Consentimiento y su relación con la huella digital
El consentimiento es una manifestación de voluntad libre, inequívoca, específica e informada de una persona.
En la medida en que se desarrollan destrezas, habilidades cognitivas y emocionales, se adquiere mayor autonomía para tomar decisiones que involucren el consentimiento.
Dar consentimiento implica comprender qué es lo que se quiere hacer y lo que no. Requiere de un espacio seguro y las herramientas necesarias para poder comunicarlo con claridad. Toda persona tiene derecho a decir que sí, que no o, incluso, a no tenerlo claro.
Cuando se habla de consentimiento informado se entiende que, quien lo otorga tiene toda la información necesaria para comprender cabalmente la naturaleza de aquello que consiente, el alcance y el propósito de su participación, así como las eventuales consecuencias o los riesgos.
Cuando alguien solicita hacer cualquier cosa que involucre a otra persona, es importante pedir permiso, solicitar su consentimiento, escuchar y respetar su respuesta. Hay que tener en cuenta que las personas podemos cambiar de parecer de un momento a otro y esa decisión debe ser aceptada.
La importancia de escuchar y escucharnos más allá de las palabras
La comunicación va más allá de las palabras. El consentimiento se expresa también con lo que el cuerpo siente y manifiesta a través de gestos, posturas, miradas, tonos de voz. Escuchar nuestro propio cuerpo nos permite atender a nuestros sentimientos y emociones para poder pensar y luego actuar en función de ellos. Al mismo tiempo, incorporar esta práctica agudiza nuestra percepción hacia lo que expresan otras personas.
Consentimiento y asimetría de poder, un tema complejo
El consentimiento es un tema que se complejiza cuando tenemos en cuenta la existencia de dinámicas de poder en donde el desequilibrio puede afectar directamente a la persona con menos poder en su capacidad para dar consentimiento libremente. Por ejemplo, en la relación desigual entre quien tiene mayor conocimiento sobre un tema y quien no, entre diferentes cargos jerárquicos, entre personas adultas y niños, niñas o adolescentes.
También la inexperiencia, la ausencia de herramientas o habilidades para comunicar los sentimientos que se ponen en juego como la vergüenza, la timidez, el deseo, entre otros, hacen que sea difícil o no sea posible decidir y expresar libremente si consentir o no.
La importancia del consentimiento en relación al entorno digital
El consentimiento es de suma importancia en la toma de decisiones y en el relacionamiento con otras personas.
Al aceptar términos y condiciones para utilizar una aplicación o cuando confirmamos las cookies para ingresar a un sitio web, estamos dando nuestro consentimiento a una empresa u organización. Es decir que aceptamos lo que definan hacer con nuestra información. Por ejemplo, entre una plataforma y una persona la asimetría de poder se evidencia en la diferencia entre la capacidad de recolección de datos que tiene la empresa y la posibilidad que tiene la persona de leer, comprender y dimensionar las implicancias al aceptar los términos y condiciones que se le presentan, que además no siempre son claros, concretos y accesibles.
Con frecuencia, la comprensión de los términos y las condiciones presenta dificultad para las personas adultas. En este sentido, es importante considerar la complejidad a la que se enfrentan las infancias y adolescencias para dimensionar los efectos de este consentimiento.
El consentimiento en el entorno digital también está presente en la relación con otras personas. Algunos ejemplos son: pedir permiso para registrar una imagen, vídeo o audio que involucre a otra persona, solicitar su autorización para subirla y compartirla, consultar antes de etiquetar o mencionar a otra persona, preguntar antes de reenviar un mensaje o compartir un número de teléfono.
El consentimiento: un músculo a ejercitar
Es responsabilidad de las personas adultas fomentar la importancia del consentimiento en lo cotidiano y desde edades tempranas, y es más efectivo cuando se realiza desde el ejemplo y las propias acciones. Es fundamental tener presente la etapa del desarrollo del niño, niña o adolescente, su autonomía y su capacidad de dimensionar lo que está consintiendo, siempre considerando el reconocimiento de sus derechos y las responsabilidades de cuidado y protección desde el mundo adulto.