Conmemoración del Premio Día Nacional del Libro 2010

En 2010 la Academia Nacional de Letras decidió otorgar el premio anual al diseñador gráfico Carlos Palleiro.
Presentación de Carlos Palleiro
por Gabriel Peluffo
Agradezco a las autoridades de nuestra Academia Nacional de Letras haberme encomendado la grata tarea de presentar, muy brevemente, a este lúcido y lúdico gladiador del arte gráfico, que es Carlos Palleiro.
Un uruguayo mexicano, latinoamericano, motivador de generosas amistades y del reconocimiento profundo a su trabajo tanto en Uruguay como en el extranjero; pero, sobre todo, creador en buena medida de lo que fue la poética visual de la gráfica editorial uruguaya en los aún candentes años sesenta y setenta del pasado siglo.
Palleiro dejó Uruguay en 1976, expulsado por el clima amenazante de la dictadura. Sus primeras experiencias de diseño gráfico comienzan once años antes, en lo que podríamos llamar, valga la redundancia, la campaña de Campaña. Porque Carlos comenzó como colaborador de José María Campaña, encargado de la campaña política del Partido Comunista. Allí encuentra un núcleo de artistas provenientes de diversas formaciones en el campo de la imagen, que convergen hacia un debate de ideas en torno a las nuevas estrategias del diseño gráfico, alentados por el formidable potencial creativo y receptivo de las clases medias urbanas, por el crecimiento de la industria editorial en todos los frentes y, en definitiva, por las urgentes necesidades de comunicación social generadas en el contexto cultural y político de la época.
En ese grupo tallaban figuras como Manuel Espínola Gómez, ingenioso hidalgo que aparte de su labor como pintor, experimentó con el cartel cultural, con el afiche político, con la ingeniería urbana de arquitecturas efímeras para actos partidarios; Pacho Ayax Barnes, amigo y maestro de Palleiro; Jorge Carrozzino (para quien Palleiro diseñará un cartel dedicado a su exposición póstuma, en 1992); el inefable ilustrador Carlos Pieri; Leonilda González, la personificación institucional del Club de Grabado, y también aquel bohemio modelador de sueños que fue Armando González, Gonzalito. Me olvido de muchos, pero no quiero dejar de evocar al finísimo dibujante Luis Pollini y sus trasnoches de periodista a pie de máquina en la calle Justicia; así como a los artistas Luis Arbondo, Eugenio Darnet, Anhelo Hernández, que junto a otros ya nombrados constituían, en 1971, un equipo con sede en el local de Plaza Zabala donde estuvo la legendaria imprenta AS, temprana emprendedora de la inventiva gráfica uruguaya.
Quiero decir con esto que Palleiro se nutrió naturalmente de ese terreno propicio para la germinación vigorosa de su trazo. Él es también uno de los hijos de aquel clima “sesentista” poblado de optimismos y de urgencias que en el arte aunaba elementos aparentemente paradójicos, como eran, por un lado, el tono algo introvertido y escéptico, velado por un existencialismo de café, que acompañó a la pintura llamada “informalista” y a los cultivadores del “monstruismo” desde principios de los años sesenta, y, por otro, la pronta asimilación de nuevas aperturas hacia inesperadas formas de realismo, detrás de las que palpitaba no solamente el legado político del arte moderno, sino el espíritu crítico y renovador de una juventud jouissant, encandilada, seducida por los Beatles y el por art, que se enfrentaba también a la Guerra de Viet Nam, a la muerte de Guevara y a una costosa utopía latinoamericanista.
Desde sus primeros trabajos Palleiro rinde cuentas, en su propio estilo, de ese doble sentido de la imagen. Contenida y lírica; pero al mismo tiempo con humor transgresor, vociferante. Por un lado blindada, aguerrida, y por otro alegremente vital, provista de un candor que no es ingenuidad. Algo que reconocerá más tarde su amigo mexicano Alejandro Magallanes al decir: “Carlos combina el pesimismo y la ternura, el humor negro y la alegría, igual que Mafalda”.
