Construyendo ciudadanía en entornos digitales. Perspectivas transversales de abordaje

Participación

¿Se promueve la participación activa de las personas en las decisiones estratégicas que afectan la vida cotidiana de la comunidad?, ¿Las personas tienen acceso a los canales a través de los que se difunden y se toman esas decisiones? ¿Pueden incidir en esos procesos personas con diversos intereses y necesidades?

En el documento Estrategia de Ciudadanía Digital para una Sociedad de la Información y el Conocimiento se relaciona el concepto de participación ciudadana con el uso de todos los canales disponibles para intervenir en las decisiones estratégicas que afectan la vida cotidiana de las personas, haciendo hincapié en los asuntos públicos. 

“La participación ciudadana, a diferencia de otras formas de participación, refiere específicamente a que los habitantes de las ciudades intervengan en las actividades públicas representando intereses particulares (no individuales)” (Ziccardi, 1998: 32).

Por participación ciudadana se entiende aquel proceso por el cual las personas, a título individual o colectivo, desarrollan una acción tendiente a vincular una expectativa o una opinión con los ámbitos público o político. En el caso de que la acción se oriente al espacio público, la participación adquiere modalidades de movimiento social o de organización de interés; mientras que, si la orientación se refiere al espacio político, puede adquirir el carácter de militancia en un partido o de participación en los procesos electorales a través del ejercicio del derecho a votar y ser votados (Constantino, 2000: 509).

La participación ciudadana trae consigo la conformación de nuevas formas de relacionarse, vincularse, entenderse y llegar a acuerdos entre la ciudadanía y el Estado y sus instituciones.

Como se señala en el documento de Cepal: “Ames Dennis destaca que el espacio digital brinda oportunidades para el compromiso cognitivo, la participación discursiva y la movilización política, poniendo en acción el proceso de “continuo de participación” (Dennis, 2019, pág. 186)". (Claro y otros, 2021: p. 17)

Para Marta Peirano la participación ciudadana es la habilidad de formar parte de la vida pública, de la comunidad de la que uno es parte y tiene que ver no solamente con la habilidad de votar a los dirigentes o representantes de su entorno, sino también con la de transformar el entorno en el que vive para mejorar la vida de esas personas.

En tanto, podemos visualizar las transformaciones que en los procesos participativos trajo aparejado el advenimiento de las tecnologías digitales. Al respecto se señala que: “Antes de la masificación de las tecnologías digitales, la posibilidad de los ciudadanos de ser parte de la esfera pública como individuos estaba muy limitada por las posibilidades formales dadas por las instituciones. Los ciudadanos recibían información de los medios de comunicación tradicionales y a partir de interacciones cara a cara con sus cercanos pasaban a ser parte de la opinión pública (Habermas, 2006; Papacharissi, 2010). Cualquier otra forma de participación más concreta implicaba coordinarse en algún tipo de acción colectiva u ocupar los espacios dados por las instituciones políticas, las que definían el dónde y cómo participar en los procesos de gobernanza. Acciones como el sufragio, pertenecer a organizaciones civiles y sociales, partidos políticos y sindicatos eran casi la única forma de encauzar de manera centralizada los intereses sociales y políticos de los ciudadanos (Dalton, 2008; Mcbeth y otros, 2010; Santana, 2016). Sin embargo, las tecnologías digitales cambian las dinámicas de poder en la esfera pública y las posibilidades de acción de los ciudadanos, modificando a su vez lo que puede entenderse como ciudadanía. (…) En primer término, las potencialidades de acción que se generan con las redes digitales permiten a los individuos generar otros tipos de coordinación que reemplazan a la de las organizaciones tradicionales (Earl y Kimport, 2011; Evans y otros, 2017). Estas condiciones permiten que sean los propios individuos quienes decidan en qué tipo de acciones y en qué términos se van a involucrar en lo público (Chadwick, 2013; Santana, 2016).” (Claro y otros, 2021: p. 15)

Para Ellen Helsper este desarrollo de la participación en los entornos digitales también trae aparejados riesgos, porque cuando hay tantas opciones de espacios de participación, la posibilidad que se escuchen las voces más fuertes y que se ponga atención a las cosas que proponen las personas que tienen más poder históricamente en la sociedad también se amplifica. Por otro lado, señala que muchas veces cuando hablamos de participación, hablamos de activismo por grandes causas. Pero hay muchas acciones más pequeñas que en el mundo digital influyen y que tienen incidencia en el colectivo más que en el individuo. Entiende que fortalecer una participación inclusiva es un trabajo y una responsabilidad colectiva; es decir crear un espacio digital en que la participación de verdad sea igual para todas las personas, que tengamos la misma oportunidad de ser escuchados y de influenciar decisiones que son importantes para el bienestar del día a día.

Paula Sibilia, en tanto, reconoce que participar es importante, pero advierte que en la cultura contemporánea no parece ser tanto la participación lo que necesita ser estimulado, sino que una manera de formar parte del debate público y del pensamiento que se construye colectivamente es también escuchar y a veces hacer silencio y reflexionar, dar un tiempo para procesar las informaciones y darle espesor.

En definitiva, los entornos digitales vienen a complejizar la propia idea de participación social: ¿Toda interacción virtual es una forma de participación? ¿Tenemos todas las personas las mismas posibilidades y el mismo impacto a la hora de participar en los entornos digitales? ¿Se escuchan todas las voces o solo las de quienes más gritan? ¿Qué rol están jugando las plataformas a la hora de estimular ciertos tipos de participación?

La incorporación de herramientas digitales puede favorecer la participación de las personas que acceden a dispositivos, a conexión y tienen habilidades digitales, aprovechando también las posibilidades de participación remota y asincrónica, superando así barreras territoriales, limitaciones de desplazamientos, dificultades de horarios, entre otras.

Podemos compartir la mirada acerca de la cantidad de espacios de participación que nos abre el mundo digital. Sin embargo, también podemos reflexionar acerca de las desigualdades que genera en las posibilidades de incidir efectivamente. Comprender estas desigualdades puede ayudarnos a encontrar herramientas para fomentar la participación de esas voces que no están siendo consideradas.

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