Plan Nacional de Género en las Políticas Agropecuarias

4.3.2. Extensión y capacitación agropecuaria

“Me pasa muchas veces que no me llega la información y a mi madre tampoco, pero siempre a mi padre le llega la información. Es una forma en la que te están discriminando, pero sin querer, porque lo mandan al que figura como titular y vos no figurás en ningún lado, entonces nunca te llega”.

“Ayuda mucho que el asesoramiento pueda ir ayudando a cambiar esto, es un trabajo de hormiga, una persona que tenga confianza con la familia y ayudar a que, si tienen hijas, irlas metiendo en el sistema a que puedan opinar y puedan decir si quieren seguir ahí”.

“Viene un técnico, lo recibe el matrimonio, y el técnico se dirige al hombre y deja de lado la opinión de ella”.

“Cuando en la toma de decisiones están integrados los dos, no te vas rengo en la visión de la empresa y en las posibilidades de recomendaciones, incluso de ejecución”.
(Consulta ciudadana)

Un segundo elemento clave en relación a la gestión del conocimiento lo constituyen el acceso igualitario a la capacitación agropecuaria, la extensión, asistencia técnica y transferencia de tecnologías.

En relación a la capacitación agropecuaria, los antecedentes muestran que las mujeres acceden menos, así como tienen una demanda insatisfecha de formación en estas áreas (Vitelli, 2003; Florit et al., 2013). Esta necesidad también se documenta en los materiales de incidencia para los candidatos a la presidencia generados por CAF y CNFR en 2019, y en la Agenda de las Mujeres Rurales.

Esta demanda emerge claramente como una posibilidad de acercar nuevas tecnologías, innovaciones de manejo y gestión a los predios, especialmente cuando se observa que, conforme a la encuesta realizada, el 81% de las mujeres encuestadas no ha recibido formación agropecuaria en los últimos tres años (Bernheim, 2018).

La ausencia de registros de capacitaciones desagregados por sexo limita la posibilidad de caracterizar la oferta de la institucionalidad agropecuaria, aun así, los escasos insumos disponibles evidencian sesgos marcados. Los datos de DIGEGRA en relación a las capacitaciones de Uso y Manejo Seguro de Plaguicidas en 2019, señalan que solo el 12% de quienes participaron fueron mujeres, mientras que en los cursos habituales de Buenas Prácticas Agrícolas el 27% fueron mujeres. Por su parte, IPA señala que a 2020 la matriculación en educación a distancia de productores/as estaba compuesta por 76,6% de varones y 23,4% de mujeres, y a nivel de técnicos/as de 80,8% de varones y 19,2% de mujeres.

Por su parte, en el contexto del trabajo rural, la gestión del conocimiento combina aspectos de capacitación con los de extensión. Con diferencias en metodologías y concepciones, todos los sistemas orientados al intercambio de conocimientos entre equipos técnicos e integrantes de sistemas productivos suponen la identificación de ciertos conocimientos a analizar y eventualmente implementar, la meta de una mejora del sistema productivo y un conjunto de agentes que interactúan alrededor de estos conocimientos. Tanto el conocimiento específico, como la forma de revisar/incorporar el mismo y la identificación de quiénes son las partes involucradas constituyen elementos que ameritan una mirada de género.

En primer término, las diferencias en los roles y recursos de mujeres y varones en los sistemas productivos impactan en torno a qué demandas de conocimiento e innovación requieren, así como a las posibilidades de unos y otras para incorporar tecnología y nuevas medidas productivas. Al mismo tiempo, las secciones precedentes han señalado ejes de interés feminizados según las consultas ciudadanas, como por ejemplo una mayor preocupación por la relación entre producción y salud humana, y temas vinculados a la conservación de los recursos naturales. Por lo tanto, una mirada de género sobre la extensión abre la posibilidad a nuevas metodologías y a nuevas prioridades en relación a los contenidos en la capacitación agropecuaria.

Asimismo, las formas como se realizan las capacitaciones pueden suponer sesgos en la participación de mujeres y varones, por ejemplo, cuando el acceso depende de desplazamientos, los ámbitos implican horarios donde existen sobrecargas de cuidados o se desarrollan en espacios fuertemente masculinizados. De la misma manera influyen los mensajes que, sin ser el contenido específico a trabajar, transmiten a quienes participan estereotipos de género en referencia a la propiedad, roles, jerarquías y conocimientos.

Adicionalmente, la interlocución con la asistencia técnica es concebida como un espacio privilegiado para analizar y generar opinión en torno al sistema productivo, por lo tanto, un ámbito de fortalecimiento de capacidades e influyente en las decisiones. A pesar de ello, los antecedentes evidencian que existen sesgos en el acceso a la asistencia técnica. Florit et al. (2013) en un estudio sobre acceso a la asistencia técnica y la extensión rural realizado para REAF, evidenciaron que la participación de las mujeres en las instancias de discusión con extensionistas y equipos técnicos es menor a la de los varones, aspecto ratificado por Bernheim (2018) cinco años después, observando que un 47% de los predios que cuentan con asesoramiento recibieron la asistencia técnica sin la participación de las mujeres encuestadas. Además, el estudio de REAF señala que existe mayor vínculo de las mujeres con la asistencia técnica social y más aún cuando se desarrolla trabajo a nivel colectivo u organizacional.