Sus carátulas para libros de editoras uruguayas como Arca, Banda Oriental, Calicanto, sus tapas para editoriales discográficas como Clave, Orfeo, Sondor, entre otras, y su selecto afichismo político del que no se puede dejar de recordar el escandaloso retrato sicodélico de Lenin, contribuyeron decisivamente a la configuración de un estilo en la gráfica editorial uruguaya, estilo que aprendimos a incorporar como carácter definitorio de nuestro paisaje visual, relacionado con las industrias culturales al despuntar los años setenta.
El portentoso universo imaginario de Palleiro, se prolonga y madura cabalmente en los trabajos que realiza en México, donde extiende sus don de colorista hasta el barroco radical (y tropical) que florece, por ejemplo, en las portadas para las obras completas de Alejo Carpentier, editadas por Siglo
XXI. Pero no solamente ejerció como portadista para muchísimas editoriales con sede en ese país, entre ellas algunas tan prestigiosas como Fondo de Cultura Económica y Siglo XXI -más tarde también lo hará para Planeta y Alfaguara/Aguilar, entre otras-, sino que fue cartelista de las Jornadas de la Cultura Uruguaya en el Exilio y del Teatro El Galpón hasta 1984, para situarse como uno de los más relevantes comunicadores visuales de esa trama compleja que fue la cultura de la diáspora uruguaya durante más de una década.
Más allá de la avidez experimental desarrollada como artista, que le lleva a transitar desde las técnicas meramente manuales hasta la imagen digital, pasando por la química fotográfica, quisiera destacar ahora un aspecto que me parece más esencial, y es la persistencia obstinada a lo largo de su trayectoria de una actitud analítica y conceptual aplicada al diseño gráfico. En México se ha reflexionado en torno al aparente dualismo entre Palleiro ilustrador y Palleiro diseñador. Pero más que proseguir esas disquisiciones, prefiero hablar aquí de Carlos Palleiro como intérprete gráfico. Es esta capacidad de síntesis para definir la idea a través de una relación precisa entre texto e imagen introduciendo reflexiones y preguntas, la clave del Palleiro intérprete de la realidad de su tiempo. Si es, y nadie puede negarlo, un creador de imágenes políticas, es además, y sobre todo, un vidente de la política de las imágenes, es decir, del poder significante y estratégico que ellas adquieren al convertirse en signos portadores de ideas.
Y como él es un consecuente labrador de las ideas, sus imágenes tienen en común no sólo la matizada fuerza del estilo formal, sino, esencialmente, el persuasivo trasfondo ético que las une y que parece otorgar inextinguible vigencia a las metáforas humanistas de la modernidad que alimentaron también el dibujo checo, el afichismo polaco, y el cartel cubano a fines de los años setenta.
Palleiro ha demostrado ser, desde su lugar como intérprete gráfico, un inteligente surtidor de ideas y un fino zurcidor de tiempos históricos.
Por lo demás, de su lugar como surtidor y zurcidor de afectos nos habla de manera elocuente esta nutrida concurrencia de entrañables amigos que él ha sido capaz de convocar hoy, cuando la Academia Nacional de Letras ha dispuesto distinguirlo por su aporte al libro, más allá de fronteras nacionales.
TESTIMONIO CARLOS PALLEIRO
Señores de la Academia Nacional de Letras de Uruguay,
Muchas gracias por la distinción, honor y compromiso que conlleva recibir este reconocimiento por mi contribución a la difusión del libro.
Amigas y amigos, señoras y señores:
Hoy, 26 de mayo de 2010, Día Nacional del Libro, agradezco su presencia por estar conmigo para que seamos copartícipes del premio con que me distinguen.
Quiero dedicarle este premio a Anhelo Hernández, notable amigo, notable ser humano, maestro de maestros.
Quiero contarles algunos recuerdos sobre él que se acumularon durante 48 años. En aquella época Anhelo no era el Gran Anhelo, era el papá de Moriana.
