Día Mundial del Cerebro | 22/7

Cerebro, cuerpo y entorno: una mirada integral sobre la salud cerebral

En el marco del Día Mundial del Cerebro, el Instituto Clemente Estable y la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (INDDHH) organizaron una jornada conjunta centrada en la salud cerebral como un derecho humano fundamental.
Día Mundial del Cerebro

A través de un enfoque interdisciplinario, el evento propuso reflexionar sobre cómo la alimentación, el movimiento, los vínculos y el entorno influyen en la salud mental y cognitiva a lo largo de la vida.

La apertura estuvo a cargo de Carmen Rodríguez Núñez, presidenta de la INDDHH, que celebró la alianza con el Instituto Clemente Estable para llevar adelante esta instancia. En su intervención, recordó que el artículo 19 de la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos de las Personas Mayores reconoce el derecho a la salud física y mental sin discriminación, y establece la obligación de los Estados de garantizar políticas públicas integrales que incluyan promoción, prevención, atención, rehabilitación y cuidados paliativos. Subrayó también la importancia de abordar el envejecimiento desde un enfoque de derechos.

En representación del Instituto Clemente Estable, la doctora Silvia Olivera ofreció una presentación sobre el cerebro y su funcionamiento, en la que combinó información científica con imágenes y analogías para facilitar su comprensión. «Este órgano, que pesa poco más de un kilo, consume el 20% del oxígeno de nuestro cuerpo», señaló, y explicó que su alta demanda energética se debe a la complejidad de sus funciones: desde controlar el movimiento, el pensamiento y las emociones, hasta permitir el aprendizaje, la memoria y la toma de decisiones. También destacó que el cerebro humano contiene unos 86 mil millones de neuronas, cada una con miles de conexiones, y cuenta con una extensa red de vasos sanguíneos y fibras nerviosas que hacen posible su funcionamiento.

Durante su exposición, (descargar presentación) Olivera repasó los conceptos actuales de salud cerebral y salud mental, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Señaló que la salud cerebral no depende solamente de la ausencia de enfermedad, sino del desarrollo del máximo potencial cognitivo, sensorial, socioemocional, conductual y motor de cada persona, en cualquier etapa de la vida. En ese sentido, presentó los pilares que la investigación científica identifica como protectores del cerebro: mantener vínculos sociales, desafiar las capacidades cognitivas, manejar el estrés, realizar ejercicio físico, dormir bien y alimentarse de forma saludable. También explicó que muchos de estos factores están interconectados, y que pequeñas acciones sostenidas pueden tener un gran impacto en la salud mental y neurológica.

Uno de los temas centrales de la jornada fue la alimentación como herramienta neuroprotectora dada la influencia del eje intestino-cerebro en la calidad de la función cerebral. Olivera compartió avances de la Red Latinoamericana de Neuroprotección y Nutrigenómica, en la que participan instituciones de Uruguay, Chile, México, Argentina y Brasil entre otros países de la región. Recientemente, la red publicó un libro, resultado de un proyecto que busca identificar compuestos naturales presentes en alimentos regionales que tengan efectos beneficiosos sobre el cerebro, y desarrollarlos para su incorporación a la dieta cotidiana. El trabajo incluye el uso de técnicas de nanotecnología para vehiculizar esos compuestos, por ejemplo en productos como pan, yogur o agua. «La salud cerebral también se construye desde la mesa», afirmó, y remarcó la importancia de generar conocimiento adaptado a las realidades sociales y nutricionales de América Latina.

Para terminar, Olivera abordó los desafíos actuales en salud cerebral desde una perspectiva amplia. Señaló que el envejecimiento de la población está vinculado al aumento sostenido de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y otras formas de demencia, y que América Latina experimenta estas tendencias con una velocidad incluso mayor que otras regiones del mundo. 

Además, compartió datos acerca de a cuántas personas afectan a nivel global las enfermedades vinculadas a trastornos neurológicos y de salud mental: una de cada cuatro personas en el mundo. Recordó que muchos de estos problemas comienzan durante la infancia y la adolescencia, por lo que abogó por una mirada que integre el cuidado del cerebro en todas las etapas del ciclo vital. «Tenemos el privilegio de vivir más. Ahora el desafío es vivir mejor», afirmó.

Cómo la alimentación puede proteger nuestra salud cerebral

En esta línea, participó también el licenciado Diego Querzé, Jefe de Nutrición de la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia (Fleni) de Argentina) y referente en neuronutrición y en la adaptación local de la dieta realizada en el programa internacional FINGER (Estudio Finlandés de Intervención Geriátrica para Prevenir el Deterioro Cognitivo y la Discapacidad), una estrategia multidimensional que se realiza en numerosos países para la prevención del deterioro cognitivo que incluye cambios en la dieta, actividad física, estimulación cognitiva y control de factores de riesgo vascular. 

Querzé compartió su experiencia en la aplicación de estos enfoques tanto en pacientes como en personas sanas, y enfatizó que la intervención temprana y accesible es clave para preservar la salud mental. 

