igualitario de los derechos humanos, con alta movilización e intereses en la participación en los asuntos públicos como mecanismos para la resolución de conflictos y tensiones o la defensa y obtención de intereses colectivos. Desde esta perspectiva la ciudadanía juega un rol activo en la agenda política, valorando los mecanismos y las reglas de la democracia en clave participativa. 

Es difícil pensar en una cultura democrática sólida sin una sociedad que ejerza una ciudadanía digital plena. Entender el funcionamiento de las tecnologías, las lógicas y principios que rigen el entorno digital, el impacto que tienen en nuestra vida cotidiana, coloca a las personas en mejores condiciones para entender la realidad, tomar decisiones y participar socialmente. A su vez, los entornos digitales se transforman en espacios para el ejercicio democrático y las tecnologías pueden ser herramientas que faciliten o limiten estas prácticas.

En América Latina, el fortalecimiento de la democracia es una dimensión que merece especial atención. Lo que sucede en el entorno digital puede contribuir a ampliar o reducir el espacio público. Gran parte de la agenda del debate público se está construyendo ahí.

El abordaje de la ciudadanía digital debe entonces contribuir al desarrollo de la conciencia de lo público, para que las personas aprendan a evitar cualquier reducción a su participación y puedan hacer uso de todos los canales disponibles para intervenir en la toma de decisiones sobre temas que afectan su vida y la de las demás personas.

En el documento ya citado de Cepal, especialmente en el capítulo dedicado a las nuevas dinámicas de poder y la esfera pública digital, “diversos autores mencionan cómo el poder mismo está hoy distribuido en redes facilitadas por la infraestructura digital y por tanto es también ese el espacio donde se ejecutan las estrategias de poder de los diferentes actores públicos (Castells, 2009; Howard, 2011). Así surgen nociones como la del “poder gris” basado en el control de los medios de producción ya no de cosas, sino de información sobre las cosas (Luciano Floridi, en Cobo, 2019) y la de “feudalismo digital”, descrita como la concentración del poder digital en unas pocas compañías que administran los datos y una gran población que los entrega sin recibir una compensación económica (Cobo, 2019; Nielsen y Ganter, 2018). (…) A este tipo de interacciones que monetarizan la experiencia digital de las personas a partir de la acumulación de datos sobre sus prácticas se le ha llamado “capitalismo de la vigilancia” (Zuboff y Schwandt, 2019). (Claro y otros, 2021: p. 17)

Como bien se advierte en este documento “La manipulación de la información y de las percepciones ciudadanas sobre temas públicos representa un desafío a las visiones más optimistas de los posibles efectos democratizantes de las tecnologías digitales (Fung y otros, 2015). Si estas prácticas se fortalecen pueden amenazar las visiones equilibradas de la democracia, incrementando la radicalización de movimientos y grupos políticos (Bennett y Livingston, 2018).”  (Claro y otros, 2021: p. 18)

Para Marta Peirano la cultura democrática es un concepto que necesita revisión. Muchas personas la relacionan únicamente con la habilidad de poder votar cada determinado tiempo, sin embargo, ella la define como un proceso que empieza en el propio vecindario, en la propia comunidad de vecinos. Es la capacidad de relacionarse con la comunidad que forma parte de tu entorno, de compartir recursos con esa comunidad, pero también de debatir la forma en la que se vive en la comunidad. En este sentido, el entorno digital de muchas maneras facilita esta relación entre miembros de la comunidad porque ofrece herramientas que permiten un seguimiento más continuado de los asuntos comunes, pero al mismo tiempo es un entorno que está dominado por plataformas digitales que tienen objetivos que no tienen nada que ver con la cultura democrática y que de hecho han demostrado ser incompatibles con ella.

Como señala Marta, el ecosistema digital está dominado por un número muy pequeño de empresas de marketing que ofrecen herramientas para conectar personas que llamamos las redes sociales. Hace una década, pensábamos que esas herramientas eran democráticas. Sin embargo, hoy sabemos que esas mismas herramientas han servido para el “espionaje masivo”, algo antagónico a la salud democrática. Señala que, en la actualidad, una de las principales amenazas para la democracia, son las campañas oscuras que tienen lugar en las redes sociales. Entonces, esta herramienta, combinada con problemas tan fundamentales como la desigualdad, se ha convertido en una potencial amenaza contra la democracia. Por eso, enfatiza en que necesitamos establecer criterios, normas, regulaciones que faciliten la fiscalización de lo que pasa en las redes para poder defender la democracia, sobre todo en procesos tan fundamentales como las elecciones a la presidencia de un país.

Paula Sibilia por su parte sostiene que la dinámica propiciada por los debates que suceden en las redes sociales, con toda esta tendencia hacia la polarización, todo ese nivel de violencia que hay en ese tipo de discusiones, al principio propiciadas por el anonimato, pero que ahora ni siquiera hace falta que sea anónimo, se desbordó de las redes sociales y terminó formando parte del modo en que discutimos en otros ámbitos. Esto reconfigura lo que entendíamos por cultura democrática, nos genera una gran responsabilidad de hacer algo para que de alguna manera los rituales de diálogo con el otro, con quien no forma parte de mi burbuja, vuelvan a ser posibles. Repensar las propias certezas y tratar de aprender en contacto con lo diferente.  Entonces, tratar de inculcar en las nuevas generaciones el valor que hay en escuchar a las otras personas y tratar de cuestionar las propias certezas en función de los argumentos que otras experiencias puedan traernos como enriquecimiento, resulta fundamental.

En tanto Ellen Helsper sostiene que para entender la democracia en un mundo digital tenemos que entender lo que está pasando en la democracia en el mundo en general. Contrariamente a lo que suele sostenerse de que la democracia está particularmente amenazada en el entorno digital, ella encuentra en sus investigaciones muchos ejemplos de relaciones e interacciones que se dan en el mundo digital con gente que quizás nunca podríamos interactuar por otros medios. Piensa que hay mucho material que podemos usar como ejemplo de experiencias positivas del uso de la tecnología como una herramienta para aprender a interactuar respetuosamente con otras personas y tratar de incorporarlo en otros espacios. Entiende que vemos un reflejo de la cultura nacional democrática dentro de los medios digitales en las discusiones que tenemos, en los servicios que se ofrecen, en la posibilidad de participar en procesos democráticos. Esto es muy distinto entre diferentes países, aunque la tecnología y las plataformas a veces sean las mismas. Hay diferentes culturas democráticas y no todo el mundo está tan en favor de la democracia. Tenemos que tener en cuenta cuando hablamos de la cultura democrática que hay diferentes culturas y diferentes ideas acerca de lo que es la democracia, cómo expresarla y cómo participar en diferentes partes del mundo y en diferentes partes de un mismo país.

En síntesis, podemos decir que hablar de cultura democrática nos abre un mundo de posibilidades para analizar el impacto que están teniendo los entornos digitales y las reglas de juego que en ellos se proponen, sobre los modos en que construimos una ciudadanía en clave democrática.

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