Un día de 1966, en plena campaña electoral, Anhelo apareció en el taller de propaganda de la calle Justicia, blandiendo su compás áureo: Instrumento mágico y misterioso. Ni idea de qué era eso y menos de los pases raros que Anhelo hacía con él. Ese día me dije que yo tenía que tener un compás como ése. Dos años después hice realidad ese sueño, y de ahí en adelante, el compás y la sección áurea me acompañan en toda mi actividad plástica y docente.
Otro recuerdo, más cercano, de hace dos o tres años, cuando lo visité para mostrarle mis bichos de Animalerías, y él a su vez me mostró lo que estaba haciendo con técnicas digitales:
¿Anhelo, El Maestro, con técnicas digitales? Dibujaba con una tableta digital e imprimía sus grabados en gran tamaño. Le pregunto: Che, Anhelo ¿pero eso, sigue siendo un objeto artístico? Y me contestó. Dejate de joder, todo se vale. Y me dejó pasmado y tranquilo.
Le dije entonces: Gracias, y le digo ahora, gracias Anhelo.
Quien me introdujo en este mundo maravilloso de los libros y de lo editorial fue Beto Oreggioni, notable editor, gran ser humano y gran amigo. Hacer las portadas de Arca Editorial fue tremendo paquete que yo, en esa época, no era consciente de lo que significaba para la cultura uruguaya; era un joven irreverente y desfachatado, eso sí, muy entusiasta. Bajo la dirección de Beto hicimos muchas cosas, creo que buenas. Gracias Padrino.
Ustedes disculpen, pero tengo que seguir nombrando gente culpables que yo hoy esté ante ustedes aburriéndolos con tantos recuerdos. Espero que este discurso no sea un pase de lista:
No lo vieron a Molina que no pisa más el bar.
Mis maestros: Primero José María Campaña, El canario.
Che, Campaña, yo quiero ser afichista, le dije. Entonces año 64-65, me puso una ramita con un limón, y dale a dibujar. Yo me preguntaba qué tendrá que ver ese limón con ser afichista como el Pacho Barnes, Carlos Pieri, Menchi Sábat, Cholo Loureiro, Antonio Pezzino, el equipo AS o como el mismo Carrozzino, mis dioses. Pero perseveré. En el taller de Justicia, lo mismo barría, que dibujaba o ayudaba con los diseños de otro grande, Rímer Cardillo.
Campaña me presentó con Barnes para que siguiera mi aprendizaje. Aprendí todo lo que fui capaz. Él con una generosidad y paciencia enormes, me condujo por los caminos del buen diseño.
El Pacho me relevó el magenta y su maridaje con el naranja, también la relación incestuosa que mantenían el verde azul con el azul cian (creo que aún son pareja). Con Barnes había que dibujar en serio pero siempre con mucho humor. Pero más que nada, había que pensar. Desde que empecé con esto, que antes no se llamaba Diseño gráfico, lo más importante, lo que definía todo, era y es la idea, las ideas y las palabras. Y, el rigor y el compromiso.
De ahí en adelante muchos proyectos, y la campaña del 71.
En 1976 ya en el exilio, en Buenos Aires, mi familia y yo, nos fuimos a México como refugiados de la ONU. Él con Beatríz Doumerc y sus hijos partieron para Brescia, Italia, después que la triple AAA los amenazara por haber ganado el Premio Casa de las Américas en Cuba.
No puedo dejar de mencionar que estuve tiempo como aprendiz del Vasco Aizaguer, viejo propagandista, haciendo pintadas profesionales en los muros de Montevideo. Y tampoco puedo olvidarme de Ema Massera quien me enseñó, un domingo de junio de 1962, en Canelones 1435, lo más elemental de las letras: con un rectángulo de tres cuadrados de base por cinco de alto, se pueden hacer todas las letras, todos los números y todos los símbolos. Con eso escribí: FAE, Frente de Avanzada Estudiantil del Liceo Nocturo 1, glorioso.
