Plan Nacional de Educación Ambiental (PlaNEA) - Documento marco

Justificación y antecedentes

La problemática ambiental y sus desafíos socioeducativos

Como problemática a la que busca responder la EA, corresponde referirse al contexto de la cuestión ambiental y la realidad propia de nuestro país y continente, donde aparecen notorios dilemas en las relaciones que las sociedades establecen con su ambiente, especialmente en torno al uso de los recursos naturales.

En Uruguay, tras las cuestiones puntualmente emergentes y las respuestas dadas en el plano institucional a partir de la década del 90, se abren alternativas de país -el Uruguay Natural, el productivo, el logístico, el de la inversión, el sustentable- y aun interrogantes acerca de la vida que queremos, no resueltas ni claramente formuladas. Es ambiguo el sentido conferido en el discurso corriente al concepto de “desarrollo sustentable” o “sostenible” así como a los términos ambiente, desarrollo e incluso a “el hombre”.

Entre los problemas ambientales reconocibles en nuestro país se cuentan: perjuicios y riesgos para la salud humana y animal, pérdida de diversidad biológica, degradación de ecosistemas nativos, contaminación atmosférica, de aguas y suelos, erosión, eventos climáticos extremos y otros fenómenos de orden biofísico, como también de desarticulación social, marginalidad, inequidad, desarraigo, problemas y conflictos de uso del suelo y urbanización, concentración y extranjerización de la tierra y otros desequilibrios socioterritoriales. Más allá de sus manifestaciones locales, estos problemas están asociados al paradigma global de desarrollo y, antes, civilizatorio de “la naturaleza al servicio del hombre” que aparece profundamente cuestionado por la crisis contemporánea:

La crisis ambiental es antes que nada una crisis social y ética, provocada por el modelo de desarrollo productivo-tecnológico hegemónico, que se basa en una lógica mercantilista que aliena al ser humano de la naturaleza y desarrolla relaciones sociales asimétricas caracterizadas por una creciente inequidad, que causa conflictividades en el territorio, que promueve conductas y actitudes donde se privilegia la posesión de bienes materiales y el individualismo sobre el bien común.
(Declaración final del Tercer Encuentro Nacional de Educación Ambiental)

El desarrollo humano sustentable significa un cambio de paradigma que implica el bienestar de la sociedad en armonía con su ambiente, el bien común, la justicia, la distribución equitativa, la soberanía y la ciudadanía ambiental, de modo que las sociedades sean capaces de gestionar su medio y administrar sus bienes con racionalidad ambiental y una comprensión contextual a través de escalas territoriales sucesivas, en bien de la vida en todas sus dimensiones.

Sustentabilidad y ciudadanía, en palabras de uno de sus referentes, deben ser “un proyecto social y político, que apunta hacia el ordenamiento ecológico y la descentralización territorial de la producción, así como a la diversificación de los estilos de desarrollo y los modos de vida de las poblaciones que habitan el planeta. En ese sentido, ofrece nuevos principios a los procesos de democratización de la sociedad que inducen a la participación directa de las comunidades en la apropiación y transformación de los recursos y sistemas ambientales”
(Leff, E. (1998) Saber ambiental: sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. Siglo Veintiuno Editores. PNUMA-UNAM. México)

Una transformación de esta naturaleza involucra profundamente a la construcción y la apropiación social de cultura y conocimiento.

La racionalidad ambiental, el saber ambiental pertinente, no está en los saberes profesionales y disciplinarios preexistentes ni en su suma, como tampoco en la tradición vernácula exclusivamente. Emerge como una necesaria construcción desde todos ellos, desde la complejidad y donde la teoría y la práctica se funden y resignifican mutua e iterativamente. Como pilares de legitimación y socialización de la forma de interpretar el mundo desarrollada en la modernidad -fragmentada y reduccionista-, los sistemas académicos se enfrentan a grandes desafíos hacia la construcción de ese nuevo saber. Uno es realizar un análisis crítico permanente de las ideas y prácticas sociales y sus consecuencias socioambientales, pero el desafío mayor consiste en problematizar el propio conocimiento, su organización y sus modos de producción.

Junto con la investigación, la educación tiene el gran desafío de “contribuir a la modificación del actual modelo no sustentable de desarrollo” (ReNEA (2006). Declaración Final del Primer Encuentro Nacional de Educación Ambiental). Pero no es justo ni razonable que la responsabilidad del cambio recaiga en ella ni en los niños y jóvenes actuales, difiriéndolo para el futuro. El esfuerzo transformador educativo debe ir acompañado de cambios actuales en las prácticas.

Educación Ambiental en el Uruguay. Situación y perspectivas

El marco legal actual de la EA en Uruguay está establecido fundamentalmente en la Ley General de Educación N.º 18.437 de diciembre de 2008, que en el artículo 40 prevé su incorporación como línea transversal en cualquiera de sus modalidades y señala que “(…) tendrá como propósito que los educandos adquieran conocimientos con el fin de fomentar actitudes y comportamientos individuales y colectivos, para mejorar las relaciones entre los seres humanos y de éstos con el entorno. Procurará desarrollar habilidades para potenciar un desarrollo humano sostenible en la búsqueda de una mejora sostenida de la calidad de vida de la sociedad.”

Asimismo la Ley General de Protección del Ambiente N.º 17.283 establece en su artículo 11: “Las entidades públicas fomentarán la formación de conciencia ambiental de la comunidad a través de actividades de educación, capacitación, 
 

información y difusión tendientes a la adopción de comportamientos consistentes con la protección del ambiente y el desarrollo sostenible.”

