Capital cultural
¿La información, el arte, los conocimientos y la cultura de mi región, son accesibles y están a disposición de todas las personas? ¿Cuánto influye el fortalecimiento del capital cultural en la posibilidad de ejercer ciudadanía?
En la Estrategia de Ciudadanía Digital se define capital cultural como las actitudes, conocimientos y habilidades que permitan el acceso, la representación y la producción de diversas formas culturales.
El capital hace referencia a las reservas de símbolos, ideas, narrativas, imágenes y valores que toda comunidad humana posee (Yúdice, 2002). Así se observan las manifestaciones culturales concretas como modos de simbolización, es decir, de intercambios de significados y sentidos al interior de una comunidad (Geertz, 1994),
Como otra mirada encontramos el aporte de Pierre Bourdieu, quien señala que el capital cultural comprende todas las características, actitudes, cualidades y conocimientos que garantizan el que una persona pueda ser considerada como “culta” (Bourdieu, 2011). El capital cultural consiste en la transmisión y acumulación de experiencias, valores, saberes y actitudes, seguidos por la posesión de bienes culturales tangibles tales como libros, pinturas, esculturas, etc.; y finalmente en una constancia avalada por instituciones legitimadoras, en la forma de un reconocimiento institucional al capital cultural poseído por cierto agente, el diploma escolar permite además comparar a sus titulares e incluso “intercambiarlos” (sustituyendo los unos por los otros en la sucesión); permite también establecer tasas de convertibilidad entre el capital cultural y el capital económico, garantizando el valor en dinero de un determinado capital cultural. (Bourdieu, 2011).
Más allá de los aportes de las distintas conceptualizaciones que sobre el término capital cultural existen, interesa reconocer las diferencias que se constatan entre poblaciones en relación a sus posibilidades de acceso y producción de bienes culturales en general y cómo estas desigualdades impactan en los modos de percibir el mundo y por lo tanto desempeñarse en el entorno digital.
En América Latina las desigualdades se reflejan también en relación a la cultura y a los medios tradicionales. La fragmentación se expresa en el desigual capital cultural de la población. El capital cultural es una manera de posicionarse frente al mundo, permite mirar de otra forma la realidad y pensar el lugar que se ocupa en ella. (Morduchowicz, 2003) Cuanto más sólido es el capital cultural de las personas, en mejores condiciones están para encontrar significaciones plurales en los discursos, textos e informaciones que circulan en Internet y que tanto influyen en su percepción y comprensión del mundo. Por ello, uno de los mayores desafíos en América Latina es fortalecer el capital cultural de las personas como condición fundamental para que puedan hacer un uso reflexivo y creativo de la tecnología y ejercer ciudadanía. (Morduchowicz, 2018)
Un capital cultural sólido supone que las personas tengan acceso a la multiplicidad de bienes culturales disponibles en la sociedad: cines, museos, teatros, centros barriales, culturales, recitales de música, clubes deportivos, bibliotecas, exposiciones, etc. Acceso como personas espectadoras y productoras en espacios culturales de la más diversa índole. Acceso a la riqueza que genera el ser parte de las diversas manifestaciones culturales de la sociedad.
Entendemos por diversidad cultural a la multiplicidad de formas en que se manifiestan las culturas de los grupos y sociedades. Estas expresiones se transmiten dentro de los grupos y sociedades y también entre ellos. La diversidad cultural se manifiesta no sólo a través de las diversas formas en las que se expresa el patrimonio cultural de la humanidad, enriquecido y transmitido gracias a una variedad de expresiones culturales, sino también a través de los distintos modos de creación artística, producción, distribución, difusión y disfrute, cualquiera que sea el medio y la tecnología utilizados.
Actualmente, en América Latina sólo una minoría puede disfrutar de esta diversidad de bienes culturales. Por ello, una dimensión importante para la construcción de la ciudadanía digital es fortalecer el capital cultural que, como dijimos, les permita a las personas estar en mejores condiciones para interpretar las informaciones y discursos que circulan en los medios de comunicación e Internet. Un capital cultural sólido promoverá que las personas ejerzan una ciudadanía digital plena. Solo así se logrará una verdadera apropiación de la ciudadanía digital, incorporada naturalmente en la vida diaria.
Paula Sibilia pone en cuestión la misma idea de capital a la hora de referirse a la cultura de una sociedad. Ella se pregunta acerca del porqué naturalizamos el término capital para hablar del acceso a la cultura y reflexiona sobre la probabilidad de que se relacione con el momento en que el Estado empieza a perder fuerza como institución organizadora de la sociedad y la dinámica del mercado se generaliza, entonces cada uno es empresario de sí mismo y cada uno administra sus capitales sean económicos, sociales o culturales. Sin embargo, nos dice, las palabras tienen su peso y el hecho de que hayamos naturalizado la lógica del mercado al hablar de estas cosas le parece sintomática. Del mismo modo, solemos hablar de consumos culturales. O sea, todo un lenguaje que se instaló en el último tiempo y no es por casualidad que cada vez necesitemos más mercaderías para tener acceso a estas cosas. Nos advierte sobre la necesidad de manejar con cierto cuidado estas palabras de modo ingenuo. Estamos hablando de una sociedad que se piensa a sí misma como un mercado y que por lo tanto nos pensamos como consumidores de productos de todo tipo, así como compramos mercaderías en el supermercado también compramos películas, videos, acceso a la educación. Le hemos puesto precio a todo y quizás haya que cuestionarlo.
Para Ellen Helsper también habría que repensar el concepto de capital cultural, en la medida que remite a un cierto ranking, personas que tienen más capital y otras que tienen menos. En sus trabajos ella prefiere hablar de recursos, porque diferentes tipos de personas pueden tener diferentes tipos de recursos que los llevan a tener una posición de respeto, de reconocimiento de la sociedad en que viven. Es decir, se aprecia de diferentes formas ser expuestas a esos diferentes recursos y experiencias.
Marta Peirano, por su parte, define al capital cultural de un país como el fondo común que incluye el lenguaje y los lugares comunes. Es la capacidad de compartir una realidad y poder debatirla. La falta de capital cultural impone regímenes de polarización y una incapacidad de comunicarse, lo cual pone en peligro la democracia, la capacidad de tomar decisiones de forma colectiva que beneficie a todas las personas.
Al analizar la construcción de ciudadanía desde la perspectiva del capital cultural y más allá de la terminología utilizada, hay acuerdos sobre cuán importantes son las diferencias en cuanto al bagaje de recursos, consumos, producciones y experiencias que hacen las personas cuando transitan e interactúan en los entornos digitales.