Explicó que la neuronutrición, que vincula la nutrición con la salud cerebral, a través de un enfoque integral y accesible, investiga cómo ciertos hábitos alimentarios pueden proteger el funcionamiento cerebral e influir en la prevención de enfermedades neurodegenerativas. Destacó tres de sus pilares fundamentales: la calidad de los nutrientes, el patrón de dieta personalizado y el comportamiento alimentario en su contexto. Recalcó la importancia de una alimentación basada en evidencia científica, como las dietas mediterránea y MIND —que combina elementos de las dietas mediterránea y DASH (Enfoques Dietéticos para Detener la Hipertensión)—, así como no seguir modas restrictivas sin respaldo.

Algunas de sus recomendaciones: consumo regular de vegetales de hoja verde, frutos rojos, frutos secos, pescados azules, cereales integrales y aceite de oliva, así como la moderación en carnes rojas, productos procesados, grasas saturadas y azúcares. Estas prácticas ayudan a reducir la neuroinflamación, mejorar la neuroplasticidad y proteger el metabolismo cerebral.

En conclusión, alimentarnos bien no solo impacta en nuestro cuerpo, sino también en cómo envejece y funciona nuestro cerebro. Con pequeños cambios en la dieta diaria, podemos contribuir activamente a preservar nuestra salud cognitiva.

A la dieta equilibrada debe agregarse la actividad física: ambas, además de permitir que nos mantengamos en forma de acuerdo a cada edad, también hacen que aumente la neuroplasticidad y mejoran la circulación sanguínea. Por último, mencionó la importancia de un sueño de calidad, que incide en la reparación celular y el rendimiento cognitivo.

«Hay una relación intestino-cerebro: si tengo equilibrio nutricional, produzco buen combustible para el cerebro. Mantener una microbiota saludable, un microbioma saludable, ayuda a evitar las enfermedades neurodegenerativas.»

Cerebro y cuerpo: una alianza vital para la salud integral

En su intervención, el doctor Ángel Caputi, médico neurólogo, docente, investigador nivel III del Sistema Nacional de Investigadores y exjefe del Departamento de Neurociencias Integrativas y Computacionales del Instituto Clemente Estable, ofreció una mirada profunda y amena sobre la relación entre el cerebro, el cuerpo y el entorno, destacando que la salud mental no puede pensarse de forma aislada, sino como parte de un todo: físico, psíquico, social y ambiental.

A través de referencias científicas y ejemplos cotidianos, Caputi subrayó que el funcionamiento del cerebro está fuertemente influido por el estilo de vida. Una dieta equilibrada, actividad física regular, estimulación cognitiva, vínculos afectivos sólidos y un ambiente saludable pueden mitigar factores genéticos y retrasar o incluso evitar la aparición de enfermedades neurodegenerativas.

Los mensajes que el neurólogo destacó fueron los siguientes:

  • El cerebro al servicio del cuerpo: lejos de ser un ente aislado, el cerebro actúa en coordinación con el resto del organismo. Sin visión, audición, movilidad o interacción social, su función se ve limitada.
  • La historia personal importa: a través de un estudio realizado con monjas en Estados Unidos, mostró cómo la riqueza del lenguaje y la complejidad emocional en la juventud pueden predecir el estado cognitivo en la vejez.
  • La genética no es destino: factores genéticos como la apolipoproteína E4 aumentan el riesgo de Alzheimer, pero su expresión depende en gran medida del entorno y el estilo de vida.
  • Factores de riesgo modificables: hipertensión, diabetes, obesidad y tabaquismo multiplican el riesgo de deterioro cognitivo. Son condiciones prevenibles con acciones concretas.

Sugirió que un estilo de vida saludable debe incluir: 

  • Actividad física diaria (mínimo 150 minutos semanales)
  • Estimulación cognitiva regular
  • Participación social y vínculos afectivos
  • Actividades cotidianas como caminar, bailar, arreglar objetos, escribir un diario o jugar a las cartas son herramientas poderosas para cuidar el cerebro.
  • Evitar la pasividad y el aislamiento digital: la sobreexposición a pantallas, redes sociales o televisión empobrecen la estimulación mental y favorecen el retraimiento, especialmente en personas mayores.
  • El ambiente también importa: contaminantes industriales presentes en objetos cotidianos pueden tener efectos adversos sobre la salud cerebral. Cuidar el ambiente es parte del derecho a la salud.

Caputi cerró con una reflexión: «La salud mental no existe sola. Existe la salud, que es física, psíquica, social y ambiental. Y en todos esos niveles, tenemos responsabilidad y posibilidad de actuar».

El Día Mundial del Cerebro, instituido en 2014 y respaldado por la OMS y la Organización Panamericana de la Salud, tuvo este año como consigna «Salud cerebral para todas las edades». Para el Instituto Clemente Estable la jornada fue una oportunidad para reafirmar el compromiso con la generación de conocimiento científico, su articulación con los derechos humanos, y la construcción de estrategias colectivas para mejorar la calidad de vida de las personas a través del cuidado del órgano más complejo del cuerpo humano.

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