Tres por cinco, fácil como una milonga o un cielito o la vida. Las letras y luego las palabras, y las palabras son ideas, y son canciones y son libros.
Hago libros, portadas de libros e interiores de libros. El diseño editorial es una rama interminable del diseño gráfico. Cuando pensamos en diseño editorial, pensamos en comunicación, en medios que usamos para imprimir y llevar noticias, ideas, verdades, mentiras, propaganda, publicidad, conocimientos, ciencia, descubrimientos, esperanzas, poesía, sentimientos, emociones, color, dibujos, fotos, grabados, ilustraciones, recetas culinarias, chistes, caricaturas, humor.
Nos llegan diarios, periódicos, folletos, libros, que nos hacen pensar, soñar, divagar, sentir, emocionar, enojar, disgustar, gustar, reír, gozar. Pero que siempre nos alcanzan una herramienta para estar con nosotros mismos.
Libros hay para todos los gustos y de todo tipo:
Novelas, cuentos, ensayos, libros de divulgación, de superación personal, de poesía, de arte, de fotos, de arquitectura, libros para niños, libros de diseño, de ciencias, de ciencia política, de ciencias sociales, de matemáticas, de física, de química, diccionarios, cancioneros, libros de filosofía, de sicología, de historia, de ciencia ficción, de ecología, de astrología, de astronomía, de ciencias ocultas, de música, de parasicología, de humor, de religión, de agricultura, de cocina tailandesa. ¿De qué no hay libros?
Libros hay de todos los tamaños tanto de medidas como de cantidad de páginas: cuadrados, verticales, apaisados, chicos, grandes, muy grandes, gordos, flacos, finitos, gruesos, viejos, muy viejos, nuevos, pesados, insoportables, livianos, rojos, negros, amarillos, magentas, naranjas, azules, verdes, grises.
En fin, hay libros de todos los temas, de todos los tamaños, de todas las edades, de todos los colores.
Entonces ante esta vastedad ¿cómo diseñar un libro?
Los diseñadores nos enfrentamos a un sinfín de posibilidades sobre las que tenemos que decidir y diseñar.
Quién nos pide el trabajo, qué editorial, de qué es el libro, para qué, para quién, el tiraje, intenciones, colección, tipo de papel, tamaño, cantidad de páginas, autor, si lo conocemos, qué escribe, qué ha publicado, si vive, etcétera.
El tamaño: En general se trata de diseñar de acuerdo a los formatos de papeles de plaza para que no haya desperdicio. Luego definir si es vertical, apaisado, cuadrado, tener en cuenta la cantidad de páginas, porque si es poco texto y elegimos un tamaño grande, el libro va a quedar finito, y si es al revés, quedará un ladrillo. Para eso se hace un domi que se ve con el editor.
La caja tipográfica: medianiles iguales o áureos, el famoso diseño de Leonardo de 1 cabeza, 2 boca, 3 pie y 4 lomo, de acuerdo a las manecillas del reloj o al revés. La caja centrada, cargada a la izquierda o a la derecha, hacia arriba o hacia abajo, áurea, a tercios, una columna, dos o tres, parejas o desparejas. Diseño en espejo non y par o iguales.
Los tipos: con patín o serif, de palo seco, clásica, nueva, ver el rendimiento o escape. Dicen más legible con patín. ¿será? Depende de muchos factores: el ojo de la letra, el ancho de la línea, la interlinea, etcétera. Luego definir el cuerpo del texto, la interlínea, ínter párrafos en general, no. Notas al pie o al final del capítulo o del libro. Sangría, bandos, párrafo francés, citas, comillas, uso de negritas y cursivas. El texto alineado a la izquierda sin cortar palabra o justificado con corte de palabra. Títulos centrados o a la izquierda, descolgados de títulos y de texto, capítulos siempre en non o adonde caiga. El orden del libro: 2 blancas de cortesía o 1 falsa, 2 blanca, 2 portadilla, 4 legal, 5 índice o dedicatoria e índice al final, viudas, huérfanas, colitas, etcétera.