Las consultas ciudadanas atribuyen significación a todos estos elementos, así como sesgos en el acceso como potencialidades para el empoderamiento de las mujeres al interior de los predios, a la vez que señalan que intervenciones más extensas y holísticas y miradas sociales a la ATER constituyen mejores herramientas para el trabajo en género.

Consultas ciudadanas y a funcionariado: Percepciones en torno a brechas de género en ATER y capacitación

Fuente: Elaboración propia en base a consultas ciudadanas y al funcionariado, año 2020.

Limitaciones identificadas

  • Dificultades de acceso a las capacitaciones por factores vinculados a información, económicos, de tiempo y/o por traslado.
  • Priorización de los varones como interlocutores de la ATER.
  • Escasos diálogos con las integrantes mujeres del predio.
  • Visión parcial del sistema productivo, se desconocen tareas, insumos y tiempos en la concepción del predio, ya que no son lideradas por varones.
  • Falta de formación en género de la ATER.
  • Intervenciones acotadas y sin mirada social.

Potencialidades identificadas

  • Avidez de formación agropecuaria de las mujeres.
  • Agenda de temas que complementan las visiones y necesidades del predio.
  • Desarrollo y expansión de la educación a distancia.
  • Mayor adhesión a las innovaciones de manejo.

Otro elemento a considerar en los sistemas de asistencia técnica, extensión rural y transferencia de tecnologías, es justamente quiénes realizan estas actividades a nivel técnico. Los antecedentes señalan que la presencia de técnicas promueve en mayor medida el involucramiento de las mujeres, pero, al mismo tiempo indican que existen sesgos de género en el proceso de formación de extensionistas.

Si bien a nivel educativo existe un proceso de feminización de la formación universitaria y en el medio rural las mujeres tienen más años de escolaridad que los varones, cuando se analiza la participación en carreras agrarias se pone de manifiesto que una parte de ellas siguen siendo carreras masculinizadas. Conforme a CETP-UTU (2019) las mujeres representan el 25% de quienes realizan estudios técnicos agrarios a nivel de carreras tecnológicas. En relación a la carrera de Agronomía en la Universidad de la República, las mujeres constituyen el 38,5% de las personas inscriptas en 2019 y el 28,2% de las egresadas en 2018 (UdelaR, 2020).

Por su parte, la carrera de Medicina Veterinaria se ha feminizado. Conforme a UdelaR (2020), las mujeres constituyen el 63,8% de la matrícula de ingreso y el 59,2% del egreso, para esos mismos años. No obstante, la orientación Producción Animal –orientación ligada al agro– se masculiniza, con la presencia de 56% de varones en el periodo 2012-2018 (Beguerie, 2019).

Por su parte, la caracterización realizada por la Asociación de Ingenieros Agrónomos (AIA) en 2019, muestra que las mujeres se concentran en las ocupaciones urbanas.

La masculinización de la asistencia técnica y la extensión también puede observarse a través de algunos de los registros administrativos de técnicos/as con acreditación o habilitación para la implementación de programas del MGAP, como lo muestra el Cuadro 4.5.

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Las consultas ciudadanas y al funcionariado atribuyen esta masculinización del extensionismo a estereotipos de género que existen tanto en la formación como en el proceso de inserción laboral.

Consultas ciudadanas y a funcionariado: Percepciones en torno al trabajo y formación como extensionistas agropecuarias y rurales

Fuente: Elaboración propia en base a consultas ciudadanas y al funcionariado, año 2020.

Limitaciones identificadas

  • Mensajes a las mujeres en sus etapas de formación para que opten por orientaciones feminizadas, fuera de las carreras agrarias y veterinarias o, dentro de ellas, fuera de los rubros agropecuarios.
  • Resistencia de empresas y productores/as para recibir mujeres en pasantías y para contratarlas como técnicas.
  • Criterios de selección de personal técnico en empresas que incluyen explícitamente ser varones.
  • Formas de discriminación y acoso sexual laboral a mujeres en espacios laborales.
  • Segregación laboral por maternidad en empresas e instituciones del sector agropecuario.

Potencialidades identificadas

  • Crecimiento progresivo de la matrícula de estudiantes mujeres.
  • Sectores con liderazgos femeninos a nivel de empresas y organizaciones que impulsan la inserción.
  • Existencia de referentes de género vinculadas a capacitación y extensión.
  • Disponibilidad de cursos específicos sobre género y desarrollo rural.

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