Carlos Rodríguez Pintos
Perfil
Sillón Julio Herrera y Reissig
Entre 1927 y 1937 fijó su residencia en París, donde se puso en contacto con importantes poetas europeos. Ha dejado los libros La casa junto al mar (1918), El sol, el mar y yo (1922), Distancias: poemas de soledad (1932), Suicidio (1932), Columbarium (1936), Distancias y un Poema en el Océano (1937), Canto a la gloria del cielo de América (1942), Memoria Funeral del Héroe y Tres sonetos a una lágrima (1955), Tres elegías a la ciudad de los ahorcados (1967), Un banco celeste en un verde jardín (1974), etc.
Hombre de cultura vasta, refinada, exquisita, según testimonio unánime de quienes le conocieron y según trasunta su propia obra. Realizó estudios de arte en La Plata, Argentina, y durante diez años (1927-1937) en la Sorbonne y en la Escuela del museo del Louvre. Estuvo en París en esos años clave de la entreguerras, que fueron los últimos de esa ciudad como capital cultural de Occidente.
Cultivó una poesía de exigente cuidado formal; rica y suntuosa de imágenes; buscadora de los valores plásticos y musicales de la palabra; con un tipo de elaboración simbólica que, a veces, se asemeja al de Góngora; desveladamente atenta a la perfección. De su obra vasta y hasta excesiva se necesita una antología: es uno de nuestros poetas menos leídos, lo que es una injusticia para con su poesía y una daño para nuestra cultura. En esa obra resplandecen, como joya exacta, las veinte octavas reales del Canto de amor, 1946.
[Tomado de: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/rodriguez-pintos-carlos y de Graciela Loedel Mántaras y Jorge Arbeleche. Panorama de la Literatura Uruguaya (entre 1915 y 1945). Academia Nacional de Letras, 1995]