Folios: a la izquierda o derecha, arriba, abajo, al centro o por ahí o en un lugar áureo, grande chico, del mismo tipo que el texto o no, con garigoleos, positivo o negativo, con color o sin folio. Con cornisa o sin corni
Acápite: Porque ese cielo azul que todos vemos
ni es cielo ni es azul; ¿y es menos grande, por no ser realidad, tanta belleza?
Bartolomé Leonardo de Argensola
(La versión del tango “Maquillaje” de los hermanos Spósito, dice: “Porque ese cielo azul que todos vemos/ni es cielo ni es azul; lástima grande,/que no sea verdad, tanta belleza. Lupercio Leonardo de Argensola”, que yo escuché por primera vez en un disco de Piazzolla que me vendió Jorge Varlota -Mario Levrero-en su librería de la calle soriano. Adriana Varela repite esa versión errónea).
Una vez definido eso y algunas cosas más, entonces diseñamos página por página. El libro es puro detalle.
Cuando diseñamos, elegimos, optamos.
El diseñador es un hacedor de cultura. No es un espectador frío y distante, sino un revulsivo de cambio de la realidad que le tocó vivir, es parte de esa realidad, un ser humano que toma partido por las cosas, que opina, que tiene convicciones, preferencias, gustos, afinidades. Siempre se toma partido, incluso cuando no se toma partido estamos opinando. Dijo Carlos Chasalle: “Yo tomo partido incluso cuando se discute la dirección del viento”.
A veces ese compromiso significa tomar partido por el buen diseño, por los buenos dibujos, por la buena tipografía, por la calidad, por lo estético y lo ético.
En los últimos tiempos al diseño gráfico le han llegado tendencias reduccionistas, facilongas, globalizantes, lights, sin contenido, sin compromiso. Ese diseño desmoviliza, pervierte, porque se pierden las identidades nacionales y regionales.
Lo valioso de lo nacional es su particularidad en su universalidad, no en lo global.
Están transformando a las editoriales en negocios que den mucho dinero. El negocio por encima de todo. La mercadotecnia es diosa. Lo nuevo, lo distinto, lo intuitivo, lo creativo, el arte, no cuentan. Una amiga me decía: “Las editoriales de nuevo tipo, han exiliado a la inteligencia y al arte”.
Para diseñar es fundamental la pasión, el amor. Querer con alma y vida lo que uno hace. Amar locamente lo que se dibuja, lo que se diseña, como se ama a una mujer.
Entonces la pasión y también el humor. No hay mejor arma que el humor, la gracia, la ironía, el chiste gráfico. Yo exijo en un diseño gráfico, como mínimo un chistecito, algo que me mueva a sonreír.
Pasión, humor y concepto. Sin ideas no hay diseño.
Parafraseando a Eduardo Galeano, hablando de fútbol: “Yo voy por las canchas mendigando una buena jugada”.
Yo voy por las librerías, por las calles, mendigando una buena idea, mínimo, una idea.
Pasión, humor, idea y compromiso. Es necesario diseñar comprometiéndose con la vida, con uno mismo, con la lucha por las mejores causas de la humanidad, con el propio diseño, para llenar de esperanza y alegría la existencia. Por eso soy partidario del diseño de autor, del diseño de opinión.
Como canta Atahualpa Yupanqui en “El payador perseguido”:
...Si uno pulsa la guitarra
Pa' cantar coplas de amor,
De potros, de domadores,
De la sierra y las estrellas,
Dicen que cosa más bella,
Si canta que es un primor.
Pero si uno como Fierro,
Por ahí, se larga opinando,
El pobre se va acercando
con las orejas alertas,
y el rico vicha la puerta
y se aleja reculando.
Defiendo ese diseño gráfico opinador, porque creo que es el único que contribuye a la liberación y la felicidad del ser humano.
Y como decía Wimpi:
Si algo te pasa que sea para bien.