Aunque no se dispone de un registro sistemático, es posible afirmar que nuestro país reúne un bagaje de experiencias en EA en la enseñanza formal y no formal, algunas de larga data. Estas experiencias, sin embargo, se encuentran mayormente dispersas, descoordinadas y escasas de apoyo y contexto institucional. Asimismo, se anota falta de reflexión profunda sobre prácticas que reflejan distintas concepciones de lo que es EA, sus alcances, cometidos y contenidos. Es generalmente compartido que debe ser una enseñanza práctica, vivencial y referida al entorno propio, pero aparecen sensibles diferencias en problematizar y contextualizar los problemas. Mientras la conciencia ecológica y la conservación de la naturaleza son claramente enfatizados, los aspectos sociales, económicos y políticos de la cuestión ambiental son abordados de manera más aleatoria.

Nuevamente, estas encrucijadas que se presentan no son exclusivas del Uruguay. Si se acepta que la EA apunta a un cambio cultural, de valores, actitudes y comportamientos, se deduce que ella necesariamente entra en contradicción con el mundo en que vivimos. Es totalmente comprensible la duda de cómo hacer EA en una sociedad de consumo, competitiva y orientada a la máxima explotación de los recursos naturales.

Observando los distintos tipos de ámbitos donde se desarrolla EA, cada uno con sus particularidades, puede decirse a grandes rasgos:

En todos los niveles de la educación formal existe enseñanza sobre ambiente, incluyendo desde una educación universal hasta programas, titulaciones y cursos específicos a nivel medio, terciario y universitario. Algunos subsistemas de ANEP incluyen la EA como eje transversal en sus planes curriculares, en particular Primaria, que aprobó un nuevo plan posterior a la Ley General de Educación incorporando este lineamiento. Un particular énfasis se pone en su aplicación en las escuelas rurales. Por lo general, sin embargo, al no estar la EA suficientemente definida ni establecida como prioridad, la implementación queda confiada en gran medida al emprendimiento de los docentes. Se destaca el potencial que ofrece probadamente la cobertura territorial de E. Primaria –no sólo para la EA de escolares sino también comunitaria- y la informática -acceso a redes virtuales, infraestructura para teleconferencias-

Por otra parte, el sistema educativo formal presenta características estructurales que dificultan la generalización de EA en su seno. Una de ellas es una estricta compartimentación por niveles y disciplinas. La transversalidad es difícil de realizar y tiende a verse como una necesidad que surge en determinadas circunstancias de encuentro y no como una visión compleja que incumbe a todos y que debe estar presente en forma permanente. Esto se acentúa a medida que se camina hacia una formación más especializada, académica o profesional. Mientras la EA ciudadana y básica enfrenta sobre todo dificultades de implementación, la ambientalización curricular representa un desafío más profundo, de orden conceptual.

Es a destacar el trabajo realizado por la educación no formal, que abrazó la EA más decididamente y antes que la formal, dejando aportes duraderos a la sensibilización ecológica, la construcción de ciudadanía ambiental y la convivencia comunitaria. Muchas veces las organizaciones y educadores ambientales no formales han desarrollado experiencias en comisiones vecinales, clubes de jóvenes y niños, grupos de adultos mayores, desde un voluntariado sin recursos y sin apoyo institucional. Otras veces han establecido beneficiosas asociaciones, si bien no permanentes, con estructuras oficiales. Parte de ellas han revestido el carácter de actividades extracurriculares de ámbitos formales de educación, siendo un importante apoyo para los docentes. Las múltiples estrategias ensayadas en el ámbito no formal son así un rico insumo para un PlaNEA y para la asimilación de la EA en la educación formal.

Uno de los grandes debes de la EA en Uruguay es la falta de instancias de formación docente. En el ámbito formal, hace unos años se han abierto posgrados de especialización en el IPES y la Facultad de Ciencias. Antes y fuera de esto, las oportunidades formativas han sido asistemáticas (como cursos dictados en institutos de formación docente, en algunas facultades y por la propia ReNEA). Aún no existe una carrera de grado acreditada y acreditable y especialmente adaptada a la realidad de Uruguay. Esto ha redundado en que los educadores ambientales de nuestro país sean básicamente autodidactas o, más raramente, formados en el extranjero, así como en una EA de inspiración individual, con carencias en aspectos teóricos, informativos y didácticos.

Otro aspecto importante a considerar es la vinculación entre educación y gestión ambiental. Formar ciudadanos y comunidades responsables y capacitadas para participar democráticamente en los procesos de planificación y gestión de sus territorios es interés y cometido común a la educación y a la gestión para un desarrollo humano sustentable. En el empoderamiento de la sociedad civil surge una nítida vocación de convergencia y sinergia entre ellas, pero también el diálogo es difícil. Existen diferentes lógicas y tiempos: mientras la gestión se enfoca a resolver problemas acuciantes, la educación busca ser constructora de una cultura y una ética más allá del aquí y ahora. No es fácil afrontar los problemas inmediatos atendiendo a valores y propósitos más universales y permanentes. Se anotan además dificultades de coordinación práctica, que van desde diferencias de períodos de ejecución hasta de formación y sensibilización previa de los actores, así como falta de cultura de cooperación entre instituciones y organizaciones de la sociedad con esferas de acción, competencias, saberes y recursos diferentes.

A pesar de las dificultades, aunque limitadas y poco difundidas existen no pocas experiencias de acuerdos o alianzas intersectoriales entre ámbitos educativos y ejecutivos. Desde el sector gubernamental, tanto a nivel central - ministerial, entes públicos- como de intendencias departamentales, hay diversas actividades, programas e incluso secciones permanentes dedicadas a la EA ciudadana y comunitaria, que trabajan en cooperación con organizaciones vecinales, ONGs, sindicatos, sector privado, centros escolares, Udelar y otras entidades, incluso en el marco de programas de organismos internacionales. También en este terreno hay seguramente valiosos aprendizajes a tener en cuenta.

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